Desde el mismo capitolio que hace cuatro años fue asaltado por simpatizantes de Trump, la vicepresidenta y candidata a la Casa Blanca, Kamala Harris, se ha dado su gran baño de masas ante decenas de miles de simpatizantes. Si Donald Trump lo hizo en su Nueva York natal, capital económica del país, Harris ha escogido la capital política enviando un mensaje de fiabilidad institucional ante el "caos" que supondría Trump.
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La cola para entrar en el acto superaba el medio kilómetro de largo y muchos han pasado horas, casi desde el mediodía. Pero incluso los que no han conseguido entrar, desde fuera del parque presidencial y delante del obelisco, guardaban silencio cuando hablaban los teloneros de Harris. Y han aplaudido con fuerza cuando ha aparecido en el escenario, después de que cantaran el himno de los Estados Unidos. Con las encuestas casi empatadas y un pulso muy fuerte por los 7 estados clave y las minorías que una broma racista contra Puerto Rico de un humorista en un mitin de Trump puede haber decantado, Harris convenció los suyos y trató de atraer los indecisos.
Un público tan diverso como el de Trump en el Madison Square Garden, pero más contenido en las formas, reconocía y aplaudía las palabras de Kamala y también contaban los seguidores con un buen arsenal de merchandising -camisetas, gorras, pins-, pero nadie enloquecía al verla como si sucedía con Trump.
Colomo, un profesor de Maryland, explicaba que a pesar de no haber podido entrar dentro del recinto, quería "forma parte de la historia". "La mayoría de los negros estamos con Harris", ha dicho Colomo, que criticaba que "parece que si 100 negros votan en Harris y uno vote a Trump, ya todos voten a Trump". "A los que piensan que Trump hará mejores medidas para la gente trabajadora y las clases medias, se equivocan. Cuando un pueblo ha sufrido por siglos, es normal que quiera romper ahora con un partido, ahora con el otro, pero por lo que he podido investigar, los negros y trabajadores han mejorado más cuando ha habido demócratas en el poder", reflexionaba.
Harris ha pronunciado un discurso muy duro con el expresidente Trump, ha recordado justamente el ataque al capitolio y lo han pintado como una amenaza para la estabilidad institucional, un "caos" y un "hombre inestable". Lo ha dicho dirigiéndose directamente en los indecisos, a los que también ha garantizado: "Echaré aquellos que llegan ilegalmente, perseguiré a los cárteles y daré a la patrulla de fronteras el apoyo que desesperadamente necesita".
Ahora bien, "al mismo tiempo, somos una nación de inmigrantes", ha dicho. Y ha prometido facilidades para acceder a la ciudadanía a "inmigrantes que trabajan duro como granjeros o Dreamers", como se conoce en los que han crecido desde pequeños en los Estados Unidos.
No es, sin embargo, la frontera la prioridad de los votantes de Harris. Si los de Trump resaltan habitualmente la inmigración, la inflación y la economía y los derechos de las personas trans (que rechazan) como sus principales preocupaciones, los de Harris apuntan a la misma preservación de la democracia y el miedo al "fascismo" y al derecho al aborto.
Aborto y miedo al fascismo
Así, la Lia y Hanna, de 27 años, se mostraban convencidas de que "el aborto" era el punto más importante de las propuestas de Harris, ya que "las mujeres tienen derecho a ser protegidas por el gobierno", decía. Ahora, son los estados los que deciden si se puede o no se puede abortar después de una decisión del Supremo con muchos miembros colocados por Trump.
Lawrence, de 55 años, resumía su preferencia como contraste con Trump: "Dará apoyo a la democracia y a los trabajadores y no es fascista". Lawrence decía no estar preocupado por otro ataque al capitolio si Trump pierde, "porque no hay bastante gente radical como para amenazar las instituciones", pero sí por si gana. "La democracia resistirá mientras Trump no esté al poder", ha dicho.
Actos al aire libre como el mitin de Harris dan pie al hecho a que no solo haya espacio para los aplausos. Cerca de una decena de personas, con tiendas y ropas tradicionales de los poblados indígenas, gritaban cuando Kamala hablaba. Mientras asustaban con humo de incienso a los malos espíritus, han pedido "reconocimiento" e incluso un estado propio.
Eran de la tribu Muwekma y han llegado en caballo desde San Francisco. "Harris nació muy cerca de nosotros y no nos da ningún reconocimiento. Después del exterminio que sufrimos, queremos un estado propio", ha dicho Kennedy, uno de los representantes de la tribu. Era la única nota crítica en un ambiente festivo y 'Kamaler', donde incluso había Elmo Harris, la versión demócrata del personaje de Barrio Sésamo, que saludaba a todo el mundo.