El todavía primer ministro británico, Boris Johnson, preside las portadas de los diarios de este viernes. Es fascinante el magnetismo del personaje, que The Economist compara con ironía al héroe caído de las tragedias griegas. "Alexander Boris de Pfeffel Johnson había sido bendecido por los dioses con todos los atributos: crianza, brillantez, ambición (quería ser "rey del mundo") y, en su juventud, una destacable belleza apolínea. Los malgastó. Porque el señor Johnson no tenía sólo un defecto, sino muchos. Deshonestidad, arrogancia, incontinencia sexual, incompetencia, una irresponsabilidad infantil. Las divinidades te bendicen. Entonces te arruinan, para más diversión, con tus propias fuerzas. Tiresias, un profeta griego, no necesitó ver el futuro para prever la caída de un héroe trágico: 'Lo juzgo por sus propias acciones sin sentido'". La cita es de una pieza de la revista —quizás la más influyente del mundo—, que desde hace meses pide la dimisión de Johnson. El título de portada es Clownfall, un juego de palabras con downfall (caído) y clown (payaso).
Las fotografías que han escogido los diarios de Barcelona y Madrid son variantes de dos imágenes. Una muestra a Boris de espaldas, marchándose del atril desde donde ha anunciado su dimisión, aplazada en otoño. En la otra se ve media cara de Johnson para destacar su característico despeinado de pelo amarillo paja sobre el fondo de la portada del 10 de Downing Street, donde residen los primeros ministros británicos. La primera tiene un significado muy evidente: el hombre se va. La otra tiene la cosa de aludir al escándalo por el que finalmente ha pagado y por el resto de confusiones que ha causado: las fiestas en su casa en tiempo de confinamiento por la epidemia de covid-19, en contravención de la normativa que su mismo gobierno había impuesto, y las mentiras que contó para esconderlo. Quizás la variante que ha escogido La Razón es la que contiene más información, porque se le ve la cara entera hecha una mueca de fracaso, de quiebra. Lástima que el título sea poco acertado porque prueba un juego de palabras que no provoca el contraste obvio de los chistes. La Vanguardia, por ejemplo, hace uno de estos títulos donde da por supuesto que todo el mundo sabe qué ha pasado y avanza hacia los hechos futuros. Bien hecho.
Contrástalo con los títulos de El País o El Mundo, que nos explican cosas que todo el mundo ya sabía ayer a mediodía, no hablamos ya de los lectores de diarios, que son el tipo de gente que no se pierden los telediarios de la noche. ABC todavía peor ("Boris Johnson dimite"). El de El Periódico hace sonar la misma música pero con una letra diferente ("Triste final de fiesta"), en un esfuerzo de valoración para no repetir lo que todo el mundo ya sabe. El problema es que los tres años de Johnson no han sido ninguna fiesta y no queda muy claro el sobrentendido irónico con las fiestas prohibidas en Downing Street. Es un caso de título por encima de las necesidades de la información, aunque es bonito ver cómo se emplean. En España, 5,621 millones de personas leen un diario impreso cada día, según datos del Estudio General de Medios. Eso es un 2% menos que el año anterior. Ciertamente, el diario impreso es un medio informativo que va hacia el pozo. Quizás la poca maña a la hora de presentar las noticias del día tiene alguna cosa que ver.