El juicio contra los Jemeres Rojos en Camboya ha concluido después de dieciséis años y lo ha hecho con la reafirmación de la condena en cadena perpetúa por genocidio a su último líder vivo, Khieu Samphan. Vestido de blanco, con mascarilla y en silla de ruedas, el antiguo jefe de Estado ha escuchado impasible cómo el juez reafirmaba uno por uno todos los crímenes por los cuales fue condenado el año 2018 y mantenía la cadena perpetua por genocidio de minorías vietnamitas. Así es como este jueves se han puesto fin a más de tres lustros de actividad en Phnom Penh del tribunal internacional auspiciado por la ONU, creado para juzgar las atrocidades cometidas por el régimen totalitario.
Creado en 1997 y activo desde el 2006, el tribunal tan solo ha podido condenar a tres de los máximos dirigentes de los Jemeres Rojos: Nuon Chea (muerto en el 2018), Kaing Guek Eav (muerto en el 2020) y el mismo Khieu Samphan. En cambio, Pol Pot murió en 1998 y no pudo ser juzgado. Recordemos que Pol Pot fue el líder de este régimen totalitario que mató entre 1,7 y 2,2 millones de camboyanos en asesinatos en masa y hambrunas. Nuon Chea fue el número 2 del régimen totalitario, mientras que Kaing Guek Eav fue el director del principal centro de interrogaciones y ejecuciones entre 1975 y 1979.
Críticas al proceso contra los Jemeres Rojos
Por su parte, Samphan fue el encargado de esbozar la política agraria de los Jemeres Rojos, hasta el punto de llegar a ser la voz intelectual del régimen totalitario. También fue el portavoz y representante oficial, a la vez que seguía con lealtad a Pol Pot. Fue investido presidente de la Kampuchea Democrática el año 1976, un año después de que la organización extremista llegara al poder por la fuerza. Pero el ejército vietnamita tomó la capital el año 1979, de manera que Samphan se convirtió en el jefe visible del gobierno rebelde de los Jemeres Rojos en Pekín (China) — sustituyendo al mismo Pol Pot el año 1985.
La reafirmación de la condena al último líder vive de los Jemeres Rojos pone fin a un proceso de 16 años que ha recibido críticas por su lentitud, por haber condenado solo a tres de los dirigentes del régimen totalitario y por su alto coste: más de 300 millones de dólares, sufragados en gran parte por donaciones internacionales. Pero es verdad que la acción del tribunal se ha visto dificultada por las interferencias políticas del gobierno, que ha intentado limitar la cifra de procesos por el vínculo directo con la organización extremista. Y es que el actual primer ministro, Hun Sen, fue un jemer rojo. Además, los jueces camboyanos han presionado para desestimar nuevos casos, de manera que ya no habrá más juicios: solo se mantendrán tres años de cierta actividad para funciones menores, como la gestión de los archivos.