8 de septiembre de 2023, 23.11 h de la noche: un terremoto de intensidad 6,8 en la escala de Richter sacude las montañas del Alto Atlas marroquí con epicentro en Ighil. En 19 segundos, derrumba centenares de edificios rurales y algunos del centro de Marrakech y le basta para matar a 2.900 personas, dejar 2.500 heridos y unas 380.000 personas sin hogar, sobre todo en la región montañosa de Al Haouz.
En cuestión de días, las montañas se convierten en una acampada indefinida y multitudinaria de cientos de miles de personas que esperarán una solución entre escombros y angustia, con problemas de salubridad y abastecimiento en las localidades más remotas, mezcladas con la tragedia de haber perdido padres, hermanos, hijos…
8 de septiembre de 2024: Un año después, las ayudas económicas para reconstruir las casas al fin han llegado a casi todos los afectados por el terremoto, según cuentan varios testimonios a ElNacional.cat, pero la angustia persiste tras un año durmiendo en tiendas de campañas, con lluvia, frío o calor extremo, ante la “lentitud” de una reconstrucción a dos velocidades, que llega más rápido a las localidades mejor comunicadas de la cordillera, pero que está aún lejos de ser una realidad de ladrillos y cemento.
Tres meses después del terremoto, en diciembre, el periodista que firma la pieza y que cubrió desde el primer día los efectos del seísmo volvió a la zona afectada y las ruinas seguían amontonadas a pocos metros de las tiendas de campaña, donde la mayoría de afectados no habían recibido aún las ayudas y la incertidumbre llenaba sus días.
11.000 millones para la reconstrucción
Abdul, padre de familia de 40 años que perdió su hogar en Asni, sigue viviendo en la misma tienda de campaña con su mujer y sus dos hijos, pero, a diferencia de lo que sucedía en diciembre, ya ha recibido 20.000 dirhams (1.800 euros) de los 80.000 (8.600) que la administración entrega a cada familia para reconstruir la casa, 40.000 (4.300 euros) cuando se trata de una obra parcial. “Me han dicho que la obra empieza en 15 días”, relata. Para la reconstrucción, el Gobierno de Marruecos ha destinado 11.000 millones de euros.
Más alejado de las carreteras principales y elevado en las montañas, Imn’Tala, que fue destruida por completo porque se le cayó la montaña encima, vive una realidad más cruda. Lo cuenta Mohammed Karamane, que perdió a toda su familia en esta localidad donde se crió, aunque vive en Marrakech, y trabaja para la fundación Nabd Al-Jabal. "La reconstrucción es muy lenta y eso genera mucho dolor en las familias. La mayoría de gente ha recibido las ayudas, pero las autoridades no han entrado en contacto con los vecinos, por lo que la situación no avanza en nuestra ciudad", añade, y lamenta además que "los medios de comunicación marroquís han olvidado a la población" del Alto Atlas, lo cual ha provocado que "la ayuda humanitaria no ha regresado" después del aluvión de coches de todo el país que llegaron a las aldeas los días después del seísmo.
La mano de obra escasea y es cara
Tras recorrer la zona por tercera vez en un año, la corresponsal de Eldiario.es Soraya Aybar constata "las mejoras" en relación con el mes de diciembre porque al menos las familias tienen ahora un horizonte de mejora al contar con las ayudas y comenzar con la reconstrucción. Señala además que ha visto sobre el terreno cómo "los vecinos están demostrando a las autoridades que las construcciones tienen las condiciones antisísmicas" para llevar a cabo la obra. Pero existen otros problemas: "escasea la mano de obra y la que hay, es muy cara", por lo que ni siquiera todos los que tienen permiso de obra pueden empezar a construir.
Constata el problema desde Amizmiz, una de las principales y más afectadas ciudades de la región, Khalid Omasour, que perdió parcialmente su casa y acaba de recibir el permiso de obra hace un par de días. La periodista Aybar señala que "casi todas las familias han recibido la compensación monetaria", pero que por la lenta reconstrucción, "hay quien elige vivir en casas a medio construir, literalmente dentro de la obra". "Las ruinas han sido retiradas mayoritariamente de la ciudad y te las encuentras en otros lugares en medio de la montaña", relata la periodista, aunque constató menos salubridad y mayor precariedad en algunas localidades como Tafgarte. "Los pueblos y ciudades cercanos a la carretera, más accesibles, están mejor que los más remotos", observa. "Hay muchas menos tiendas que hace unos meses, mucha gente se ha ido", apunta.
El turismo, intacto
En Marrakech, mientras tanto, el céntrico barrio de Mellah sigue conviviendo con las ruinas, según constata un reportaje de la agencia EFE. Faouzia Chati, presidenta de la Asociación de Mujeres Marroquís en Catalunya que se encuentra ahora en Marrakech, explica que "ahora se está recuperando poco a poco", ya que "en la época de lluvias se derrumbaron algunas construcciones que el terremoto había dejado afectadas".
Quien no ha sufrido los efectos del seísmo ha sido el turismo, y de hecho alcanzó un nuevo récord la semana pasada de 18,1 millones a lo largo del año, con la región de Marrakech como la más visitada. En dos mundos paralelos, pero muy cercanos, los turistas observan los paisajes del Atlas desde el aire acondicionado de las furgonetas turísticas y a veces preguntan por las tiendas de acampada que algunos guías obvian y desde las que las víctimas se arman de paciencia para reconstruir sus casas y sus vidas.