Después del despido del papa Francisco, los ojos están todos puestos ahora en la elección del nuevo jefe de la Iglesia católica. Esta fase trasciende el ámbito espiritual para convertirse también en un acontecimiento humano cargado de simbolismo, intrigas internas y una avalancha de especulaciones mediáticas. A pesar de las numerosas noticias, informaciones y apuestas públicas, la historia recuerda que las predicciones más seguras a menudo se hunden en el momento decisivo. Otra de las dudas es si el nuevo papa tendrá una línea continuista con el papa Francisco o bien romperá totalmente con lo que había promulgado hasta ahora. Hay que tener presente un principio fundamental: cualquier hombre bautizado y católico tarro, en teoría, ser escogido como papa. Sin embargo, la práctica consolidada señala que está dentro del colegio cardenalicio donde se encuentra el futuro obispo de Roma. Actualmente, hay 135 cardenales con derecho al voto en un eventual cónclave —es decir, menores de 80 años— y todo indica que estará entre ellos donde se designará el sucesor del papa Francisco.

La lista de "favoritos"

Aunque no existe ninguna "lista oficial de favoritos", la historia de los cónclaves invita a la prudencia. Jorge Mario Bergoglio ya era considerado demasiado mayor cuando fue escogido papa en el 2013, y Karol Wojtyła, antes de convertirse en Juan Pablo II, ni siquiera figuraba entre los nombres más mencionados. La historia a menudo opta por la sorpresa bajo la cúpula de la Capilla Sixtina. Sin embargo, las predicciones son inevitables. Entre los nombres más citados por analistas y casas de apuestas hay el del cardenal Pietro Parolin, actual secretario de Estado del Vaticano. Italiano, con una larga trayectoria diplomática y un perfil moderado, Parolin encarna la continuidad institucional. Conocedor del funcionamiento interno de la Santa Sede y con experiencia en la escena internacional, su nombre suena como el de un posible papa de equilibrio, más que no de ruptura.

esglesia catolica efe
Efe

Otro nombre que resuena con fuerza en las quinielas para la sucesión del papa Francisco es el del cardenal Luis Antonio Tagle, filipino y expresidente de Caritas Internationalis. Con 67 años, una edad relativamente joven en el ámbito eclesiástico, Tagle destaca por su presencia mediática, su carisma pastoral y una trayectoria que conecta con las inquietudes sociales de la Iglesia contemporánea. Su figura gana atractivo, especialmente en un momento en qué el sur global —y en particular Asia y África– reclama más protagonismo dentro de la estructura del Vaticano. Tagle representa esta voz emergente y simboliza una posible apertura hacia una Iglesia más diversa, descentralizada y atenta a las periferias.

El nombre del cardenal Peter Turkson, originario de Ghana, también suena con fuerza en las quinielas vaticanas. Reconocido por su carisma y por su compromiso con cuestiones como la justicia social, el medio ambiente y la economía, Turkson se ha consolidado como una voz influyente dentro de la Iglesia global. Su elección supondría un auténtico giro histórico: sería el primer papa africano en más de mil años. Sin embargo, a pesar de su proyección y prestigio, algunos analistas lo ven más como una figura ampliamente respetada que como un verdadero favorito a ser escogido.

Entre los nombres que siguen apareciendo en las quinielas para el próximo cónclave destacan el canadiense Marc Ouellet y el húngaro Péter Erdő. Aunque Ouellet llegará a los 80 años este año —el límite de edad para votar en un cónclave—, durante mucho tiempo ha sido considerado un papabile serio y todavía conserva el apoyo de algunos sectores conservadores dentro de la Iglesia. Erdő, en cambio, representa otra tradición: la del catolicismo centroeuropeo. Con una sólida formación teológica y una larga experiencia al frente de la Conferencia Episcopal Europea, el cardenal húngaro aporta un perfil intelectual e institucional, que algunos ven como una apuesta por la continuidad doctrinal en un contexto de cambios globales.

papa francesc efe (2)
Efe

A pesar de ser europeo, el cardenal Jean-Claude Hollerich —jesuita luxemburgués— ha despertado una atención creciente por sus posturas abiertas y reformadoras. Es especialmente conocido por su posicionamiento a favor de una mayor inclusión de la comunidad LGBTQ+ dentro de la Iglesia, un tema que ha generado debate intenso en los círculos eclesiásticos. Hollerich sería percibido como una continuidad natural del estilo y la agenda del papa Francisco: diálogo, reforma y apertura. No obstante, su perfil también genera resistencias dentro del colegio cardenalicio, donde todavía hay sectores reticentes a ciertos cambios de tono y enfoque.

Nuevo papa: conservadurismo vs. progresismo

La duda que sobrevuela más noticias y pensamientos es si el nuevo papa será más conservador o seguirá con la vía más progre que había cogido el papa Francisco con la introducción de cambios. "Si se impusiera la visión conservadora y anti-bergogliana dentro del nuevo Cónclave, ganarían la apuesta los que veían en el papa Francisco a un hombre ambiguo, destructivo, autoritario, disperso, comunista, para citar solo cinco adjetivos que se le atribuían. El ala anti-Papa es minoritaria, y aunque sus cabezas son visibles, como el cardenal Burke o el cardenal Sarah, y están más preocupados para mantener firme la Iglesia, bien atada, que para ser relevantes en el mundo", explica Miriam Diez, vicedecana de Investigación y Relaciones Internacionales de la Facultad de Comunicación Blanquerna y directora del Observatorio Blanquerna de Medios de Comunicación, Religión y Cultura. "Les interesa más la institución eclesial. Sería un Papa de orden, probablemente no de estilo dictatorial, pero sí de mano sujeta hacia lo que ya se considera en ambientes conservadores 'la deriva de Francisco'".

En este sentido, destaca, "se pondría más énfasis en la validez del Código de Derecho Canónico y del Catecismo de la Iglesia católica, documentos que si bien naturalmente han sido bien vigentes estos 12 años, no han sido citados a cada encuentro ni referenciados a cada escrito, y, sobre todo, no han dictado la política vaticana, más centrada en aspectos programáticos más de carácter evangélico. Si un nuevo papa emergiera y no fuera del ala del papa Francisco, la Iglesia católica se recentraría, se miraría más a sí misma, se reformaría internamiento e intentaría poner fin a disidencias y posibles movimientos cismáticos que podrían emerger. El diálogo intraeclesial sería prioritario, y el diálogo con las otras religiones, secundario".

papa francesc efe (3)
Efe

Por otra parte, si en el Cónclave emerge una figura continuista con el papa Francisco, la Iglesia católica puede ser más relevante en el tablero geopolítico mundial, insiste Diez. "Un actor a tener en cuenta y un aliado para las otras religiones. El nuevo pontífice tendrá que limar asperezas internas, y no le será fácil". De esta manera, pone énfasis en el hecho de que "se tendrá que adaptar –a menos que sea un perfil como el cardenal Parolin, que no se tendría que adaptar porque ya está adaptadísimo, como Secretario de Estado que ya es hoy–.

"El Vaticano no es fácilmente descifrable, y las urgencias del nuevo papa no son menores. Tendrá que calibrar qué hacer con los viajes, si seguir la estrategia de las minorías irrelevantes de Francisco, o contentar también a grandes potencias. Un nuevo papa reformista y progresista podría hacer avanzar la Iglesia, cuesta mucho, pero lo podría conseguir con sinergias con otros cristianos que ya han avanzado más, como algunas comunidades anglicanas o protestantes", subraya. "Se podría reforzar el lazo con otras comunidades de creyentes y Roma podría ser más laica y menos clerical, dando espacio a otro tipo de trabajador en el gobierno de la Iglesia. Si el ala reformista es la ganadora y la preferida del Espíritu Santo, las personas con situaciones 'irregulares' –manera como se califica dentro de la Iglesia a colectivos diversos, desde divorciados vueltos a casar o parejas homosexuales– podrán ver sus derechos reconocidos, y no solo comprensión y empatía papal", concluye.