Moldavia es un país pequeño que tiene ganas de girar ninguna Europa y dejar las influencias del Kremlin. Precisamente por este motivo, todo el mundo se imaginaba que el referéndum sobre la adhesión a la Unión Europea de este domingo pasado serviría para dar un puñetazo sobre la mesa. Pero nada más alejado de la realidad. A pesar de la victoria, ajustadísima, las banderas europeas por el suelo no daban una sensación de victoria abrumadora como se buscaba. El sí se impuso con un margen estrecho, el 50,39% de los votos, un hecho que vaticina un camino complicado para cumplir el sueño europeo. ¿Un referéndum histórico mal aprovechado?

Los que estaban a favor del referéndum han conseguido una victoria, pero en la sede de la presidenta del país, Maia Sandu, todo eran caras largas y banderas europeas por el suelo. Las autoridades electorales daban un empate técnico entre el 'sí' y el 'no', y han sido finalmente unos votos que han acabado decantando la balanza hacia el sueño europeo. El equipo de la presidenta no se veía capaz de esconder la decepción. "No lo esperábamos".

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Maya Sandu, presidenta de Moldavia / Efe

De hecho, el referéndum, que venía acompañado de las elecciones presidenciales, también quería ser el inicio de un cambio político para un gobierno que intentaba desvincularse de Rusia. El primer paso fue el de la Comisión Europea con su recomendación y poniendo la etiqueta de "estatus de candidatos". El proceso dura, normalmente, más de una década. Este domingo, sin embargo, las elecciones han evidenciado una división que puede poner en peligro el futuro europeo de la república exsoviética.

Sandu había anunciado horas antes un "ataque sin precedentes" al proceso democrático por parte de "fuerzas extranjeras". No se refirió en ningún momento a un actor específico, pero las acusaciones tenían nombres y apellidos. Un país, Rusia, e Ilan Shor.

La influencia de Rusia en Moldavia

Las autoridades moldavas han alertado desde hace semanas de una operación presuntamente liderada por grupos prorrusos, centrada en difundir noticias falsas e interferir a las elecciones con un plan de compra de votos. En el aeropuerto de Chisináu, la capital moldava, los perros entrenados para detectar billetes se quedan paralizados cuando encuentran lo que están buscando. Desde el mes de mayo pasado, las autoridades han encontrado grandes cantidades de dinero en efectivo de pasajeros que llegaban a la exrepública soviética de vuelos procedentes de Moscú, con escala previamente en otras ciudades.

La mayoría de estas personas llevaban entre 2.000 y 7.000 euros. No es una práctica ilegal, pero sí un indicador de la intromisión rusa a la política moldava. "Normalmente, la gente no llega con tanto dinero. No los que llegan desde Moscú", explicaba Ruslan Alexandrov, ninguna de aduanas del aeropuerto, a la BBC y se hacía eco El Confidencial. En un solo día, llegaron a confiscar cerca de 1,3 millones de euros.

Boicots y compra de votos

En Moldavia, cuando se habla de la influencia rusa, resuena casi siempre el nombre de Ilan Shor. El oligarca y opositor fue condenado por fraude masivo en el país y ahora reside en Rusia, donde se ha nacionalizado y cuenta con todas las garantías para no ser extraditado. Shor, desde Moscú, ha lanzado una intensa campaña contra la entrada de la exrepública soviética en la Unión Europea, según han denunciado las autoridades y los observadores electorales.

Viorel Cernăuțanu, jefe de la policía nacional, acusó al oligarca de estar detrás de la compra de votos y de sobornar a 130.000 moldavos, cerca del 10% del electorado, para que votaran en contra del referéndum. Sandu sostuvo que, en total, la operación involucró 300.000 votos, más del doble de lo que investigaron inicialmente las autoridades. "Si te preocupa el futuro de Moldavia y el futuro de tus hijos, vota por cualquier candidato que no sea Sandu el 20 de octubre. Y di NO a las enmiendas criminales, a nuestra constitución, NO a UE y NO a la guerra. ¡Esta es nuestra última oportunidad!", describía Shor a la red social X.