El alto representante diplomático de la UE, Josep Borrell, ha fracasado en el intento de mediar entre Serbia y Kosovo, según informa el diario alemán Berliner Morgenpost. Borrell ha mantenido conversas en Bruselas con el presidente serbio, Aleksandar Vucic, y el primer ministro de Kosovo, Albin Kurti, pero ha reconocido que no hay resultados. "Las dos partes serán responsables de cualquier escalada que se produzca", ha indicado el exministro español. Sin embargo, Borrell no se da por vencido, porque hay tiempo hasta el 1 de septiembre.
La actual tensión entre los dos países se ha producido después de que Kosovo ha decidido sustituir el documento de identidad y las matrículas serbias por otros de kosovares en los puntos fronterizos, y, después de algunos retrasos, ha anunciado que lo aplicará el 1 de septiembre. La decisión ha provocado malestar en el norte del Kosovo, fronterizo con Serbia.
El Kosovo, poblado mayoritariamente por personas de origen albanés, proclamó en 2008 la independencia unilateral, y fue reconocido por los EE.UU. y la UE, excepto España, que temía asumir un precedente que podría utilizar Catalunya. Serbia, que tampoco reconoce la independencia kosovar y reivindica el territorio, tiene el apoyo de Rusia, pero también se quiere acercar a la UE. Esta es una importante carta que tiene la UE sobre Serbia, porque Belgrado está en conversaciones avanzadas sobre la ampliación comunitaria, que inició en 2014. Kosovo es sólo un país candidato, pero tiene el apoyo de la OTAN.
El secretario general de la Alianza Atlántica, Jens Stoltenberg, ha invitado esta semana a Serbia y Kosovo a una desescalada de la tensión y a volver a la estabilidad. El mandatario ha advertido que "en caso de que se ponga en peligro la estabilidad, la Kosovo Force (KFOR) está preparada para intervenir". La KFOR es una misión de paz que la OTAN mantiene en el país balcánico desde el año 1999.
Desde que Kosovo se declaró independiente, las relaciones entre los dos países nunca se han llegado a normalizar, porque Belgrado no reconoce la situación. La Yugoslavia comunista de Tito reconoció Kosovo como provincia independiente de Serbia el año 1974. Con el reconocimiento tenía un estatus menor que el de las denominadas repúblicas yugoslavas, como eran Croacia, Bosnia, Eslovenia, Montenegro, Macedonia o la misma Serbia, pero obtenía un perfil propio. En los años 90, Yugoslavia se desintegró después de las guerras de los Balcanes, pero Serbia quería seguir controlando igualmente Kosovo. Hasta que en 2008 ganaron las tesis de Pristina, con el apoyo occidental.
Cuando era ministro de Exteriores español, Borrell defendió las tesis contrarias a la independencia unilateral de Kosovo.