Ya hace un año y medio de la coronación de Carlos III, en la que fue una ceremonia fastuosa y retransmitida al milímetro. De hecho, en el Reino Unido 20 millones de personas siguieron la coronación por la televisión, sustancialmente menos que los 29 millones que congregó el funeral de Isabel II solo unos meses antes. La gran pirotécnica que conformó la coronación supuso tal movilización de recursos que, hasta ahora, no se ha detallado el coste total de la ceremonia. El precio es desorbitado y ha despertado malestar entre parte de los británicos, en un país marcado por la precariedad de buena parte de los ciudadanos desde hace años. Según un informe del gobierno británico, el coste total de la coronación fue de 72 millones de libras (más de 86 millones de euros).
El coste de la policía de la ceremonia fue de 21,7 millones de libras esterlinas, con 50,3 millones de libras adicionales en costes acumulados por el Departamento de Cultura, Medios de Comunicación y Deporte, según recopilación The Guardian.
La entidad Republic, que defiende que el Reino Unido se convierta en una república, ha puesto el grito en el cielo y en declaraciones en el diario británico ha tildado el coste "obsceno". "Estaría muy sorprendido si 72 millones de libras fueran el coste total", dijo el consejero delegado de Republic, Graham Smith. De hecho, las dudas de Smith se sustentan en otros cálculos que incluyen costes como el de la movilización de bomberos, gastos de ayuntamientos o de seguridad, incluyendo al despliegue que hizo el Ministerio de Defensa. Estas estimaciones que amplían el prisma de qué se incluye como aparte de la coronación, sitúan el coste total por encima los 100 millones de libras.
Carlos III y Australia
El rey británico hace poco que ha ascendido al trono, pero ya se encuentra con el rechazo algunos miembros del Commonwealth a la institución que encarna. Es el caso de Australia. El Movimiento Republicano Australiano (ARM, por sus siglas en inglés) solicitó una reunión con Carlos III, pero se declinó y el secretario personal del rey, Nathan Ross, respondió en su nombre, abordando también la cuestión sobre una posible abolición de la monarquía.
"Tened la seguridad de que sus opiniones sobre este asunto han sido tomadas en cuenta con cuidado", aseguró Ross, quien siguió afirmando que "su Majestad, como monarca constitucional, actúa siguiendo el consejo de sus ministros y, por lo tanto, la decisión de si Australia se convierte en una república es una cuestión que tienen que decidir los ciudadanos australianos". De esta manera, Carlos III sigue la estela de distancia marcada por su madre a la hora de ejercer como monarca.