¿Es posible que un gitano y catalán vote por un partido xenófobo y nacionalista francés como el Reagrupamiento Nacional? En Perpinyà todo es posible, como confirma Toni, un gitano catalán del barrio de Sant Jaume. "¡Hay muchos, de estos!", certifica desde la terraza del Café Floreal, en la plaza Josep Cassanyes. Es reticente a dar su opinión sobre Marine Le Pen, sube a caballo ganador ("¡Macron, Macron!"); pero levanta el pulgar convencido cuando se le pregunta por Louis Aliot, al alcalde ultra de la ciudad. Con 120.000 habitantes, es el municipio mayor gobernado por la extrema derecha francesa. No en balde, la candidata decidió cerrar la campaña de la primera vuelta en la capital de la Catalunya Nord.
Sintomático, la región de Occitania y el departamento de Pirineos Orientales (Catalunya del Nord) son de los territorios más a la izquierda de todo el Estado francés. Pero en junio de 2020, en plena pandemia, Louis Aliot, expareja sentimental de Marine Le Pen, consumó el asalto y se convirtió en alcalde con 53% de los votos en segunda vuelta. Le tomó al alcalde de Béziers, Robert Menard, el relevo de mayor ciudad gobernada por la extrema derecha. Y el pasado domingo 10, todo el mapa, tanto Perpinyà (27,3%) como Pirineos Orientales (32,7%) y Occitania (24,6%) se tiñeron de negro, de negro lepenista. También en lugares simbólicos como Elna (36,7%) o Argelers (32,6%).
Con 120.000 habitantes, Perpinyà es la mayor ciudad gobernada por la extrema derecha francesa
Ya ha llegado el tiempo primaveral y no ha pasado el ciclo electoral, que culminará en junio con las elecciones legislativas. Es fácil escuchar conversaciones animadas en las terrazas de los cafés del centro de Perpinyà sobre qué va a pasar. "Con todo lo que han dicho de ella, y con todos los llamamientos a faire barrage (bloquearla), es un milagro que haya llegado donde ha llegado", reflexiona una mujer de edad avanzada. "Efectivamente", le responde su hija. Hasta el punto que creen que es posible un cambio.
La relación de Marine Le Pen con la ciudad de Perpinyà es, desde hace muchos años, muy estrecha. Especialmente a raíz de la relación sentimental que mantuvo con Louis Aliot, hoy portavoz de su campaña presidencial. Hasta el punto, como señala al sociólogo Gautier Sabrià, que se ha ganado la simpatía de sus habitantes en un enclave muy alejado de París, que no está acostumbrado a ver "a los políticos de Paris". En cambio, contrapone Sabrià, "es relativamente encontrarse Marine Le Pen tomando un café o paseando, como una vecina más".
El factor personal puede ayudar, y mucho, pero Perpinyà cuenta con todos los ingredientes para ser un cóctel explosivo. Es una de las ciudades más pobres de Francia: antes de la pandemia, el 32% de su población vivía por debajo del umbral de la pobreza. También es uno de los territorios más golpeados por el paro: con cifras oficiales de finales de 2021, llegaba hasta el 13% de la población, de las más altas de todo el país, cuando en buena parte de Francia se sitúa entre el 4 y el 6%. Y es una ciudad que ha visto pasar a los políticos tradicionales sin que resuelvan nada. El clan familiar de los Alduy se repartieron el poder durante cincuenta años: el padre Paul Alduy de 1959 en 1993 y el hijo Jean-Paul Alduy de 1993 en el 2009. Les sucedió Jean-Marc Pujol, también de la derecha tradicional y también acusado de clientelismo, que acabó de allanar el camino a los ultras.
Pablo Bonat: "Lo han probado todo y no ha funcionado. Ni la derecha tradicional en el Ayuntamiento ni la izquierda en el departamento"
Pablo Bonat hace nueve años que llegó a Perpinyà desde Barcelona y ha podido captar la evolución durante la última década. Este profesor de catalán en un instituto público señala varios factores para explicar la fuerza que tiene la extrema derecha en la ciudad. Por una parte, un hartazgo de los políticos tradicionales. "Lo han probado todo y no ha funcionado. Ni la derecha tradicional en el Ayuntamiento ni la izquierda en el departamento", constata. Por otra parte, que es un "enclave", que incluso hay que remontarse al Tratado de los Pirineos, que lo ha convertido hasta hoy en un "territorio dejado", abandonado y aislado, que ha caído demasiado lejos de París. Si a eso se le suma las cifras de pobreza y precariedad, concluye Bonat, el Reagrupamiento Nacional tiene perspectivas, como se ha visto.
En la misma línea va el diagnóstico que hace Gautier Sabrià, especialista extrema derecha. "Hay un efecto a nivel estatal: las clases populares se están yendo a la extrema derecha. Y, si se trata de hablar de precariedad, ningún mejor ejemplo que la Catalunya Nord", sostiene este sociólogo perpiñanés. Aparte, añade como Perpinyà se ha convertido en un "banco de pruebas" para Marine Le Pen, donde ha desplegado muchos esfuerzos y ha podido evaluar su nueva estrategia de "desdemonización". Como hace la candidata presidencial, el actual alcalde llegó al poder siendo próximo –ya no era el típico candidato enviado desde París– y centrando su discurso en la cuestión económica y social. Y también jugando con la catalanidad, con la cuestión folclórica, como cuando prometió que el primer pleno municipal sería bilingüe, en francés y catalán. Un discurso impostado –acabó siendo exclusivamente en francés y ha perseguido judicialmente iniciativas por el catalán– pero que ha permitido que se extienda más allá: a pesar de la abstención más elevada, el Reagrupamiento Nacional fue la primera fuerza en Córcega en primera vuelta, con el 28,5% de los votos. "Perpinyà ha sido un banco de pruebas y un éxito para la extrema derecha", sintetiza Sabrià. Tanto él como Bonat constatan, además, que no ha existido una oposición ciudadana organizada que le plante cara; que todo el mundo ha mirado por sus "capillitas".
¿Ha cambiado algo con la extrema derecha en el poder? Según Gautier Sabrià, muy poco. "Los primeros meses estuvieron marcados por la covid y el confinamiento. Después no he visto mucha diferencia", admite el sociólogo. Quizás en la presencia policial, apunta. De hecho, antes de esta conversación en la plaza Cassanyes, se ha producido un redada en un piso. Han llegado hasta una veintena de agentes. Pablo Bonat apunta que sí que ha cambiado en una cosa: la comunicación. "Comunica cualquier cosa que hace. Y cada dos por tres aparece en las tertulias de París. Da la apariencia que Perpinyà juega algo en París", explica el profesor.
Gautier Sabrià: "Perpinyà ha sido un banco de pruebas y un éxito para la extrema derecha"
Y con eso parecen tener suficiente. Los vecinos de Perpinyà ven cómo tampoco ha sido el desastre que decían el resto de políticos, que ha hecho como sus predecesores e incluso ha incidido más en aspectos como la seguridad. Algunos dicen que votarán por Marine Le Pen y muchos otros prefieren reservarse el sentido de su voto. Pero el banco de pruebas de Perpinyà ha permitido normalizar la presencia de la extrema derecha.
El barrio-paradigma
En la plaza del Puig se escucha incluso un gallo cantar. Y eso que Sant Jaume es un barrio céntrico de una ciudad importante. Pero no ha perdido del todo las esencias: los habitantes en la calle, los niños jugando hasta la madrugada, los olores... Y lo que no es tan romántico, como la suciedad o la droga. Se ha llegado a calificar de "gueto" por la prensa y coinciden todos los requisitos de la miseria: la tasa de pobreza más alta de Francia, un paro del 80%, un ausentismo escolar en cifras similares... La degradación se ve en sus edificios, muchos de los cuales se aguantan de pie por grandes vigas de hierro que en la mayoría de casos –no siempre– impiden que se hagan escombros. Sant Jaume también es el barrio de los "gitanos catalanes" y desde hace unas décadas también de magrebíes, hecho que ha provocado conflictos. Y un barrio paradigmático de la extrema derecha en Perpinyà, donde los gitanos pueden elevar a alguien como Louis Alliot a alcalde.
Pasó en 2017 en las presidenciales y el 2020 en las municipales. Al frente, haciendo campaña, había Alain Jiménez, también conocido como Nounours (oso de peluche, en francés), un importante representante de la comunidad gitanocatalana de Perpinyà. Se implicó de pleno y movilizó el voto por la extrema derecha, harto de los partidos tradicionales, de la miseria y, por qué no decirlo, de la comunidad magrebí. Llegó a ser contratado por el nuevo ayuntamiento, pero él se rebeló cuando vio que su política en Sant Jaume era la misma que la de los predecesores. "Dije que era un embustero y en tres días estaba en la calle", asegura.
Jiménez: "Entre Macron y Le Pen, no tengo ninguna duda. Ella tiene más ventajas para nosotros. Él va contra los pobres"
En la primera vuelta ha hecho campaña por Mélenchon ("tenía que ganar, tenía que ganar"), y de hecho ganó en el barrio el pasado domingo 10. Pero, de cara a este domingo, Alain Jiménez volverá a la casilla de salida: "Si Marine hace las cosas bien, la prefiero. Entre Macron y ella, no tengo ninguna duda. Ella tiene más ventajas para nosotros. Él peor no puede ser peor. Ha matado los hospitales, la gente, los viejos... Lo ha matado todo. Es un criminal". Matiza que no le "gusta" especialmente Le Pen, pero no se arrepiente de nada de lo que haya hecho.
A Nounours no le preocupa que el Reagrupamiento Nacional sea un partido de extrema derecha con acusaciones de racismo. "Racista... Lo es con los malos. No con nosotros, la gente tranquila". Y lo lleva inmediatamente a su campaña contra el actual presidente de la República: "Preferimos ser acusados de racistas que tener la vida imposible. Macron va contra los pobres".
En las antípodas está Louisa Bengueddache, de origen argelino. Dice que habla un poco de catalán "porque ha crecido en Sant Jaume", pero no se atreve. Está en un local, con otras vecinas, repartiendo comida. Cada día preparan entre 400 y 450 comidas. "Ven por la noche, es desgarrador la pobreza que hay", lamenta. Ellos no hacen distinciones: "Aquí nos viene de todo y los atendemos: franceses, argelinos, marroquíes, gitanos... De todo". No puede decir lo mismo de los políticos, que hacen "favoritismo" según el origen. Tampoco del ambiente que se ha creado: "Si eres francés te mirarán de una manera, y si eres argelina, como yo, de otra. Pero yo también soy francesa, ¿eh?".
A pesar del "favoritismo" y la "estigmatización", es capaz de verle cosas buenas a Louis Aliot, que "ha hecho trabajo", "ha limpiado" y "hay más policía, que a nosotros no nos concierne". También es capaz de comprender que sus vecinos puedan acabar votando por Marine Le Pen: "La gente está harta. Sobre todo por|para el poder adquisitivo. Ahora una botella de aceite cuesta cuatro euros. ¡Cuatro euros! La gente lucha por ella misma porque no les da para vivir".
Louisa siempre ha estado muy implicada en nivel político. Recuerda como incluso la recibió el presidente François Hollande. En la primera vuelta votó e hizo votar por Jean-Luc Mélenchon para cargarse a Marine Le Pen. "Casi lo consigo", dice risueña. Y en la segunda vuelta también lo tiene claro: "¿Has apuntado que será Macron quien ganará?", se quiere asegurar. Habrá que ver si sus vecinos piensan lo mismo. Todo parece indicar que no.