La mascarilla facial para conseguir un punto de hidratación sin acabar con la cara sobresaturada de grasas y químicos no es el único producto estrella que ha llegado desde Corea del Sur con ánimos y ganas de quedarse. Los norteamericanos ya están asustados si por culpa de los aranceles tienen que cambiar sus rutinas de skincare. Al lado de estos productos hay los fideos. Los fideos coreanos han dejado de ser un simple plato rápido para convertirse en un auténtico fenómeno global. Su éxito no solo se puede explicar por el sabor picante o por su presencia constante en las redes sociales.
Este boom se inscribe dentro de una estrategia más amplia: la proyección internacional de Corea del Sur a través de lo que se denomina soft power —el poder de influir mediante la cultura. Cultura popular al servicio de la diplomacia Desde el K-pop hasta los K-dramas, pasando por el cine o la cosmética, Corea del Sur ha conseguido posicionar como un referente cultural global. Igual que, en su momento, hizo Japón con la avalancha de sushi –y sus variedades– y dibujos animados.
En este contexto, los ramyeon —fideos instantáneos coreanos— se han convertido en un icono gastronómico que exporta identidad nacional con cada paquete. El gobierno surcoreano ha hecho del apoyo a la cultura popular una pieza clave de su política exterior. Y la comida es una parte fundamental. No es casualidad que las escenas de series coreanas a menudo incluyan comidas con fideos, ni que el producto se haya convertido en un elemento habitual en retos virales en redes como TikTok o YouTube.
Quien más quien menos habrá visto vídeos en las redes sobre las tiendas de conveniencia y la oferta que se puede encontrar, combinado con unos precios muy accesibles. La variedad de comida y la curiosidad que genera hace que miles de vídeos circulen, simplemente, para mostrar qué comprar y comer.
El 'soft power' más de moda
Una economía que también exporta cultura Según datos de la Korea Customs Service, solo el año 2022 Corea del Sur exportó más de 765 millones de dólares en fideos instantáneos, una cifra récord que supone un incremento del 18,4% con respecto al año anterior. Los principales destinatarios fueron China, los Estados Unidos, Japón y el Asia del Sur-este, pero Europa también muestra un interés creciente.
El producto no solo viaja bien, sino que llega con una carga cultural reconocible, asociada a modernidad, tendencia e identidad. Y eso lo convierte en una herramienta ideal para proyectar influencia de manera amable y efectiva. Comer que construye relatos. Seúl, al contrario que Pyongyang, apuesta por la conexión y el intercambio cultural. En este sentido, incluso un paquete de fideos se puede convertir en símbolo de modernidad, de apertura y de un modelo de sociedad exportable. La comida, pues, no solo alimenta: comunica. Igual que también comunican los productos faciales o la ropa.
Y en el actual contexto internacional, convulso y complejo, saber comunicar bien es más valioso que nunca. Los ramyeon coreanos triunfan por su combinación de sabor, accesibilidad e imagen potente. Pero detrás del embalaje chillón y el sabor intenso, hay también una estrategia de país que ha sabido transformar un simple producto en un instrumento de proyección internacional.
En un mundo donde la diplomacia a menudo se juega en terrenos no convencionales, incluso un cuenco de fideos puede ser un gesto político. Habrá que pensar la próxima vez que se coma un plato de estos fideos o se adentre en un restaurante de barbacoa coreana.