El 24 de febrero del 2022, Rusia empezó la guerra en Ucrania. Después de un toma y daca y de llamadas con diferentes líderes europeos, entre ellos, el presidente francés, Emmanuel Macron, y con el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, el presidente ruso, Vladímir Putin, fue directamente y empezó una guerra. Dos meses más tarde, Putin cortó el gas a Polonia y Bulgaria. Una medida que la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, tildó de medida "chantaje". En aquel momento, el líder ruso ya avisaba diciendo que la respuesta de su país sería fulminante si los países occidentales intentaban intervenir a la guerra. De manera directa, los países occidentales no han intervenido en el conflicto, pero sí que han enviado armas y material militar. Desde el principio, sin embargo, han tenido claro que la guerra no pasaba por una intervención directa de los países occidentales.

Ni la Unión Europea ni los Estados Unidos cedieron cuando Ucrania pidió una zona de exclusión aérea. El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, buscaba recibir esta "protección" porque, de esta manera, si un avión hubiera entrado en el espacio ucraniano prohibido, implicaría que la OTAN y los aliados tendrían que intentar desviarlo, un hecho que habría implicado, entonces, a toda la Alianza en conflicto.

¿Los EE.UU., líderes mundiales de la democracia?

El profesor emérito del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) Noam Chomsky, dijo en un seminario internacional sobre la resolución de conflictos en el marco del derecho internacional ante la invasión de Ucrania, organizado por la Universidad Carlos III de Madrid, que hay consecuciones limitadas en relación a la violencia criminal, la miseria y la catástrofe en potencia o las sanciones internacionales. Ya en el mes de mayo analizó las "reglas" que caracterizan el derecho internacional y también los antecedentes de los EE.UU. y de Ucrania, así como la necesidad de movilizarse y conseguir una salida diplomática. Según su opinión, la única posible teniendo en cuenta el sufrimiento de los ucranianos y una posible escalada hasta un holocausto nuclear.

Ya entonces, Chomsky, recopilación el blog rebelion.org, exponía que lo que tendrían que hacer los EE.UU. es participar en esfuerzos diplomáticos por poner fin al ataque y plantear un programa constructivo para facilitar este resultado. Así, eso pasaría porque Ucrania no se adhiriera a alianzas militares, ni albergara armas, ni ejecutara maniobras con fuerzas militares hostiles. Un estatus, al fin y al cabo, parecido al de México. Pero nada de eso está pasando hoy por hoy, y ya hace un año que la guerra empezó.

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El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, y su homólogo de los EE.UU., Joe Biden, en una rueda de prensa conjunta durante la visita del líder de Ucrania a los EE.UU., el diciembre pasado / Europa Press

El caso es que, tal como destacaba un artículo de El Confidencial del mes de mayo pasado, los Estados Unidos siempre se han visto como jefes del mundo democráticos. Y la guerra de Ucrania habría reforzado y puesto más énfasis de lo que ya comportaron la Segunda Guerra Mundial, que llevó al país a combatir los totalitarismos nazi y fascista, y también en la misma Guerra Fría, que enfrentó Rusia y los EE.UU. en un conflicto silencioso. Ahora, parece que vuelve a adoptar el papel de auxiliar Europa ante la violencia rusa. En este sentido, es cierto que los Estados Unidos deriva algunos beneficios materiales de su intervención, como un incremento de las exportaciones en Europa de gas natural. Pero incurre en gastos militares y, sobre todo, sufre las consecuencias de la dislocación que para la economía y el comercio mundiales ha llevado la guerra, especialmente abundantes después de la crisis del coronavirus.

En este caso, nadie sabe qué habría pasado con una segunda administración Trump, que además de dar prioridad a América con su America First, tenía vínculos fuertes con Putin. Con respecto a la UE, como ente internacional podía destinar una parte de su presupuesto en acción exterior a la promoción de derechos humanos, igualdad de género o similares. Ahora bien, es sabido que la política exterior europea es un reto, y muchos expertos coinciden en catalogarla de inexistente. Así, era sabido que la UE cojeaba en acción exterior, y que lo que tenía era más bien una política comercial, tal como destacaba el mismo artículo. Por lo tanto, sanciones en Rusia y ayuda económica a Ucrania han sido los hits más destacados. Los estados miembros son los que han tenido que dar un paso adelante con respecto al envío y apoyo armamentístico.

Envío de armas y apoyo militar a Ucrania

A pesar de las dificultades de base, tanto los Estados Unidos como países miembros de la Unión Europea, algunos de ellos también de la OTAN, han accedido a enviar armas en Ucrania. Desde el principio, los dos actores han enviado apoyo, ayuda y armamento a Ucrania. La polémica de las últimas semanas ha estado en torno a los tanques Leopard 2. Ucrania ha pedido, pero en Occidente había reticencias. Después de un toma y daca y bloqueos de Alemania, finalmente se ha dado luz verde al envío. Y está previsto que llegue en las próximas semanas y meses. Son varios países de la Unión Europea que han accedido al envío de estos tanques y junto con los Estados Unidos, se ha autorizado a suministrar Ucrania con HIMARS, sistemas de defensa Patriot, tanques Challenger y Abrams, además de los Leopard 2.

Ahora bien, estos envíos han hecho saltar las alarmas, porque en Rusia no han caído muy bien y ya ha advertido que el envío de estas armas, implica tanto los EE.UU. como la OTAN y, por lo tanto, la mayoría de países de la UE. El derecho internacional, de momento, ampara los países que ayudan en Ucrania a defenderse con armas. Y, en consecuencia, no se consideran parte del conflicto. La línea roja, para decirlo de alguna manera, sería enviar personal militar al conflicto. Así, para no atravesar esta línea, tanto los EE.UU. como la UE han querido dejar clara su política de no intervención en este conflicto.

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El presidente del Parlamento Europeo, Charles Michel, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen / Europa Press

Durante unas semanas, se ha visto como Occidente había frenado el envío por temor a una nueva escalada del conflicto. Especialmente, los envíos de los tanques Leopard y los sistemas de defensa Patriot. Sin embargo, el alboroto que han ocasionado los últimos envíos, seguramente no serán las últimas. La guerra no tiene previsto acabar pronto. Y menos, después de que se haya filtrado que una ofensiva para capturar el Donbás entero podría durar hasta dos años. Las fuerzas de inteligencia plantean que Rusia podría estar planteando una ofensiva en primavera o incluso antes. En los últimos días, también ha cogido bastante la acumulación de tropas y concentración al Donbás. Ucrania teme un nuevo ataque incluso antes del día del aniversario de la guerra.

Quizás este nuevo temor y el reclamo de Ucrania de necesitar más armas para frenar a las tropas de Putin propició una visita al presidente de los EE.UU., Joe Biden, el pasado mes de diciembre, y en el Reino Unido y en Bruselas a principios de este mes de febrero. Zelenski quería agradecer el apoyo, pero también quiso aprovechar las visitas para hacer más peticiones armamentísticas. Unas visitas que no gustaron al Kremlin, que respondió con ofensivas y lanzamientos de misiles después de que el presidente ucraniano retornara a Kyiv.

Los EE.UU., claros vencedores de la guerra de Ucrania

Hoy por hoy, no es posible saber cómo acabará la guerra de Ucrania y tampoco si el país podrá recuperar el territorio que ahora está bajo control del ejército ruso. Lo que parece bastante claro, sin embargo, es que los EE.UU. podrían acabar saliendo ganadores de este conflicto. Tal como destaca un artículo de La Vanguardia, la Casa Blanca ha subido el tono y ahora, los discursos de Biden en relación con la guerra están llenos de ambición y ya no se oculta la debilidad de asegurar la soberanía de Ucrania. En este sentido, la Administración Biden está segura de querer debilitar Rusia para que no vuelva a suponer una amenaza a sus vecinos.

¿Podría acabar Rusia como un estado paria?

Un objetivo alcanzado en parte. Las sanciones norteamericanas y europeas han dejado Rusia más aislada y, en consecuencia, más débil. Los lazos con Occidente son casi inexistentes y se ha frenado en seco su crecimiento. Putin, por su parte, intenta sacar pecho de la situación y asegura que Rusia no necesita a nadie. Ahora bien, la amenaza nuclear siempre ha estado y continúa sobre la mesa. En este contexto, habrá que ver entonces, cuál será el papel de los EE.UU. y la UE: mantenerse a la espera, seguir dando apoyo militar y económico en Ucrania o intervenir en el conflicto de una manera más directa.

 

 

Imagen principal: el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, saludando a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, el pasado 9 de febrero, durante la visita del líder ucraniano en Bruselas / Efe