Israel está convencido de que está luchando frente a un pulpo con tentáculos, lo que en el gabinete de guerra conocen como el Octopus. En un pulpo lo que manda es la cabeza, aunque él lucha con las patas. Y no queda vencido si solo quedan derrotados los tentáculos. La cabeza del pulpo, en este esquema geopolítico, es Irán, que por su peso militar y económico mueve los hilos del islamismo en Oriente Próximo. Lo hace en competencia con los países petroleros del Golfo.
Hamás, suní
La irrupción de Irán en escena quedó evidente con el ataque del grupo terrorista Hamás del 7 de octubre del 2023, cuando asesinó a sangre fría y casa por casa a 1.100 judíos en pocas horas, la cifra más alta desde el Holocausto. Más de 300 jóvenes murieron en el festival de música donde los islamistas iniciaron el atentado, y otras 251 personas fueron secuestradas. La masacre congeló el inminente acuerdo que tenían que suscribir Israel y Arabia Saudí, el objetivo precisamente buscaba Irán. Según ha informado The Wall Street Journal, la Guardia Revolucionaria de Irán ayudó a Hamás a cometer la acción desde un punto de vista operativo.
Hizbulá, chií
Hamás es el tentáculo suní del pulpo. En el norte, está en cambio el tentáculo chií, representado por Hizbulá, que controlaba hasta ahora el sur del Líbano y el valle de la Bekaa. Hizbulá, que no tiene nada que ver con los palestinos, ha atacado de forma creciente el Norte de Israel insistentemente, cosa que ha obligado al desplazamiento de 60.000 israelíes hacia el sur. Tiene una capacidad operativa mucho mayor que Hamás. El grupo terrorista chií fue movilizado en la guerra de Siria siguiendo los intereses de Irán y allí dio apoyo al gobierno sirio apoyado por Rusia. A veces, Hizbulá también ataca Israel desde Siria, y al mismo tiempo tiene presencia en América Latina. Atentó contra la embajada israelí en Argentina en 1992 y un centro comunitario judío en Buenos Aires dos años después.
Los hutis, chiíes
Irán tiene un pequeño tentáculo también en el mar Rojo con los hutis del Yemen, que practican también el terrorismo. Aunque están a 1.600 kilómetros de Israel, tienen una gran importancia estratégica porque su acción puede poner en peligro el tráfico global hacia el canal del Suez. Están enfrentados también a Arabia Saudí.
Israel empezó a analizar la doctrina Octopus desde la etapa de gobierno de Naftali Bennett, cuando Benjamin Netanyahu (pronunciadlo 'Netaniau') estaba en la oposición en la Knesset, el parlamento israelí. Después de la masacre del 7 de octubre y la posterior guerra este mapa geopolítico marino ha pasado a primer plano. El Mosad tiene plenamente incorporada esta operativa, como se ha visto los últimos meses.
Hasta ahora ha habido ataques y contraataques directos entre Irán e Israel, sin participación de los proxies, pero sin llegar a la escala de una guerra regional. Desde la época de la independencia con David Ben Gurion, el estado hebreo tiene como criterio no poner en marcha ninguna operación decisiva sin el aval —o el laissez faire— de al menos una potencia mundial. Y en este sentido a estas alturas no puede pasar nada hasta que quede aclarado quién resulta elegido presidente de los EE.UU. en las elecciones del 5 de noviembre, y cuál política prevé para el Oriente Próximo. Algunos analistas de la televisión pública KAN afirman que Netanyahu prefiere a Donald Trump, pero otros sostienen que si sale escogida Kamala Harris esta le deberá una, porque no ha hundido a los demócratas las elecciones subiendo el precio del petróleo.