Un miedo se extiende por las redes en Marruecos y llega a los campamentos donde duermen los afectados y afectadas por el terremoto del pasado viernes que se ha llevado. El miedo al secuestro de niñas huérfanas para matrimonios forzosos, al tráfico de personas y a las violaciones. El pasado jueves, medios locales informaron de la detención de un joven que había incitado a las redes a ir a las montañas del Alto Atlas y varios instagramers están exponiendo y denunciando otras cuentas que exponen incluso fotos en los campamentos al lado de menores, uno de ellos dice: "no quiere casarse conmigo". Las bodas con menores dejaron de ser legales por la reforma del Código de Familia el año 2004, pero los jueces tienen potestad para dar el visto bueno a excepciones y según cifras oficiales solo el año 2020 se aprobaron unas 13.000.
Las niñas huérfanas, en este contexto, son las más desamparadas y en riesgo que alguien pueda llegar para casarlas. "Es un riesgo real", alerta el activista feminista Betty Lachgar, que estos días recorre el Alto Atlas con el fin de ayudar a las mujeres en riesgo. "Tíos y otros familiares normalmente cuidan a los niños, pero, sin embargo, los huérfanos son los más vulnerables", apunta a Muhammed Bushamir, de la Fundación Wasata Raíces. Hace unos días, el rey reconoció a los huérfanos del terremoto como hijos "apadrinados de la nación". Además, informó de que los incluiría cuanto antes a un registro con el fin de evitar "los riesgos" a los que se exponen.
Mujeres en las calles de Marrakech
Si los niños y niñas están en riesgo de estos tipos de abusos, madres solteras y mujeres solas que se han visto en la calle viven también múltiples vulnerabilidades. En la plaza Tinsmith, del destruido barrio de Mellah de Marrakech, las mujeres son las más visibles a la calle durante el día (mientras los hombres trabajan o se marchan a hacer otras cosas y ellas cuidan de la tienda y los niños, reproduciendo lo que pasa a los hogares) y son también más numerosas por la noche.
Pero no hay detrás de esta acampada popular solo una muestra de vulnerabilidad, sino también una reivindicación. "Nosotros trabajamos limpiando en otro barrio y podríamos ir, pero entonces dejamos de ser visibles para pedir al gobierno una casa definitiva y no una solución temporal", dice Isha, que acampa con otras cuatro chicas y el hijo de una de ellas. Leila, en cambio, dice que está dispuesta a trabajar, pero que no encuentra trabajo, ya de antes del terremoto, que aunque tiene la carrera de Derecho nadie la quiere porque es "demasiado grande".
Al otro lado de la plaza, un grupo de mujeres solteras y viudas acampan unidas y aseguran hacerlo para protegerse entre ellas de posibles agresiones. "No he podido dormir en toda la noche porque todavía soy virgen y tengo miedo de lo que me pueda pasar. Todavía no estoy casada", dice Hafsa, de 24 años. Para Amina, que compartía el piso ahora afectado con Hafsa, el problema es ser mujer divorciada, ya que sufren discriminación en los trabajos, donde se aprovechan de saber que necesitan el trabajo, y también en la calle, donde se las discrimina como mujeres fáciles.
El divorcio es legal en el Marruecos desde el año 2004, por la misma reforma del código familiar que aprobó al rey Mohammed VI con la intención de modernizar el país. Pero los padres mantienen la tutela de los hijos aunque las madres tengan la custodia y ellas solo se pueden volver a casar si el exmarido está de acuerdo. Son muchas las desigualdades y discriminaciones, legales y sociales, que hace las mujeres mucho más vulnerables a la calle y las obligará a una lucha todavía más feroz y con más obstáculos para salir adelante después del seísmo.