Ya lo advertían las portadas de los diarios progresistas franceses a lo largo de esta semana. "Extrema derecha, un peligro más que nunca," titulaba Libération el jueves pasado. Y el viernes lo advertía el director de Le Monde en su editorial: "El rol del diario no es dar apoyo a un candidato. Pero ante el riesgo de la abstención llamamos a todo el mundo a votar y afirmamos que las candidaturas de Marine Le Pen y Eric Zemmour son incompatibles con todos nuestros principios". Y así ha acabado pasando: la extrema derecha era un peligro y ha sumado este domingo un tercio de los votos. ¿Cómo ha sido posible?
Nada de todo esto, como tampoco las elecciones de hace cinco años, no se entiende sin la estrategia de Marine Le Pen cuando se puso al frente del entonces Frente Nacional, hoy Reagrupamiento Nacional. Puso en marcha lo que ellos mismos bautizaron como una desdiabolización: partían de la idea de que estaban "diabolizados" por el sistema y por los medios y que había que renovar la fachada: purgar el discurso de elementos casposos (antisemitismo y negacionismo del Holocausto, por ejemplo) y añadirle elementos que le permitieran una renovación. La inmigración no dejaba de ser el caballo de batalla, pero aparecían nuevos enemigos: la globalización, las multinacionales, los burócratas de Bruselas...
Pero ha habido un salto cualitativo en esta campaña, como apunta Nonna Mayer, profesora en la SciencesPo de París y especialista extrema derecha. "Ha hecho una muy buena campaña, moderada y sin sobresaltos," asegura la investigadora, que subraya como "ha jugado muy bien" sobre el poder adquisitivo. La subida de precios, que se arrastra desde los chalecos amarillos, es la principal preocupación de los franceses según todas las encuestas. Y todavía más de sus potenciales votantes, que son los de categorías de ingresos más bajas. También ha logrado esquivar patatas calientes, como su apoyo pasado a Vladímir Putin, con quien mantenía relaciones políticas e incluso económicas. "Ha actuado con rapidez y agilidad para condenar la agresión rusa a Ucrania", constata Mayer. Y no le ha acabado pasando factura.
Mayer: "Zemmour ha ayudado a Le Pen. La ha normalizado del todo, haciéndola aparecer como menos radical"
El hecho más sintomático ha sido la irrupción del polemista Eric Zemmour, todavía más radical. Al principio había muchos nervios dentro de las filas del Reagrupamiento Nacional por una división de la extrema derecha. Intentaron que retirara la candidatura. Pero, contra todo pronóstico, ha acabado beneficiándola. "Zemmour ha ayudado a Le Pen, ha sido la contraparte. La ha normalizado del todo, haciéndola aparecer como menos radical", asegura Nonna Mayer. "Ella ha adquirido un estatus de presidenta de la República que no tenía", añade. No en balde, en la cartelería se ha presentado como "mujer de Estado". El resultado es que se ha ampliado la base de votantes de la extrema derecha: en la primera vuelta de 2017 representaron el 25% de los votos entre Marine Le Pen y Nicolas Dupont-Aignan. Este domingo fueron el 34% de las papeletas. Uno de cada tres franceses.
Que aparezca como a menos radical en la opinión pública no quiere decir que haya dejado de serlo. Su programa, sus propuestas, son las mismas. Sigue planteando una reforma de la Constitución francesa para introducir la "preferencia nacional", según la cual el acceso a los lugares de trabajo, a los alojamientos o a las ayudas sociales estaría reservado a las personas con nacionalidad francesa. También quiere restringir el derecho de asilo (que las peticiones se tengan que hacer "fuera del territorio nacional") o suprimir el reagrupamiento familiar. Unas propuestas que, según los expertos, no serían constitucionales ni respetarían los tratados de la Unión Europea.
Le Pen ha moderado su imagen, pero el programa sigue siendo el mismo
La extrema derecha se ha consolidado como el voto de castigo en Francia, ampliando su base a los votantes más desfavorecidos, como se ha visto durante los últimos años, elección tras elección. Y ahora es una amenaza real. Con la vista ya puesta en la segunda vuelta del 24 de abril, las encuestas están cada vez más ajustadas. Las hay que sitúan a Marine Le Pen en el 49%, sin tener en cuenta el margen de error. "Estamos ante una elección de civilización", advertía la presidenciable este domingo.