Un vídeo ha dado la vuelta al mundo. Con motivo de la persecución que vive la ciudadanía que rompe con el confinamiento en Shanghái por cumplir con las normas restrictivas que pretenden combatir la covid, los menores de edad también viven las consecuencias directas. Si el uso de la mascarilla ya ha sido una barrera comunicativa aquí, allí van mucho más allá. Los niños y niñas, que parecen estar en edad de cursar primaria, también llevan mascarillas, dejando sólo los ojos visibles. Pero eso no es todo.
Las escenas preocupantes llegan cuando a principios de este mes se han publicado imágenes que muestran los más pequeños siendo llamados para entrar al colegio totalmente uniformados de blanco en una situación que muchos han tildado como entrar en una jaula en vez de una escuela. Los 26 millones de residentes de Shanghái se han visto sumergidos en un bloqueo extremadamente estricto durante más de cinco semanas con las autoridades chinas que lo justifican como una manera de controlar los casos de covid de la ciudad.
Niños detenidos
Las escuelas, anteriormente, cerraron no porque aparecieron casos de covid, sino por el miedo a ser castigadas por las autoridades. Ejemplos para entrar en pánico hay. Como el de un niño que llegó a la escuela con un código rojo, es decir, había atravesado una zona restringida, y se lo llevaron con un vehículo gubernamental, explica en un reportaje el diario británico The Guardian. Se dijo a todo el mundo que mantuviera la calma, pero lejos de reducir el pánico, todo lo que todos podían pensar era: ¿qué pasa si mi hijo es el siguiente? La escuela cerró poco después.
Campus cerrados
La ciudad más poblada de China informó el sábado un número récord de casos positivos y otras zonas reforzaron los controles mientras el país mantuvo su enfoque cero pandemia. Las cosas podrían ir peor, también para los estudiantes adolescentes. La mayoría de los universitarios están retenidos en los campus desde octubre pasado. Algunos han intentado escalar las paredes; algunos se han acercado a las redes sociales amenazando con hacerse daño a ellos mismos y a los demás. Está creando una bomba de relojería en salud mental.
De momento, los brotes, sobre todo de la variante ómicron, afectan a Shanghái y Jilin, pero también se empiezan a contar centenares de casos en 29 provincias más chinas, aunque las consecuencias más peligrosas de este virus no son como las del 2020. Hablamos de ciudades con 18 millones de residentes por término medio, como la portuaria de Guangzhou. En este caso, de momento los casos se pueden contar con los dedos de la mano, pero el pánico que ha generado ha sido inmenso y ya ha provocado una crisis en el suministro de los alimentos y las materias primas.