Este lunes habrá pasado una década desde que un Airbus A320-200 de la compañía alemana Germanwings (filial de Lufthansa) se estrelló en los Alpes franceses con 144 pasajeros y 6 tripulantes a bordo. El 24 de marzo del 2015, el vuelo 9525 salió de Barcelona en dirección a Dusseldorf, pero nunca llegó a su destino. Diez años después, el recuerdo de esta tragedia continúa vivo, especialmente en Catalunya, ya que muchas de las víctimas eran catalanas. Este domingo en el aeropuerto del Prat se conmemora el aniversario de una de las peores catástrofes aéreas en Europa, un siniestro que marcó un antes y un después en la seguridad en los aviones y dejó una profunda huella en la memoria colectiva.
La aeronave desapareció de los radares a las 10:39 de la mañana, cuando sobrevolaba la región de Provenza. Según los informes posteriores, el avión había empezado un descenso continuado y no respondió a las comunicaciones de los controladores aéreos franceses. Cuando se confirmó el accidente, se activaron inmediatamente las operaciones de rescate. Los equipos de emergencia describieron un escenario devastador: el avión se había estrellado a gran velocidad contra una zona montañosa del municipio de Prads-Haute-Bléone (Provenza-Francia) y no había ninguna posibilidad de encontrar supervivientes.
Entre las víctimas había 70 ciudadanos alemanes y 40 personas de origen catalán y valenciano, además de pasajeros de otras nacionalidades. Entre aquellas víctimas mortales había vecinos de Cornellà de Terri, Banyoles, Amer, Olot, Girona, Sant Cugat del Vallès, Mollet del Vallès, Badalona, Argentona, Tiana, Premià de Mar, Mataró, Barcelona, Pallejà, Sant Just Desvern, Sabadell, Sitges, Tona, Reus, Lleida y Torrent (País Valencià). La mayoría de estas víctimas se desplazaban a Alemania por motivos profesionales, pero en aquella trágica lista también había grupos familiares y menores de edad. También destacan las muertes de 16 estudiantes alemanes de un programa de intercambio de un instituto de Llinars del Vallès y la cantante de ópera Maria Radner, que volvía de una actuación en el Gran Teatro del Liceo.
Un acto deliberado
Las investigaciones revelaron que el accidente no había sido fruto de un fallo técnico ni de un error humano convencional. Según las cajas negras, el copiloto Andreas Lubitz aprovechó la ausencia del comandante para encerrarse dentro de la cabina y programar manualmente el descenso hasta el impacto. Los intentos desesperados del piloto para acceder a la cabina quedaron grabados en los audios, con la grabación de golpes fuertes en la puerta de la cabina, así como los gritos de los pasajeros poco antes del impacto. Lubitz había ocultado a la compañía aérea que sufría graves problemas psicológicos, una condición que influyó de manera decisiva en la tragedia. La investigación posterior reveló que el copiloto estaba de baja por problemas médicos y que los médicos le habían indicado que no tenía que volar. A pesar de eso, Lubitz ocultó esta información tanto a la empresa como a su propia familia.
Las autoridades alemanas registraron el domicilio de Lubitz en la localidad alemana de Montabaur, donde encontraron un ordenador y otros efectos personales que los permitieron avanzar en la investigación posterior al accidente. Descubrieron evidencias que estaba tomando medicamentos por una enfermedad psicosomática. Además, los investigadores localizaron búsquedas realizadas por el copiloto en internet sobre métodos de suicidio y los mecanismos de seguridad de la cabina del piloto. Durante el análisis de su historial médico, se descubrió que Lubitz había sido tratado por tendencias suicidas antes de su formación como piloto y que, incluso, se le había negado temporalmente la licencia de vuelo en los Estados Unidos por este motivo. Los informes finales de la investigación confirmaron que Lubitz sufría una depresión psicótica grave, que hizo que perdiera el control sobre su salud mental y que tomara la trágica decisión de estrellar el avión.
El impacto del accidente provocó cambios inmediatos en la normativa internacional. La Agencia Europea de Seguridad Aérea estableció nuevas regulaciones que obligaban a mantener siempre a dos personas autorizadas dentro de la cabina. Varias aerolíneas adoptaron estas medidas voluntariamente para evitar que un episodio similar se pudiera repetir. Sin embargo, las familias de las víctimas han seguido reclamando una revisión más profunda de las políticas de salud mental para los pilotos y mecanismos de control más estrictos para evitar que profesionales con problemas psicológicos graves puedan operar aviones comerciales.
El dolor de las familias
Germanwings ofreció una compensación inicial de 50.000 euros por víctima y posteriormente las cantidades oscilaron entre los 20.625 y los 105.000 euros para cada familia. Muchos afectados han considerado que el dinero no les hará olvidar la pérdida y el dolor sufridos. Lufthansa, matriz de Germanwings, se ha comprometido a seguir dando apoyo a las familias, especialmente en el mantenimiento de los actos conmemorativos anuales.
En este sentido, este domingo en el aeropuerto d' El Prat, desde donde despegó el avión, se hará un homenaje con la presencia del president de la Generalitat, Salvador Illa, y el president del Parlament, Josep Rull. Paralelamente, muchos familiares de las víctimas se desplazarán a Prads-Haute-Bléone, el pueblo más próximo a la zona del impacto, donde Lufthansa organiza el tradicional acto conmemorativo. Asimismo, este año habrá una novedad: el próximo 6 de abril se colocará una placa conmemorativa en Montserrat para ofrecer un espacio de recuerdo más próximo para los afectados catalanes. Según Lourdes Bonet, presidenta de la Asociación Afectados por el Vuelo Germanwings 9525, Montserrat ha sido el lugar escogido porque "las víctimas murieron a la montaña y para los catalanes, Montserrat es un símbolo muy especial", así lo ha explicado en una entrevista con ACN.
Diez años después, el dolor persiste entre los que perdieron sus seres queridos. Para muchos, esta efeméride no es solo un recuerdo, sino también una reivindicación para que tragedias como esta no se vuelvan a repetir. La cicatriz de Germanwings está todavía presente, y las familias siguen luchando para que la memoria de las víctimas no quede en el olvido.