De los genios aparecidos a lo largo de los siglos XIX y XX, muchos son judíos, a pesar del pequeño porcentaje que representan respecto del total de la población mundial. Sarah Bernhardt, Franz Kafka, Albert Einstein, Rosalind Franklin, Benjamin Disraeli y Karl Marx son algunos ejemplos. Un artículo de opinión en el The New York Times firmado por el columnista Bret Stephens trata de explicar el porqué de este hecho.
A pesar de que la respuesta más común, tal como reconoce el autor del artículo, es pensar que "los judíos son, o tienden a ser, inteligentes", la respuesta es más compleja. "Es cierto que los judíos asquenazís tienen el coeficiente intelectual más alto que cualquier otro grupo étnico, pero la respuesta que explica la originalidad y el propósito de la mentalidad especial es más difícil", asegura Stephens.
"Ashkenazi Jews might have a marginal advantage over their gentile peers when it comes to thinking better. Where their advantage more often lies is in thinking different," says Bret Stephens. https://t.co/XQngBOMqmQ
— New York Times Opinion (@nytopinion) December 28, 2019
Según el artículo, "el genio judío opera diferente. Es propenso a cuestionar la premisa y repensar el concepto; preguntar ¿por qué (¿o por qué no?) tan a menudo cómo ver el absurdo en aquello mundano y aquello sublime en lo absurdo. Los judíos asquenazís pueden tener una ligera ventaja con respecto a sus semejantes a la hora de pensar mejor. Su ventaja se encuentra en pensar diferente", apunta al autor.
Stepehens apunta que el pensamiento diferenciado del genio judío tiene diferentes causas. "Hay una tradición religiosa que, a diferencia de otros, pide al creyente no sólo que observe y obedezca sino que también discuta y discrepe. Los judíos siempre se han encontrado con la condición de ser una minoría, familiarizándose con las costumbres del país, pero manteniendo también una distancia crítica", asegura. "Según Einstein, hay una creencia moral, encarnada en el pueblo judío, de que la vida del individuo sólo tiene valor [en la medida que] ayuda a hacer la vida de cada ser vivo más noble y más bonita", explica.
Por último, Stephens añade que a lo largo de su historia de persecución y exilio, los judíos han aprendido que "todo lo que parece sólido y tangible es perecedero, mientras que todo aquello que es intangible —el conocimiento por encima de todo— es potencialmente eterno".