Los ciudadanos de los Estados Unidos escogieron recientemente a un nuevo presidente para su país. Al mismo tiempo, optaron por la promesa de una nueva y renovada política exterior. Joe Biden ha expuesto en varias ocasiones su intención de revertir esta política a una a que permita al país definirse de nuevo como líder en el escenario mundial. En principio, tiene la intención de promover la seguridad, la prosperidad y los valores del Estados Unidos para renovar las alianzas y liderar los conflictos globales. Así pues, se espera del nuevo líder americano que se implique también en el reto que supone ahora mismo Hong Kong, aunque eso pueda comprometer sus relaciones con China.
En marzo del 2019 tuvieron lugar las primeras protestas en Hong Kong contra la introducción del proyecto de la -ya aprobada- ley de seguridad en el Parlamento chino. Esta ley expondrá a los residentes del territorio hongkonés en el sistema legal de China, minando así la autonomía de la región y permitiendo condenas a cadena perpetua en todo aquello que Pekín considere subversión, secesión, terrorismo o connivencia con fuerzas extranjeras. La situación ha suscitado desde la introducción del proyecto de ley muchas manifestaciones y protestas que todavía no han cesado definitivamente, y que han chocado con una respuesta violenta por parte de las autoridades de Hong Kong.
Esta antigua colonia británica volvió a estar bajo control chino a partir de 1997 con una promesa de autonomía para el territorio de Hong Kong, que se definía con la política "Un país, dos sistemas." Bajo este lema se conservaron aspectos como la burocracia propia, la libertad de los medios de comunicación libres o la internet abierto, entre otras cuestiones, bajo control del propio territorio, en vez del chino. En principio, pues, Hong Kong tendría que disfrutar de estas y otras garantías que parece ser que se debilitan con el tiempo, pasando a depender cada vez más de Pekín. Es así porque la comunidad de Hong Kong, a diferencia de la de la China continental, se siente legitimada para expresarse y hacer activismo a favor de una democracia completa. Eso amenaza, sin embargo, el deseo de control absoluto a toda la China que demuestra tener Xi Jinping, y crea situaciones de conflicto, tal como se pone de manifiesto en el caso de estas protestas en contra de la ley de seguridad impuesta por el gobierno chino.
Por otra parte, Hong Kong es para los Estados Unidos una base para grandes inversiones y operaciones multinacionales, incluyendo centras de gestión de bancos e instituciones financieras norte americanas que pretenden tener impacto en los mercados chinos. Por otra parte, Washington se ve vinculado a China en muchos desafíos diplomáticos que han llevado, por ejemplo, al cierre de los consulats de Houston y Xengdu, a la aplicación de sanciones por parte de los Estados Unidos a la economía de China y a los funcionarios chinos, o a la prohibición de importación de algodón de Xinjiang, ya que es el trabajo forzado a los uigures el que permite su creación.
Eso, sumado a las protestas en Hong Kong y desde que Pekín utilizó la ley de seguridad nacional para acabar con estas manifestaciones pro-democracia, ha hecho que las medidas de la administración anterior con Donald Trump al frente hayan sido insuficientes. La administración Trump no fue muy estricta con Xi Jinping en lo que se refiere a la protección de la democracia. Los EE.UU. pusieron fin al trato económico preferente con Hong Kong con la intención de castigar China y van imponer sanciones en el país firmante el acta para los derechos humanos y y la democracia de Hong Kong, a la vez que prohibieron los viajes a los funcionarios chinos. Con el fin de ser reelegido, Trump va incluso culpar en la China de la propagación de la pandemia del coronavirus. De hecho, Trump incluso intentó interferir en los asuntos internos de Hong Kong con el fin de atacar a los chinos.
No obstante, en noviembre del 2020, Trump cambió de opinión dando apoyo a las acciones de la China en Hong Kong considerando que habían actuado de forma muy responsable. Así pues, con respecto al problema hongkonés, los movimientos del anterior presidente han puesto en peligro las relaciones con China. Esta forma inestable, inexacta y cambiante de funcionamiento, ha permitido China actuar con impunidad y vulnerar la autonomía de Hong Kong. Aunque ha habido una fuerte posición de la administración Trump en la China en muchos temas como la represión a los uigures, no ha habido ninguna intervención importante a la hora de proteger la democracia en Hong Kong.
Aun así, es digno de mención que los ciudadanos pro-democráticos de Hong Kong tienen una visión positiva de la acción de Trump con China. Cuando menos, parece ser que se lo prefieren a lo que creen que pueden esperar ahora de la nueva administración de Biden. Consideran que, aunque Trump no ha tomado la iniciativa en algunas ocasiones, actuaciones como la firma del proyecto de ley para dar apoyo a los ciudadanos de Hong Kong son indicación de una posición dura contra China. De hecho, los hongkoneses están molestos con la victoria de Biden, que temen que no se imponga ante China, teniendo en cuenta que otros presidentes demócratas solían priorizar el diálogo y el comercio con China en lugar de proteger los derechos humanos o la democracia. Además, resulta ser que los residentes de la región reciben muchos comentarios mal verificados, memes y noticias escogidas subjetivamente que crean falsas conspiraciones y polarización sobre el presidente Biden y prevalecen sobre el análisis objetivo.
La presión que Biden sea capaz de poner sobre China y la consecución del hecho de que los hongkoneses superen su percepción preconcebida del liderazgo de los demócratas hacia China, será lo que determinará la acción de los EE.UU. en Hong Kong.
Hoy por hoy, el secretario de Estado de la administración Biden, Anthony Blinken, ha manifestado que la nueva administración de Biden dará apoyo a los residentes de Hong Kong y se opondrá a la represión proveniente de Pekín. Además, el asesor de seguridad nacional, Jake Sullivan, ha expresado la intención de los Estados Unidos de unirse con Hong Kong en contra del asalto que Pekín está llevando a cabo contra sus libertades, intentando ayudar a los perseguidos a encontrar un refugio seguro. En principio, la nueva administración norteamericana ha expresado el objetivo de adoptar una línea más dura con respecto a China que el presidente Trump con respecto a la democracia, lo cual supondría un nuevo frente a asumir para Biden, no sólo con China, sino en política exterior en general.
En este contexto, hay que poner sobre la mesa aquello que los Estados Unidos pueden llevar a cabo en este contexto de buenas intenciones que todavía no ha podido materializarse. En primer lugar, habría que esperar que la nueva administración condenara públicamente los abusos a la democracia y a los derechos humanos que China ha protagonizado, ya no sólo centrando el argumentario en Hong Kong sino en todo el conjunto de sus acciones. Sería útil que Biden definiera el camino que se dispone a seguir cuando se trate de violaciones a la democracia en el ámbito internacional antes de empezar a llevar|traer esta nueva política exterior en la práctica. Eso dejaría claro en Pekín que se encontrará con un impedimento real a la hora de continuar por la vía de la represión en Hong Kong. Sería una buena idea seguir la línea que Anthony Blinken empezó a dibujar al comunicar a Yang Jiechi, que forma parte del Politburo del partido comunista chino, que los EE.UU. seguirían poniéndose de parte de los derechos humanos y los valores democráticos, incluyendo Xingjiang, el Tíbet y Hong Kong. Más allá y una vez emprendidas las iniciativas expresadas, utilizar foros internacionales para avergonzar públicamente a la China por su comportamiento también podría formar parte de una estrategia útil en aquello en lo referente a Hong Kong.
En general, Biden tendría que escoger una política más estructurada que el anterior, siempre adoptando una posición más fuerte contra China que la que tomó como vicepresidente de Obama, con el fin de mostrar a los residentes de Hong Kong la predisposición a defender sus derechos, más allá de lo que hayan podido hacer sus predecesores demócratas. Además, tiene la oportunidad de complacer el consenso bipartidista en el Congreso americano que apuesta por una línea más dura sobre China cuando se trata de abusos de derechos humanos.
Uno otra iniciativa inteligente sería utilizar la diplomacia multilateral con el fin de ofrecer confianza a sus aliados en toda la región de Asia y el Pacífico, lo cual plantearía un reto en Pekín dado que este movimiento requeriría de la implicación de otras grandes potencias que podrían acabar desafiando China. Eso mantendría la presión sobre cuestiones que implican tanto China como Hong Kong, pero también Xinjiang y Taiwán, aparte de aumentar la esperanza de que los hongkoneses ponen en los Estados Unidos. Además, también sería útil reforzar su alianza con el Reino Unido, Australia y Canadá para poder contar con ellos en este asunto, ya que todos han criticado públicamente China para imponer una nueva ley de seguridad en Hong Kong. De hecho, sería incluso interesante unirse a la iniciativa que el Reino Unido ha tomado abriendo sus fronteras a aquellos refugiados que huyen de la represión política a Hong Kong.
Asimismo, sería digno de consideración un endurecimiento de las regulaciones comerciales con empresas que se implican con el gobierno chino a la hora de vigilar las figuras principales de las protestas pro-democracia de Hong Kong. Sería útil utilizar controles de exportación para disociar los Estados Unidos de las empresas chinas y otras entidades que se implican con Pekín con el fin de reducir las manifestaciones pro-democracia. Aparte de eso, aumentar el control de las noticias falsas y la propaganda a las redes sociales también sería conveniente. Es muy importante que los Estados Unidos tengan los hongkoneses a su lado si quieren coger iniciativa contra los ataques a su democracia. Por lo tanto, es necesario diferenciarse del enfoque de los presidentes demócratas anteriores a China y, con el fin de conseguirlo, es imprescindible volver a una visión real de las intenciones de los EE.UU. hacia China. La nueva administración tendrá que trabajar para un control más estricto de las falsas noticias, conspiraciones, análisis falsos y propaganda que circulen para|por la red.
Más allá de eso, también hay que tener en cuenta que el endurecimiento de medidas hacia China no tendrían que tener como instrumento principal las sanciones, ya que su aplicación podría empeorar la situación. Aunque pueden ser una buena estrategia en la consideración de según qué aspectos, también podrían castigar los bancos norteamericanos y otras empresas que operan en Hong Kong. Además, las sanciones han representado un método insuficiente e insignificante para China, tal como han demostrado las pocas consecuencias que han tenido las de la administración anterior. A la vez, hay que tener en cuenta que se tiene que prever como una lucha complicada y a largo plazo. China no responderá enseguida a las amenazas e incluso ha manifestado que continuará por el camino del socialismo chino, lo cual comportará nuevos ataques a la democracia y la represión. De hecho, el ministro de Asuntos Exteriores chino, Yang Jiechi, pide a los EE.UU. que se hagan cargo de sus propios asuntos internos, en lugar de intervenir en los sistemas políticos y los intereses básicos de los otros.
Sin ningún tipo de duda, Biden tiene mucho camino por recorrer en política exterior, pero es muy probable que China sea uno de los retos más complicados para los Estados Unidos. Claro está, sin embargo, que eso no es novedad, ya que nunca han sido fácil las relaciones entre las dos potencias mundiales.