En 1859, Edwin Drake perforó el primer pozo de la historia en Titusville, a una profundidad de unos 21 metros y dando por descubierto este combustible. Aquí, en el estado de Pensilvania, la oposición que Kamala Harris ha expresado al 'fracking', una perforación agresiva para extraer petróleo, resuena con fuerza entre detractores y defensores (aunque solo genera un 1% de los puestos de trabajo). Aquí, en el estado más poblado de los estados clave, en el estado donde el voto latino será decisivo, en un estado muy rural y muy industrial al mismo tiempo, aquí, donde las campañas de ambos candidatos se han dejado más dinero, está la patata caliente de los comicios.
Quien gane en Pensilvania ganará el billete a la Casa Blanca, se atreven a vaticinar algunos analistas. Por ello, Donald Trump visita, dos días después del comentario racista sobre Puerto Rico del cómico Tony Hinchliffe que ha desatado el enfado de la comunidad latina, la ciudad de Allentown, donde más de la mitad de la población es latina y puede tener una de las claves electorales. Y por ello también, Obama estaba el lunes por la noche en Filadelfia con Bruce Springsteen, mientras que Kamala Harris estará el miércoles en Harrisburg. Es también en este estado, no obstante, en la ciudad de Butler, donde Trump dibujó su perfil de mártir heroico al recibir un tiro en la oreja el pasado mes de julio y cuando regresó, hace tres semanas, empezando su mitin con la frase: "Como os estaba diciendo…". Es también aquí donde Elon Musk ha hecho más esfuerzos por convencer a la gente de votar a Trump.
La clave del voto latino
Pensilvania otorga 19 votos electorales de los 538 que conceden en total los estados del país, que hacen que el ganador necesite una mayoría de 270 para ser presidente. Es el estado clave que más votos reparte y, entre los 13 millones de votantes, 580.000 son latinos, de los cuales 450.000 son originarios de Puerto Rico. Con mayoría demócrata en esta comunidad, como sucede entre los afroamericanos, la cantidad de indecisos que decida votar a Trump o a Harris puede acabar de decantar la balanza.
Por todo ello, es relevante que sea justamente en este estado donde estén corriendo más los mensajes de indignación por el comentario del cómico Tony Hinchcliffe asegurando que Puerto Rico es "una isla de basura", entre una población de latinos que llega al medio millón de latinos y con mayoría de descendientes. La máxima representante de Puerto Rico en el Congreso, Jenniffer Garcia, expresó su rechazo en redes, y un seguidor de Trump de origen portorriqueño de Allentown, Samuel, reconocía a ElNacional.cat que, aunque no le haría cambiar el voto, el comentario le había "sacado de quicio" y que "había molestado a toda la comunidad". "Entiendo que no es Trump quien lo ha hecho", relativizaba, "y espero que los demás votantes piensen igual".
El alcalde demócrata y latino de esta ciudad, Matt Tuerk, explicaba también a este medio que se había sentido herido y que este podía ser "el October surprise que decantara las elecciones", expresando quizás más un deseo que una predicción. Otros demócratas latinos de la región, como la concejala de Filadelfia, Quetcy Lozada, y el alcalde de Reading, Eddie Morán, se sumaban a la presión este lunes pidiendo un voto de castigo contra Donald Trump.
Un estado de ganadores
En 2020, Biden superó a Trump por solo un 1,2% de los votos, 72.000 votos de diferencia que decantaron estos 20 votos electorales, matemática que otorga una tremenda fuerza al medio millón de latinos de esta región. Joe Biden ganó las elecciones por 74 votos electorales en el recuento global, por lo que un tercio los consiguió aquí. En 2016, fue Trump quien derrotó a Hillary Clinton en Pensilvania por un 1,2% de los votos, los mismos 72.000 que en las últimas elecciones. Y el republicano ganó la carrera a la Casa Blanca. Obama, tanto en 2008 como en 2012, repitió esta tendencia que dice que quien gana en Pensilvania gana las elecciones.
En el mismo estado de Pensilvania conviven 19 condados urbanos, con ciudades industriales de fuertes raíces en la producción del acero como Pittsburgh, algunas ciudades industriales y pesqueras del entorno del lago Erie, uno de los que alimenta las cataratas del Niágara, con 48 condados rurales que aglutinan una cuarta parte de la población, unos 3 millones de residentes, con 53.000 granjas. Los 280.500 empleos y beneficios de 10.900 millones compiten con los 388.000 puestos industriales, pero no con los 101.850 millones de beneficios, diez veces más, el 12% de la región. A pesar de todo, más allá de los icónicos trabajadores rurales e industriales de Pensilvania, hoy en día predominan los del sector salud, educación, inmobiliaria y servicios.
Un cubano, un dominicano y un puertorriqueño que atienden en una misma tienda o un camarero que habla en árabe a una cliente en el bar de al lado, en Allentown, resumen en menos de 100 metros cuadrados la diversidad étnica, y no solo laboral y paisajística. Una diversidad que, en una de las carreras electorales más ajustadas que se recuerdan, puede no perdonar los ataques a una comunidad, por mucho que no sea un candidato, sino un invitado secundario, quien los profese.