La vicepresidenta de Estados Unidos y candidata del Partido Demócrata a la Presidencia para las elecciones de noviembre, Kamala Harris, es proclive a un control más estricto y restrictivo de las armas, uno de los eternos debates sensibles al país, especialmente con respecto a las armas de asalto. Por el contrario, la defensa de la segunda enmienda de la Constitución americana, que blinda el derecho a la tenencia, es habitualmente una de las banderas que enarbolan el Partido Republicano y los sectores y lobbies conservadores de los EE.UU., como la influyente Asociación Nacional del Rifle. El debate sobre la cuestión es constante allí, y lo reflotan los sectores progresistas cada vez que hay un tiroteo en una escuela o se pone el foco sobre el elevado número de incidentes violentos que ocurren. "Se tiene que poner límites"; dicen unos; "la mejor defensa contra un malhechor armado es uno de los buenos también armado", dicen los otros, que además lo atribuyen a veces a una problemática de salud mental y no de regulación de armas, a la vez que defienden la tenencia como una manera de proteger su propiedad privada.
En medio de la campaña presidencial, que dará lugar al retorno del expresidente Donald Trump o situará al frente del país a Harris, la candidata demócrata ha dejado esta semana de manera sutil un guiño al votante conservador. En una conversación con la archiconocida e influyente personalidad de la televisión Oprah Winfrey, célebre simpatizante de los demócratas, la vicepresidenta Harris ha anunciado que tiene un arma, sin especificar de qué tipo. Y dejado ir, de manera irónica: "Si alguien asalta mi casa, recibirá un tiro", y acto seguido se ha empezado a reír. El público la ha acompañado, si bien se pueden constatar también algunas caras de estupefacción. "Probablemente no tendría que haber dicho esto, ya lidiaran ellos [su equipo] con eso después", ha añadido, continuando en tono en broma.
En un contexto de campaña donde todo está medido al detalle por sus asesores, estas declaraciones de Harris no parecen solo una causalidad o una broma. Hay una buena parte del votante republicano tradicional al cual no le gusta Donald Trump, de estilo estridente, polémico y personalista, rodeado de causas judiciales e incluso condenado ya por alguna. Durante las primarias, esta corriente la ejemplarizó la candidata Nikki Haley, que quedó segunda en número de votos totales, si bien el trumpismo arrasó y se impuso claramente el liderazgo del expresidente. También se han expresado en contra de Trump una de las influyentes familias republicanas, los Cheney: el todopoderoso vicepresidente de George W. Bush, Dick Cheney, que ha sido todo un tótem del conservadurismo americano, anunció recientemente que votaría a Kamala Harris porque considera que Trump no está legitimado para volver a tener poder después del asalto al Capitolio que instigó con mentiras sobre un supuesto fraude electoral al perder las elecciones contra Joe Biden.
Harris, que ha trabajado la imagen de presidenciable, ha dejado también otros mensajes similares para apelar al votante rural, blanco y conservador que votaría republicano pero no a Trump. Por ejemplo, su tándem electoral. Ella es una mujer negra, californiana —feudo demócrata— y progresista y, como candidato a vicepresidente, escogió el gobernador Tim Walz, un hombre blanco de edad avanzada y de una zona rural del interior del país, Minnesota, que además es un conocido cazador y veterano de la Guardia Nacional del Ejército.
Con respecto a las armas, Trump la ha acusado de querer confiscar sus armas a todo el mundo y prohibirlas. Si bien en el pasado, Harris había sido mucho más dura contra la cuestión y había abogado incluso por una especie de expropiación de las armas por parte del Gobierno, en esta campaña el posicionamiento se acota a prohibir las armas de asalto, controles de antecedentes y las conocidas leyes de bandera roja —que un juez pueda quitar el arma a alguien si considera que es un peligro—.