El 30 de enero de 1972, miles de personas llenaron las calles de Derry, en Irlanda del Norte. La protesta, que a pesar de no contar con la autorización del gobierno se esperaba pacífica, reunió familias y gente de todas las edades con el objetivo de caminar hasta la plaza principal de la ciudad y reivindicar los derechos civiles de los ciudadanos norirlandeses. La marcha, sin embargo, nunca llegó a su destino: el ejército británico cortó el paso y disparó fuego real contra la población. Catorce personas murieron a raíz de aquellos hechos que han pasado a la historia como Bloody Sunday (Domingo Sangriento).
"La gente siempre dice que aquel día, después de que parara el tiroteo, se hizo un gran silencio en la ciudad. Todo el mundo quedó conmocionado, en luto, buscando a sus seres queridos", explica a ElNacional.cat Ciara O'Connor, la encargada del Museo de Free Derry de organizar los eventos para conmemorar el aniversario la masacre. "Este domingo, cincuenta años después, llenaremos este silencio de luz, música y poesía para rendir homenaje a las víctimas", detalla.
En el quincuagésimo aniversario de aquel fatídico día, los familiares de las víctimas volverán hoy al sitio de los hechos en un enésimo intento de reclamar justicia. Y es que, a pesar de los acuerdos de paz de 1998 y el reconocimiento de David Cameron que la actuación del ejército británico fue injustificable, son muchos los casos en que todavía no han podido llevar ante los tribunales a los responsables de aquellos crímenes. En una entrevista con ElNacional.cat, el diputado nacionalista de Sinn Féin al parlamento norirlandés, Declan Kearney, asegura que el legado de esos días todavía se siente. “Hasta que el gobierno británico no deje de romper con el derecho internacional y empiece de una vez por todas a actuar de buena fe, la resolución de este conflicto no habrá acabado”, considera. Des de Sinn Féin advierten de la propuesta de amnistía del actual gobierno británico, que cerraría de forma inminente la opción de que los soldados que participaron en el conflicto de Irlanda del Norte se sienten en el banquillo de los acusados. Kearney asegura que exploraran “todos los medios posibles” para evitar que esto ocurra.
¿Qué pasó en el Bloody Sunday?
En 1972 hacía ya prácticamente tres años que la dividida sociedad del Norte de Irlanda estaba sumida en un conflicto armado, cuenta el historiador Dr. Martin O’Donoghue a este diario. La raíz venía de la división de la isla y posterior independencia de la República de Irlanda en 1949, que dejó en el norte el territorio del Ulster en manos del Reino Unido y un gobierno dominado por el partido unionista de base protestante. La minoría católica, que representaba un tercio de la población, fue víctima de discriminaciones en varios derechos básicos, como el acceso a la vivienda y la participación política - las votaciones dependían de las propiedades que tuvieran y las circunscripciones católicas pasaron a estar infrarrepresentadas. La situación, en definitiva, tenía todos los ingredientes para acabar desembocando en un conflicto, y así fue: en 1969 empezaron los Troubles.
La ciudad de Derry, en la frontera con la República de Irlanda y cuna del movimiento por los derechos civiles en los años sesenta, pronto se convirtió en uno de los puntos más calientes del enfrentamiento. La organización civil, de hecho, fue tan fuerte que algunos barrios de la ciudad se autoproclamaron autónomos y pasaron considerados un territorio prohibido por las fuerzas de la autoridad, que en muchos momentos del conflicto evitaron pasar la emblemática pintada "Estás entrando en el Derry Libre (Free Derry)".
Fue allí mismo donde, el 30 de enero de 1972, hoy hace 50 años, empezó la marcha convocada por la Asociación por los Derechos Civiles de Irlanda del Norte (NICRA) que acabaría convirtiéndose en el Domingo Sangriento. Hacia las tres de la tarde, unas 15.000 personas empezaron a desfilar para denunciar las detenciones sin juicio de personas acusadas de pertenecer al IRA, confiadas de que con el anuncio de que el IRA no participaría sería una protesta pacífica.
Poco después de iniciar la marcha, los organizadores desviaron la ruta al ver que barricadas del regimiento de paracaidistas del ejército británico les impedían la entrada al centro de la ciudad. “Recuerdo que una semana antes, mis padres habían ido a otra manifestación por los derechos civiles y también había habido un encontronazo con ese regimiento. El ambiente ya se notaba cargado, había un instinto que tramaban algo siniestro”, recuerda Kearney. Ese domingo, en Derry, un grupo de manifestantes se quedaron ante la línea de los soldados y hubo lanzamientos de objetos. El ejército respondió con gas, cañones de agua, balas de goma y, por último, abrieron fuego real. Los manifestantes se dispersaron y los tiros continuaron por las calles de Derry.
"Me estaba escondiendo en una esquina cuando vi a Hugh Guilmore, a quien dispararon por la espalda, caer al suelo y morir justo a mi lado. En aquel mismo grupo había Bernard McGuigan, un hombre inocente que salió adelante con las manos arriba y un pañuelo blanco, y un hombre del regimiento de los paracaidistas, a menos 20 yardas de distancia, lo mató de un tiro. Dos hombres inocentes muertos a tiros sin ningún tipo de motivo", explica James Toye, testigo del archivo audiovisual del museo.
Hugh Gilmour tenía 17 años y Bernard McGuigan, 41. Aquel día también murieron Patrick Doherty (31), Gerry Donaghey (17), John Duddy (17), Michael Kelly (17), Michael McDaid (20), Kevin McElhinney (17), Gerald McKinney (35), William McKinney (26), William Nash (19), James Wray (22), John Young (17) murieron aquel día. John Johnston, el único de ellos que no participaba en la protesta, murió meses después, a los 59 años, a consecuencia de las heridas de bala.
Las heridas abiertas de Irlanda del Norte
“Creo que no podemos medir el verdadero impacto, psicológico y social, del Bloody Sunday”, considera Kearney. Como resultado de lo que pasó el Domingo Sangriento, analiza el Dr. O’Donoghue, el IRA ganó seguidores y se hizo mucho más fuerte. “El Domingo Sangriento sirvió para perpetuar la lucha armada, con violencia en todos los bandos”, añade Kearney.
A diferencia de otras masacres, en el Bloody Sunday hubo una gran presencia de la prensa y eso dio mucha fuerza a la campaña de las familias y los testigos para desmontar la versión del gobierno británico que las víctimas eran personas armadas. James Toye y muchos otros llevaron llevó a su testimonio a la investigación del juez Saville que en 2010 determinó que todas las víctimas de aquel día eran inocentes. El entonces primer ministro británico consideró los hechos "injustificados e injustificables". La primera disculpa del Reino Unido llegaba 38 años después, pero todavía ahora los responsables no se han enfrentado a la justicia. En junio del año pasado, el soldado F investigado por la muerte de dos de los manifestantes se salvaba de ir a juicio porque la obtención de las pruebas no se consideró admisible.
"A las familias se les ha seguido negando justiciaen procedimientos aceptados en los tribunales coloniales”, denuncia Declan Kearney, que asegura que la situación se ha vuelto más inquietante en los últimos meses. En noviembre, Kearney y representantes de otros partidos de Irlanda del Norte se reunieron con el secretario de estado del Reino Unido, Brandon Lewis, para conocer su propuesta de amnistía. Todos se unieron en contra de la propuesta de amnistiar a los miembros del ejercito y la policía británica. “Claramente, esta administración no está dispuesta a actuar con nosotros para resolver el legado del pasado”, considera Kearney.
La presidenta del partido nacionalista Sinn Féin, Mary Lou McDonald, se expresaba en esa misma línea en su mensaje de recuerdo a las víctimas en el quincuagésimo aniversario de los hechos: "No hay ningún apoyo a esta vergonzosa amnistía en esta isla ni en el ámbito internacional", añadía. De hecho, en varias ocasiones Amnistía Internacional ha advertido al gobierno del Reino Unido de estar quedándose solo en su intento de sacrificar los derechos de las víctimas para proteger a los perpetradores de estos abusos de los derechos humanos.
El futuro de Irlanda
“Pueden pensar que con la amnistía, la campaña de las familias parará, pero el Domingo Sangriento es una demostración clara que 50 años después no se rendirán hasta que el gobierno responda por haber sido protagonista de la violencia”, destaca Kearney. Además de las familias que vivieron los hechos, ahora las nuevas generaciones que nacieron después de los Troubles también toman el relevo. “Yo tenía un año cuando se firmó el Acuerdo del Viernes Santo, y este proceso no se ha acabado", explica Ciara O'Connor.
Dedicada a preservar la memoria de su pueblo, confiesa que le aterriza la idea de que el gobierno británico intente enterrar el pasado. "Es muy peligroso, y muy antidemocrático. "Me da miedo por el futuro, por como funcionaría nuestra democracia. ¿Cómo avanzaremos si el gobierno británico solo dice 'No, tenemos que cerrar este tema'?", cuestiona O'Connor. Cree que optar por esta vía provocaría todavía "más división, más rabia" y solo "demuestra como el gobierno británico no sabe como tratar con el norte de Irlanda". "Demuestra que no les importamos nada, y lo encuentro muy preocupante para alguien a quien le gustaría tener un futuro aquí. Es una situación me hace ser muy pesimista, sinceramente," admite.
En el Museo de Free Derry, donde trabaja O'Connor, reciben visitas de muchas escuelas, con niños que vienen tanto de familias unionistas como republicanas, protestantes o católicas. Paz y justicia son los principales mensajes que intentan transmitirles, para ofrecer así un espacio donde la gente pueda aprender y hablar sobre los hechos en vez de crear divisiones. "Si dejas de hablar de estos temas no es que desaparezcan, es que tienen una manera de volver más rápidamente y lo acaban haciendo", considera O'Connor. "No podremos tener realmente paz hasta que no resolvamos el pasado".