Israel no participará en ningún operativo militar con respecto a Ucrania y adoptará una posición de neutralidad militante, a pesar de tratarse de un país ligado a la historia judía. Y uno de los motivos principales es que hay judíos en las dos partes en conflicto, tanto en Ucrania, como en las provincias del Donbass como en Rusia. "Ser neutral con Ucrania es difícil, en primer lugar porque esta tierra de suelo fértil, llanuras infinitas y horizontes extensos está impregnada de vida judía, y más todavía de muerte judía", recuerda el diario Jerusalem Post. Allí había mucha población asquenazí y fué donde Israel Ben Eliezer fundó en el siglo XVIII el hasidismo, en Okopy, que entonces era Polonia. También hay referencias más recientes, como las sangrientas masacres de la Segunda Guerra Mundial. "En las afueras de Donetsk, el lugar de nacimiento del actual político israelí Natan Xaransky y uno de los principales puntos de inflamación del conflicto actual, más de 90.000 judíos fueron asesinados por los nazis", recuerda. "Estos recuerdos hacen imposible que muchos judíos sean indiferentes a lo que está pasando hoy en aquella tierra. No, Ucrania no es nuestra patria, pero tampoco es lo que Vietnam, Angola o Nicaragua eran para nosotros cuando había guerra. Ucrania forma parte de nuestra historia", insiste.
Pero si Israel se decantara por una de las partes en tensión, habría represalias contra los judíos que viven en estos países. "Si Israel tomara partido, expondría a los judíos del otro lado a una hostilidad antisemita, que en esta parte del mundo requiere poco esfuerzo para inflamarse", insiste. "Eso también explica por qué cuando Rusia se anexionó Crimea hace ocho años, Israel no secundó las sanciones occidentales a Moscú, a pesar de la presión que hizo en este sentido la administración Obama", recuerda. Desde las guerras del Líbano, Israel observa con mucha prevención la incursión en otros estados, porque las consecuencias de aquella experiencia fueron caóticas. "Remodelar el Oriente Medio está más allá de nuestras capacidades", resume el diario.
Y a este planteamiento general se añaden factores de carácter geoestratégico. Israel cada vez se siente más presionado hacia la neutralidad en todo lo que no sean sus intereses más directos. Ya no tomó ningún partido concreto en la guerra de Siria, ni en las guerras interárabes que existen actualmente. La única excepción ha sido apostar por Marruecos en el contencioso que mantiene este país con Argelia a cambio del reconocimiento marroquí del país de Sion. A eso hay que sumar, según el artículo, la necesidad de no enemistarse con ninguna gran potencia. "Israel ha tardado 44 años en establecer relaciones plenas con todas las grandes potencias, y todas ahora tratan el país con un respeto que era muy difícil de conseguir", apunta.