Entre todos los hechos sin precedentes que la actual guerra entre Israel y Hamás está provocando, destaca la sorpresa de que los rebeldes hutíes, aliados del régimen iraní y que controlan gran parte del Yemen, atacaron esta semana a Israel desde una distancia de 2.000 kilómetros. Lo hicieron con cinco misiles balísticos y treinta drones de ataque. Cuatro de los misiles fueron interceptados por la Marina de los EE.UU., y el quinto, nada menos, que por Arabia Saudita. Es la primera vez en la historia que un país árabe participa de forma activa en la defensa de Israel. Esto enseña el cambio que la región ha vivido y está viviendo, a pesar de las declaraciones sauditas de apoyo al pueblo palestino y de que se hayan congelado las negociaciones de normalización con Israel.
Los países ricos del Golfo esperaban que este fuera un año de alivio de las tensiones en Oriente Medio, a fin de poder avanzar en sus ambiciosos planes de diversificación y crecimiento de sus economías. No obstante, el conflicto palestino-israelí ha vuelto a estallarles a todos en la cara. Las reacciones de estos países describen una tendencia que puede ayudar a vaticinar cómo se desarrollará tanto lo que resta de la actual contienda como lo que ocurrirá el día después.
Tanto Arabia Saudita como los Emiratos Árabes Unidos quieren debilitar a Hamás y evitar un conflicto directo con Irán, su gran Némesis. Qatar, por su parte, que apoya a Hamás financieramente y da cobijo a sus líderes políticos, quiere mantenerse relevante y no mancharse con la imagen tan negativa que la organización terrorista ha mostrado al mundo. Su interés en este momento es cumplir un rol constructivo, tanto en relación a los rehenes israelíes como a la situación humanitaria en Gaza. Ayer, el consejero de Seguridad Nacional israelí, Tzahi Hanegbi, sorprendió a todo el mundo al publicar en X (antes Twitter) un agradecimiento a Qatar por su rol positivo en la crisis de los rehenes. En el trasfondo, Qatar tiene un dilema entre su calidad de patrocinador de Hamás y a la vez aliado de los EE.UU., teniendo en su territorio la base más grande norteamericana en todo el Golfo.
Qué tienen en común Israel y Qatar
En uno de mis últimos viajes a la capital, Doha, uno de los hombres fuertes de Qatar me invitó a su casa y me dijo: “Israel y nosotros tenemos algo en común: somos países pequeños rodeados de enemigos, y por eso tenemos que ser tan cautos”. En ese sentido, el país que hasta hace unos meses era noticia por haber organizado el Mundial de Fútbol, ahora es visto como vulnerable. Sus vínculos con la organización palestina Hamás le han causado vergüenza y nerviosismo. De ahí a su función como mediador entre esta y Occidente. El país regido por la familia Al Thani intenta demostrar que todavía puede ser un aliado útil para los Estados Unidos, ayudando a liberar a algunos de los secuestrados, pero en el pequeño principado también hay signos de negación y pánico. Según un informe de The Economist, el 14 de octubre un funcionario local llamó a una periodista y afirmó que Ismail Haniyeh, líder político de Hamás, se encontraba en Turquía y no en Doha. Horas más tarde, el ministro de Asuntos Exteriores iraní se reunió ante las cámaras con Haniyeh, en el hotel Four Seasons de Doha (la red Four Seasons desmintió alojar al líder terrorista). Cuando termine la guerra, Qatar puede encontrarse bajo una fuerte presión estadounidense para que rompa sus vínculos con las organizaciones musulmanas extremistas.
Los Emiratos Árabes Unidos, que en 2020 fueron los primeros en normalizar sus relaciones con Israel en el marco de los históricos Acuerdos de Abraham, adoptaron una posición diferente. El día de la masacre perpetrada por Hamás publicaron un mensaje de simpatía hacia Israel y sus líderes llamaron muchas veces a sus colegas en Jerusalén. En Abu Dhabi y Dubai consideran un peligro el islam político promovido por Hamás e Irán, y en conversaciones privadas, sus críticas a Hamás son muy duras. Los vínculos entre los Emiratos e Israel son fuertes. La condena a Israel por parte del gobierno de Abu Dhabi a raíz del ataque al hospital Al Ahli en Gaza, fue hecha principalmente para las cámaras de TV. Posteriormente, se comprobó que había sido un cohete fallido de la Yihad Islámica, tal como ocurrió más de 500 veces en las últimas dos semanas.
Arabia Saudita pide un alto el fuego inmediato
Arabia Saudita intentó seguir un camino similar al de Emiratos en cuanto a las condenas contra Israel y el pedido de un alto al fuego inmediato. Pero no cabe duda de que la “baja intensidad” de las críticas sauditas demuestran un cambio cardinal en su posición. Hay que recordar que en un pasado no muy lejano esas críticas de Riad hacia Israel en el marco de las distintas escaladas de violencia, incluían también un llamamiento abierto a la lucha contra el estado judío, algo inexistente en la actual guerra.
El 17 de octubre, el príncipe Turki al Faisal, exjefe de la inteligencia saudita durante más de 20 años y miembro de la casa real, dijo que no perdona a Hamás por haber cometido la masacre del 7-O, y que no perdona a Israel haber aceptado durante 10 años introducir en Gaza dinero qatarí que terminó fortaleciendo el régimen de Hamás en el enclave palestino. Incluso la televisión saudita entrevistó de manera implacable a Khaled Mashal, uno de los líderes políticos de Hamás, dándole a entender que estaban solos en esta contienda y comparándolos con el Daesh-Estado Islámico. Nuevamente, todas estas cosas serían imposibles en el pasado. El día 24 de octubre, Biden y el príncipe heredero, Mohamed bin Salman, hablaron sobre la reanudación de los contactos de normalización entre Israel y Arabia Saudita, una vez acabada la crisis.
El enfrentamiento entre Israel y Hamás es el epicentro de un terremoto que tiene una onda expansiva a miles de kilómetros de la franja palestina y del sur de Israel. El nuevo Oriente Próximo que el presidente Joe Biden intenta dibujar será resultado directo de lo que ocurra en el actual conflicto entre Israel y Hamás, iniciado tras la masacre de 7 de octubre. La fecha elegida fue un intento in extremis de Irán y de sus próximos de impedir la paz entre Riad y Jerusalén.