A pesar de ser eclipsado por la guerra en Ucrania, el escándalo de las fiestas del gabinete de Boris Johnson en plena pandemia de coronavirus ha vuelto a ocupar el orden del día de Westminster. El Comité de Privilegios del Parlamento británico ha aprobado este jueves, sin ninguna objeción, ni siquiera de los diputados conservadores, la moción de los laboristas para abrir una investigación y aclarar si el primer ministro mintió o no al Parlamento cuando negó cualquier implicación en el 'partygate'. Una versión de los hechos que poco a poco fue cambiando a medida que más información sobre el escándalo trascendía a los medios, y que finalmente se saldó con la imposición de multas a Johnson, a otros cargos del gobierno y con un alud de dimisiones en su equipo. Hoy por hoy, las autoridades ya han afirmado que el primer ministro asistió a las fiestas alcoholizadas durante el confinamiento, y solo queda saber si el mandatario dijo mentiras a los diputados. En este sentido, dos diputados conservadores más se han sumado a las peticiones de dimisión que ya hace semanas que se acumulan. Si la investigación concluye finalmente que no fue honesto, es extremadamente difícil de imaginar cómo Johnson podría acabar la legislatura.
Nadie defiende Johnson
La investigación, de la cual se encargará el Comité de Privilegios de la Cámara, ha sido autorizada sin votación, después de que la presidencia de los Comunes haya preguntado a viva voz si alguien se oponía y nadie haya hecho ninguna objeción. El Ejecutivo ha rectificado hoy en el último momento su enmienda para aplazar la investigación, al haber constatado, según los medios británicos, que muchos diputados conservadores no secundaban esta medida. Desde la India, donde se encuentra de visita, Johnson se ha limitado a comentar que no tiene "nada que esconder", y que "si la oposición se quiere centrar solamente en esta cuestión, está bien, es su decisión. Yo quiero centrarme en el futuro de este país".
Mal augurio
En la primera sesión parlamentaria después de ser multado por celebrar su cumpleaños en plena pandemia, ayer miércoles, el primer ministro británico ha afrontado un alud de críticas desde la oposición, pero ha desatendido una vez más los encendidos peticiones para que dimita. El mandatario conservador, que también ha recibido críticas desde sus propias filas, ha mantenido un guion similar al de anteriores comparecencias para justificar el escándalo de las fiestas en Downing Street. Ha expresado reiteradamente sus "absolutas disculpas" por haber violado las restricciones que él mismo había dictado para frenar el coronavirus, mientras ha asegurado que no fue consciente que rompía las normas y recalcaba su intención de "seguir adelante" al frente del gobierno. "Si tuviera algún respeto por los millones (de británicos) que lo sacrificaron todo para cumplir las normas, dimitiría", ha esgrimido durante un agitado debate al líder de la oposición, el laborista Keir Starmer, que ha calificado al primer ministro de "un hombre sin vergüenza". La oposición acusa a Johnson de haber engañado a los diputados cuando aseguró en diciembre que no se incumplieron las normas a Downing Street. Al admitir ahora que sí que se violaron las restricciones, le exigen que cumpla, en consecuencia, el código parlamentario que prevé que un primer ministro renuncie al cargo si se demuestra que ha mentido de manera deliberada en la Cámara de los Comunes, una cosa que él ha negado repetidamente.