La victoria de Donald Trump abre un nuevo horizonte político para los Estados Unidos muy marcado por la incertidumbre, tanto por la inconcreción de las propuestas del candidato republicano como por el gran interrogante que cierne sobre el futuro del Partido Demócrata.
Parece claro que Trump, si consigue sortear los 4 juicios que tiene pendientes, liderará una política más dura en las fronteras y que habrá deportaciones, también que bajará los impuestos, impondrá más aranceles y combatirá los contenidos educativos basados en la diversidad de género y en el respeto a las minorías.
Con el apoyo de la mayoría del Senado, que será republicana, y a la espera de que acabe el recuento en la Cámara de Representantes, los republicanos podrían tener el control total del legislativo y el ejecutivo a la vez. El control de las cámaras y del Supremo (ya tiene un tercio de este órgano a su favor) y el hecho de que Trump ya conoce mejor cómo es la maquinaria de gobierno, hacen pensar que podrá aplicar más rápidamente sus medidas, pero el alcance de estas es un interrogante que seguramente ni siquiera el mismo Trump tiene claro.
Deportaciones masivas e inmigración
Donald Trump ha basado gran parte de su campaña al vincular inmigración y delincuencia y ha prometido deportaciones masivas, así como la posible creación de un "delito de inmigración" y la construcción grandes centros masivos de detención para migrantes a la espera de su deportación.
Los mensajes de odio hacia los migrantes por parte de Donald Trump durante la campaña lo han llevado a hablar de ellos como personas que tienen "nada malos" o que "envenenan la sangre del país". La forma como se llevarán a cabo estas políticas, pues, pueden suponer violaciones de derechos fundamentales, así como el derecho al asilo, que ha denominado como "fraude" y ha prometido eliminar.
La contratación de 10.000 agentes en la frontera, las redadas masivas a puestos de trabajo para detener a migrantes irregulares, la posible vuelta del veto de llegada de algunos países árabes o la promesa de expulsar a estudiantes internacionales que se proclamen favorables a Palestina podrían crear una verdadera política persecutoria en los Estados Unidos.
Economía y cambio climático
Trump ha prometido rebajar los impuestos a las empresas locales, subir los aranceles a las importaciones de China y quizás otros países y un recorte de gasto público que podría estar liderado por Elon Musk y su nuevo departamento de eficiencia gubernamental, con el cual el empresario ha prometido que podría recortar 2.000 millones de dólares de gasto público.
Parte del recorte tiene que venir también del impuesto de Seguridad Social, según ha prometido sin explicar cómo lo compensará para pagar las jubilaciones, y de la cancelación de los subsidios públicos para ayudar a pagar la sanidad privada de los trabajadores.
Trump recoge un buen ciclo económico del país con la inflación controlada por las subidas de tipo, que han hecho que nuevas bajadas puedan garantizar que la actividad económica siga creciendo. Los mercados de los Estados Unidos además han recibido con subidas la victoria de Trump, seguramente porque consideran que un escenario de pocos impuestos será propicio para la actividad económica. Ahora bien, es difícil garantizar que este crecimiento no pueda venir acompañado de nuevo de inflación.
Trump ha dicho que derogará al New Green Deal y su apuesta por el crecimiento es también una apuesta por los combustibles fósiles, lo cual puede hacer que empeoren todavía más las emisiones de CO2 de los Estados Unidos. Sin embargo, no está claro que revierta la Inflation Reduction Act (IRA), que además de la reducción de precios de medicamentos incluye estímulos económicos en las industrias verdes locales y a la transición energética. En la medida en que las baterías y las energías renovables harán que bajen los precios de la luz, crearán puestos de trabajo y darán beneficio a las empresas norteamericanas, es probable que el presidente republicano las mantenga.
Educación y políticas de género
La eliminación del departamento de educación y la supresión de los contenidos sobre diversidad de género y racial a las escuelas han sido dos de los elementos potentes que han conectado a los electores con Donald Trump. Estar en contra de "las políticas trans" del gobierno de Biden era uno de los argumentos comunes de los electores a los mítines.
El presidente, en este aspecto, ha garantizado que impedirá a las mujeres trans competir con las mujeres cis a los deportes.
Aborto y salud
El nombre que más ha sonado como posible titular de Sanitat de Donald Trump es Robert F. Kennedy, sobrino de John F Kennedy que iba como independiente a las elecciones, pero daba apoyo a Trump.
Se trata de un antivacunas con tendencias conspiranoicas que quiere acabar con los pesticidas de los alimentos y que podría alejar la sanidad de los Estados Unidos de las bases científicas, pues el mismo Trump dijo que lo dejaría "dejarse ir" con esta competencia.
El propio Trump ha tenido posiciones ambiguas sobre la vacuna, pues su administración dio apoyo cuando se desarrolló contra la covid, pero a la vez cuestionó los efectos.
Con respecto al Obamacare, no está claro si el presidente anulará los subsidios públicos a ciudadanos a fin de que puedan pagar a medias con el estado los seguros médicos, tal como hizo durante su primer mandato. Según Politico, se buscan otras vías como por ejemplo abaratar los costes de gente joven y sana para los seguros.
Con respecto al aborto, el Tribunal Supremo eliminó el año 2022 la protección federal para el aborto como derecho constitucional y dejó en los estados la competencia de legislar, postura que Trump ha defendido. Todo apunta que no se moverá demasiado de esta posición y ha negado la posibilidad de activar un veto federal al aborto, ya que Trump últimamente ha posicionado a favor del aborto en casos excepcionales como violaciones o peligro de vida para la madre.
Política internacional
Una gran incógnita del gobierno de Trump es qué pasará con la política internacional, especialmente con Israel y con Ucrania.
El presidente electo se ha mostrado siempre enemigo frontal del Irán, con quien deshizo el pacto que había firmado Obama para desmantelar sus armas nucleares. De hecho, este miércoles se descubrió que los ayatolás habían planeado matarlo.
Con respecto a Ucrania, Trump ha responsabilizado en alguna ocasión a Zelenski de la invasión rusa y ha mostrado respeto por Putin, a quien al mismo tiempo considera rival. Parece que su apuesta por este país sería que Ucrania aceptara ceder los territorios ocupados, movimiento que han rechazado siempre, pero que quizás se verían más forzados a aceptar si se quedan sin el apoyo armamentístico de los Estados Unidos.
Trump siempre dice que no quiere guerras en el mundo y lo ha prometido también en Oriente Medio, pero parece difícil conciliar esta postura con su apoyo total a Benjamin Netanyahu.
Mientras que seguirá una política comercial dura contra China, habrá que ver también cómo se mueve con la Corea del Norte de Kim Jong-Un, con quien protagonizó una reunión histórica durante su primer mandato que no supuso nada.
El futuro de los demócratas
Si no está claro hasta donde llevará Trump sus promesas electorales, todavía menos lo está el futuro del partido demócrata. Medios y analistas han criticado la campaña de Harris por no haber conectado con las clases trabajadoras y por no haber podido someter la decisión de la candidatura a unas elecciones primarias.
Pero de cara al futuro, es difícil saber hacia dónde irán. No hay una figura de consenso que pueda aglutinar las esperanzas demócratas y las críticas van en tantos sentidos, a veces opuestos, que cuesta saber hacia dónde remará el partido.
Así, por ejemplo, tal como apunta el The New York Times, el senador por Vermont Bernie Sanders ha criticado que el Partido Demócrata "se ha convertido cada vez más en un partido de política identitaria, en vez de comprender que la inmensa mayoría de la gente de este país es de clase trabajadora" y ha criticado la capacidad de transformación "teniendo en cuenta quien financia" el partido.
Mientras que el senador Seth Moulton criticaba que no fuera posible decir que no quiere que su hija juegue contra una chica trans en un campo de juego, la congresista Pramila Jayapal, madre de una niña trans, defendía que hace falta "contrarrestar la idea de que mi hija es una amenaza" y que lo que hace falta es combatir la desinformación.
Todos coinciden en que hay una falta de liderazgo, que pesa la herencia de impopularidad de Joe Biden y que hay que dirigirse más a las clases trabajadoras, pero hay muchas preguntas sobre cómo hacerlo, quién tener que hacerlo y cómo abordar dos cuestiones que generan mucha división y controversia dentro del partido: las políticas trans y el control de las fronteras.