Hasta pocas horas antes que Vladímir Putin declarara la guerra a Ucrania y enviara miles de soldados a conquistar este país, Iurii Stasiuk era el cura de la parroquia de Santa Mónica, en el centro de Barcelona. Hacía misa y estaba pendiente de los feligreses a la parte de abajo de la Rambla de la capital de Catalunya. El ataque ruso contra su país lo hizo poner en alerta y compró un billete hacia Polonia para el viernes mismo. Ahora el cura Iurii, cristiano del rito bizantino, es a primera línea del frente, enrolado en una compañía de médicos a las órdenes del ejército desplegados a la zona de conflicto y ayudando a la evacuación y atención de los civiles y militares heridos de los enfrentamientos contra los enemigos rusos o por los bombardeos del Kremlin.

"Es un hombre valiente", aseguran los que lo conocen. "No es de los que se esconde a rezar. Él está en el frente, a primera línea, para defender a sus compatriotas y ayudar con todo a lo que pueda", explica a ElNacional.cat uno de los religiosos con quienes ha compartido tiempo aquí en Catalunya. Iurii Stasiuk tiene 34 años, fue seminarista en Barcelona y siguió con sus estudios en Roma.

Después volvió a Catalunya y estuvo en las parroquias de Olot y de Sant Feliu de Guíxols (Girona), hasta acabar en Barcelona, en Santa Mónica, en Drassanes. Antes de dejar su parroquia sin cura tuvo que avisar al cardenal Omella, responsable del Arzobispado de Barcelona, y también al obispo auxiliar Sergi Gordo, pero no les dio mucha opción, ya tenía claro que su lugar estaba en su país. Después de llegar al país se sumó a la compañía sanitaria del ejército, desplegada en la zona próxima a Kiev, y pendiente de las órdenes de sus mandos con el fin de moverse en pocos minutos hacia los lugares de conflicto, si se reportan víctimas. Él mismo no ha facilitado ni al Arzobispado ni tampoco a sus compañeros ucranianos en Catalunya cuál es su ubicación exacta, por la seguridad de ellos y de los otros médicos sobre el terreno.

El móvil que utilizaba en Catalunya ya no funciona, y utiliza uno ucraniano, y no habla demasiado; "No tiene tiempo", asegura el cura Vlodomir Zabat, que sigue aquí en Barcelona. Solamente envía un mensaje al día.

"Todavía estamos en Ucrania"

"Estoy vivo. Todavía estamos en Ucrania", dice el WhatsApp que cada día reciben los amigos que ha dejado en Catalunya. El "todavía estamos en Ucrania" no es gratuito. Stasiuk no tiene ninguna intención de marcharse de su país, la frase hace referencia a que la resistencia todavía aguanta y Rusia no ha borrado del mapa Ucrania. Sus compatriotas esperan cada día recibir este mensaje durante mucho tiempo.

El cura Iurii Stasiuk, en el frente, en Ucrania / Cedida

Se mueven en caravana escoltados por militares con material de protección, cascos y chalecos antibalas. Están equipando una furgoneta con muebles y camillas para dormir y también por si tienen que trasladar enfermos. El poco que han podido hablar con él desde el Arzobispado de Barcelona ha sido para, desde Cáritas, facilitarle una línea de ayuda de emergencia con el fin de poder comprar material médico y vehículos que convertirán en ambulancias para poder dar asistencia al frente de la guerra contra Rusia.

Curar a la gente los últimos minutos de vida

Pero no es solamente paramédico. Iurii Stasiuk también es cura, claro. Y en un escenario de guerra como lo que se está viviendo en Ucrania, dónde los datos de muertos, civiles y militares, no paran de crecer, tener un religioso cerca puede ser aligerador, sobre todo, en el final de la vida.

 

El cardenal Omella con Iuriis en una visita a Roma, en una iglesia ucraniana / Cedida

La guerra significa muerte y muchas veces los médicos no pueden salvar vidas y él, acompañando los militares o civiles en estos últimos momentos de vida, puede ser espiritualmente curador, aseguran desde el Arzobispado que les dijo, cuándo anunció que dejaba de manera temporal su ministerio a Barcelona para ir a la guerra para defender su país y Europa.