"Tú eres blanco y nosotros, negros", sitúa el escenario Mammadou. "Pues si ahora pasa por aquí la policía, vendrán hacia nosotros. Porque pensarán que te estamos vendiendo droga", explica. No es una simple anécdota; es el día a día de muchos jóvenes en la cité Val d'Argent, un barrio "sensible" de la ciudad de Argenteuil. Se puede considerar la zona cero de los conflictos en la banlieue de París.

Fue el 25 de octubre de 2005 cuando todo estalló. El entonces ministro del Interior, Nicolas Sarkozy, se desplazó hasta allí. Rodeado de cámaras, increpado por algunos vecinos, levantó los ojos y respondió a una mujer que le interpelaba desde la ventana: "¿Estáis hartos de esta racaille (chusma)? Nos desharemos de ella". Unos meses antes, Sarkozy ya había prometido "limpiar" otro barrio popular "con Kärcher", aparato para limpiar con agua a presión. Un barrio que nunca ha dejado de estar en el punto de mira. En 2016 fue otro diputado conservador quien se refirió a él como "Molenbeek francés", en referencia al barrio de Bruselas marcado por la radicalización yihadista. Y ahora la extrema derecha, Marine Le Pen y Éric Zemmour.

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FOTO: La cité Val d'Argent de Argenteuil ha visto pasar muchos políticos, desde Nicolas Sarkozy hasta Jean-Marie Le Pen (Nicolas Tomás)

Aquel día estaba Morad, un vecino de 42 años de la cité y que, además, estuvo enrolado en el Ejército francés. Él estaba el día que vino Sarkozy. "Parecía que tuviera que desembarcar el Ejército, de tantos furgones antidisturbios rodeando el barrio", recuerda. "¿Así vienes a dialogar?", se pregunta. Este francés de origen magrebí certifica que nada ha cambiado: las discriminaciones y el señalamiento continúan. Pone el ejemplo de un periodista norteamericano que le visitó. Le propuso un reto: que se vistiera como él para ver qué pasaba. El resultado: circulando en coche, sin ni haber salido del barrio, les pararon dos veces la policía.

Los contrôles au faciès (controles arbitrarios de identidad por parte de la policía) son quizás la cara más visible de las discriminaciones raciales en Francia. Porque son muchos quienes lo han vivido e incluso incorporado en su día a día. Lo denunciaba nuevamente, hace tres semanas, Amnistía Internacional, que lo llevó ante la justicia con cinco ONG más. Según los datos del Defensor del Pueblo francés, los jóvenes negros o árabes —o que son percibidos como tal— tienen veinte veces más riesgo de ser controlados por la policía. Hay una laguna legal que lo permite. Y la ley "de respeto a los principios de la República", aprobada el verano del 2021 y que busca luchar contra el "separatismo" (musulmán), podría haberlo empeorado. Pero está lleno de otras historias cotidianas, que relatan los jóvenes vecinos que nos encontramos.

Abou-Bakr y James, que tienen dieciséis y diecisiete años, recuerdan como un día estaban jugando tan tranquilamente a baloncesto, en una pista al aire libre, e irrumpió la policía con gases lacrimógenos sin que hubiera pasado nada. "No tienen ningún problema con el hecho de que seamos menores", apunta Abou. "De hecho, a unos chicos les volvió a pasar la semana pasada", añade James.

También Lana, con sólo 14 años, ha chocado contra el muro de las discriminaciones. Ella es mestiza. "Mi madre es blanca. Y ella fue a poner una denuncia contra una persona mayor que me había tocado, y se la creyeron. El problema es que, cuando fui yo a declarar, no me creyeron", denuncia. Durante los últimos dos años ha habido protestas y han presentado todo tipo de recursos, pero no ha pasado absolutamente nada. "Nunca me han tomado seriamente", lamenta.

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FOTO: Adja Traoré es activista a través de La révolution est en marche, que trata de luchar contra las desigualdades en la banlieue (Nicolas Tomás)

"Cada día escuchas historias diferentes pero que se parecen mucho", explica Adja Traore, activista social de la banlieue. "Cuando no es que han matado a un chico, otro que han gaseado... Cada día es lo mismo. Y las mismas excusas, que si legítima defensa, que si no ha querido detenerse... Ya me repugna", admite. De hecho, la cité hoy está llena de carteles convocando una marcha por Olivio Gomes, otro hombre negro, de 28 años, muerto a manos de la policía.

Para intentar revertirlo, Adja está implicada en el proyecto de La révolution est en marche. Ellos tratan de ayudar, con apoyo legal si hace falta, a todas aquellas víctimas de injusticias sociales, sobre todo con respecto al trabajo o el alojamiento. Lo hacen sin ningún apoyo público. "Nos han cerrado las puertas", lamenta. "A pesar de todo, logramos cosas", añade la activista, que remarca la importancia que tiene la solidaridad entre vecinos, que "en la banlieue es más fuerte que en ningún sitio".

La socióloga Marie-Helene Bacqué, profesora en la Universidad Paris Nanterre, ha estudiado especialmente la vida de los "jóvenes de barrio" en la banlieue de París, ha hablado con decenas y decenas de ellos, que no tienen las mismas oportunidades que el resto de franceses. "Viven las desigualdades cada día, desde el acceso al trabajo hasta el alojamiento, pasando por el racismo policial", concluye después de sus estudios. Señala que nada ha cambiado porque no se han puesto en marcha políticas reales contra la discriminación y las desigualdades. Y la subida de la extrema derecha sólo lo empeora: "La extrema derecha se ha desacomplejado y la estigmatización racial y religiosa se han reforzado".

¿A las urnas?

La subida de la extrema derecha es una realidad y una preocupación. El pasado 10 de abril, en la primera vuelta de las presidenciales, sumaron hasta un tercio de los votos en las urnas. Eso quiere decir uno de cada tres franceses. Durante la campaña, Eric Zemmour -nacido y crecido a la banlieue de Paris- aprovechó los disturbios que había en Sevran, también en la banlieue, por la muerte de un hombre de 33 años por parte de la policía. Y metió más gasolina : "Sevran es uno de estos enclaves extranjeros donde la República no existe y la ley es aplicadapor  milicias, por las capos de la droga, por los imanes". Entre las propuestas de Marine Le Pen hay un referéndum para detener la inmigración, expulsar a los "delincuentes", prohibir el reagrupamiento familiar o vetar el velo en el espacio público. Una amenaza.

En Argenteuil los resultados fueron otros. En la primera vuelta, Jean-Luc Mélenchon, de la izquierda radical, estuvo a una décima del 50%, quedándose en el 49,89% de los votos. En segunda posición quedó Emmanuel Macron, con el 21,1% de los sufragios, mientras Marine Le Pen hizo el 12,5% y Éric Zemmour el 4,4%. Nada que ver con la media francesa. Los carteles de Mélenchon sigue intactos en la cité de la Val d'Argent. Quizás esta gran bolsa de votantes, que se extiende por toda la banlieue norte de París, explica que Macron haya hecho uno de los últimos desplazamientos de la campaña de la segunda vuelta a Saint-Denis. Son muchos votos que acostumbran a abstenerse.

Este domingo, estos franceses se encuentran en una disyuntiva: frenar a la extrema derecha aunque nada cambie o quedarse en casa. Mammadou lamenta que los políticos nunca hablen de barrios como el suyo, tampoco ninguno de los dos que ahora se presentan. "No viven aquí, no conocen la realidad", asegura. Explica que en la primera vuelta votó por Mélenchon, que representaba cierta esperanza de cambio. "Pero ahora... No está mi opción este domingo", admite este joven negro, que añade: "Si voy a votar, votaré por Macron. Pero realmente no tenemos donde escoger". La única certeza que tiene es que "con Le Pen será mucho peor".

"Nos han dicho durante años que fuéramos a votar, que cambiarían las cosas. Han pasado los años y no ha cambiado nada. La historia de ahora ya la vivimos con Jacques Chirac y Jean-Marie Le Pen en 2002. Se repite y no cambia nada", reflexiona Morad, que se pregunta realmente qué cambiaría con la reelección de Emmanuel Macron. También se sitúa en un escenario de victoria de la extrema derecha: "Si pasa, ¿qué? Sólo nos queda irnos, hacer las maletas. No te planteas qué harás los próximos cinco años, sino qué harás durante el próximo año". Aprovecha para rechazar las propuestas de la candidata del Reagrupamiento Nacional: "¿De qué inmigrantes habla? Yo soy francés. Mis hijos son franceses".

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FOTO: El Morad, exmilitar de 41 años, votó por Jean-Luc Mélenchon en la primera vuelta (Nicolas Tomás)

Adja Traoré plantea la misma duda: "Que sea Macron o Le pen, en realidad... Nos dicen que las cosas van a cambiar pero no cambian". Pero al mismo tiempo la activista se pone nerviosa cuando piensa en una hipotética victoria de Marine Le Pen. "Es que no me lo quiero ni imaginar", dice

 

Foto principal: Mural en un edificio de la cité de la Val d'Argent: "Dejadnos soñar" (Nicolas Tomás)