Janet Cwaigenbaum, de 57 años, es uruguaya y vive desde hace 26 años en un kibutz en el sur de Israel, a solo 3,8 kilómetros de Gaza. Antes del ataque terrorista de Hamás, el pasado 7 de octubre, era la portavoz del kibutz donde vivía. Ahora, asegura que lo sigue siendo, aunque ha sido desalojada, junto con los otros habitantes del kibutz. En una entrevista con ElNacional.cat explica como vivió la entrada de Hamás y cómo fueron las posteriores horas al ataque.

Se ha popularizado mucho el término kibutz desde el pasado 7 de octubre porque ha salido mucho en las noticias. ¿Podría brevemente explicar un poco en qué consiste?
Yo vivo en un kibutz que se llama Nir Yitzhak en el municipio de Escol, que es un municipio agrícola. El 70% de la producción agrícola del país es de la zona lindera con la franja de Gaza. Esto es parte del desierto de Negev, el desierto que fue convertido en verde y que hoy produce justamente gran parte de los alimentos del país. Los kibutz fueron fundados ya hace más de 100 años, incluso antes del establecimiento del estado de Israel. Eran asociaciones de jóvenes que venían con la idea de armar cooperativas agrícolas en las cuales se unían al trabajo, todos ponían su salario y cada uno recibía su presupuesto y tenía sus gastos cubiertos. Más socialista que esto, no podía haber nada. 

¿Cómo se mantenía esto?
Y lo que se ha hecho a lo largo de los años es generar un movimiento en el cual las fronteras tienen asociaciones agrícolas, viven familias con sus hijos, viven los fundadores que hoy ya tienen 95, 90 años. Miki Wilk fundó en 1949, un año después del establecimiento del Estado de Israel, y con muchos jóvenes también que venían no solo de la Segunda Guerra Mundial, sino también que venían de Argentina y de los países sudamericanos. Jóvenes cuya idea era crear un nuevo hombre, crear una sociedad mejor y más justa, en la que todos aportaran de lo que sabían. Trabajaban en la tierra, hacían todo tipo de trabajos y todos tenían los mismos derechos, los mismos derechos de vivienda, los mismos derechos de salud, los mismos derechos para criar a sus hijos, para mandarlos el día de mañana a la universidad.

El 70% de la producción agrícola del país es de la zona lindera con la franja de Gaza

Hoy día, a pesar de que parte de los servicios esos se han privatizado, el kibutz se ha mantenido como comunidad. Ahora, cuando tú entras a un kibutz, entras a una especie de barrio que está cercado por una cerca simplemente. Tiene un portón de entrada y adentro te encuentras con los barrios, te encuentras con un comedor comunal donde se hacen todas las festividades, donde la gente puede almorzar al mediodía, te encuentras con un supermercado para hacer compras, te encuentras con la lavandería. También hay servicios médicos, tienes dentista, tienes las guarderías, después de que los niños se van a la escuela regional, ellos vuelven al mediodía de las escuelas y tienen servicio de atención hasta las 4 de la tarde. Tenemos también un pequeño zoo, es un pequeño pueblo. De alguna manera tenemos un pequeño café y pub, dónde los jóvenes hacen actividades y fiestas. 

¿Y cómo ha cambiado?
En los últimos 22 años lo que hemos tenido es un goteo de misiles, al principio solamente teníamos desde el 2004 una alarma que se llama color rojo y que suena, color rojo, color rojo. Entonces tenemos 15 segundos para salir a protegernos. Se empezó a proteger, por ejemplo, los jardines de infancia con techos de hormigón armado y paredes de hormigón armado para que los niños pudieran estar un poco más protegidos.

Luego, en el 2011, en el 2007, Hamás asume su gobierno por elecciones, las últimas y únicas que hubo en la Franja de Gaza. Y asumen el gobierno, matan a sus oponentes de la Organización para la Liberación Palestina y empiezan una guerra contra todas las poblaciones linderas con la Franja de Gaza. A partir de ahí había que tener una solución y la solución que se nos da es construirnos un dormitorio más, un dormitorio de hormigón armado con puerta de metal blindada, con ventana blindada. Para impedir que, en el momento en que cayera un misil sobre alguna de nuestras casas, nosotros tuviéramos un lugar donde correr para protegernos. Pusieron también cuartos de seguridad en las carreteras. Creo que los han visto al lado de todas las estaciones de bus, en la carretera, en la 232, que es la carretera que cruza hasta Egipto, prácticamente. Y en esos refugios fue donde se refugiaron muchos de los jóvenes del Festival de Música que estaban allí ese 7 de octubre y no tuvieron mucha suerte porque ya no eran contra misiles con lo que había que defenderse.

 MM Janet Cwaigenbaum
Janet Cwaigenbaum / Miquel Muñoz

Hemos tenido también una cúpula de hierro que está cerca, en la zona nuestra, que entonces intercepta los misiles. Pero este domingo no pudieron interceptar el misil que cayó en la puerta de mi casa. Más allá de que rompieron todo el porche de mi casa, en realidad lo importante es que nosotros no estábamos. Estaba justo el vecino que vive enfrente, el fue el que nos avisó que él había vuelto porque trabaja en la zona y vuelve algunos días a dormir en el kibutz, que por supuesto hemos sido todos desplazados.

¿Qué pasó el 7 de octubre?
Nosotros seguíamos sintiendo de que estábamos protegidos, que cuando la amenaza fueron los túneles que entraban, desde las casas, las escuelas, los hospitales, en territorio israelí, se nos construyó y se terminó de construir en el 2021 una gran muralla y nos sentíamos protegidos nunca nadie esperó que esto fuera a suceder. Que saliera una horda de asesinos, de terroristas y que entraran y degollaran y mataran e incendiaran casas y mataran niños y mataran gente en una forma tan masiva en todo el perímetro. Nosotros ese 7 de octubre nos despertamos como si tuviéramos todos los fuegos artificiales. Imagínate todos los fuegos artificiales de Navidad o de Año Nuevo de Barcelona arriba de la cabeza de tu casa. Entre las alarmas y los misiles y los ruidos a tiros que se escuchaban, todos corrimos a nuestros cuartos de seguridad. Pero los cuartos de seguridad son antimisiles. No son antiterroristas. Y nosotros no logramos captar qué era lo que estaba pasando. Pusimos la televisión, mirábamos, y no entendíamos qué era lo que pasaba. ¿Por qué nadie hablaba de lo que estaba pasando? ¿Quién se había enterado? ¿Dónde estaba la prensa? ¿Dónde estaban los periodistas? Y de pronto, empezamos a ver que había alarmas en todo el país. En las pantallas de televisión salía un recuadro y salían sitios y de repente parecía como cuando estás buscando tu vuelo o tu tren que se van cambiando los números y destinos. Era algo así. 

Tenían poca información...
No teníamos información de dentro del kibutz hasta que empezamos a recibir información a través de un grupo de WhatsApp. Un grupo que es para otras cosas, revender o informaciones lógicas. Curiosamente, las mujeres eran las que empezaron a informar. Eran mensajes tipo: "Escucho hablar árabe fuera de mi casa. Están rompiendo la ventana de mi cocina. Están rompiendo la puerta de mi casa. Entraron, no lograron abrir el cuarto de seguridad". Entraron algo así como 30 terroristas a Kibbutz Nidz-Hag, hicieron un pequeño fuego a la entrada y llamaron la atención de estos civiles, para que salieran a ver qué pasa. Algunos, otros, se salvan porque están en otra parte del perímetro. Entendamos que un kibutz es algo así como algo redondo, en el cual el comedor comunal está en el centro, como si fuera la plaza del pueblo, alrededor hay barrio y servicios. Y cuando entran, entran por un lado, y luego van a otro barrio, que es el barrio quizás más nuevo, los dos barrios más nuevos, y ahí entran y empiezan a romper las casas.

Y de pronto saben dónde está la casa de la directora social porque hay alguien encargado de que todo funcione y de que si tú tienes un problema alguien se ocupa de ayudarte. De esa directora social entran, rompen toda su casa, le dejan pintadas a las paredes y entran en otras casas y se llevan a una familia de origen argentino, se llevan a Clara con su hermano Fernando, con su pareja Luis, con su hermana Gabriela, su sobrina Mía, con la perrita Vela, Mía y Vela. Clara y Gabriela fueron liberadas hace una semana y media, algo así, y ellas muy cautamente cuentan lo que sienten que pueden contar para no poner en peligro la vida de Fernando, su hermano, y de Luis, la pareja de Clara, que estaban todos con ellas, y se llevan también. Se llevan también a Lior, que es de origen argentino también y que está desaparecido y no se sabe cuál ha sido su destino. Él salió a defender la casa. Se sabe que otro chico, Oren, cuyo papá es argentino también y su mamá trabaja conmigo, Edi, fue reconocido como muerto hace muy poco y este jueves pasado enterramos a Tal, cuya esposa es mi profesora de pilates, tiene tres hijos, está esperando el cuarto, y se quedó sola. 

¿Y el ejército?
Desde les 6.30 de la madrugada hasta las 2 de la tarde nosotros estábamos esperando al ejército y el ejército no llegaba y nos decían todo el tiempo que el ejército estaba por venir y nos enterábamos a través del grupo de Whatsapp. Yo soy directora de recursos humanos de la empresa agrícola del kibutz y me tengo que encargar que mis trabajadores palestinos, mis 12 hijos porque tengo dos hijos con mi esposo, pero esos 12 hijos también tenían que estar protegidos. Esos jóvenes que no tienen idioma, no tienen cómo enterarse de lo que pasa. Por lo tanto, estuve ocupada diciéndoles que entraran en los cuartos de seguridad de sus casas. Y después me preguntaban, ¿podemos salir? ¿Podemos salir? ¿Podemos salir? Estamos en la caja fuerte. Porque cómo nos comunicamos con Google Translate. Y ellos me ponen, estamos en la caja fuerte por el cuarto de seguridad, el safe room. Y mi hijo, que tiene 22 años y vive también en el kibutz con nosotros y está en su cuarto porque es joven y vive solo y tiene un cuarto de seguridad, pero también estaba sin comida y apenas con una botella de agua que logró coger y un yogur y mi hija que vive cerca de Tel Aviv que vive toda esa situación a través del grupo de Whatsapp.

Desde les 6.30 de la madrugada hasta las 2 de la tarde nosotros estábamos esperando al ejército y el ejército no llegaba

Imagino que las sirenas seguían sonando en ese momento. 
Seguían sonando las sirenas, nosotros todos encerrados.  Estamos entrenados para en 15 segundos correr a los cuartos de seguridad y refugiarnos o tirarnos al suelo con las manos en la cabeza y protegernos de un mísil. No estábamos preparados para esto. De que miles de terroristas entraran rompiendo las cercas, robaran tractores, motos, carros de golf. Que se llevaran a la gente en camioneta o caminando. Son situaciones muy duras, muy difíciles. No estábamos preparados para vivir esto, teniendo en cuenta, además, que durante años todos quienes vivimos al lado de la frontera tratamos de pensar de que íbamos a poder volver a tener una buena convivencia en algún momento con los vecinos, pensando que si los dejas venir a trabajar de alguna manera podrían vivir mejor y no estar tan ocupados con el odio. Pero cuando uno abre YouTube y ve que los propios terroristas van a mostrar esas cosas horrendas que hicieron, que decapitaron niños, degollaron niños, degollaron mujeres, violaron mujeres violentamente, publicaron eso en Telegram, luego sacaron esos videos para que el mundo olvidara rápidamente, porque el mundo tiene mala memoria, rápidamente esas atrocidades y condenar a Israel por lo que hace, ¿no?, que es defenderse. 

¿Cómo se terminó el 7 de octubre?
Empezó como una gran masacre y terminamos saliendo de nuestras casas primero a pasar la noche en los jardines de infancia. No fue hasta el día siguiente, que casi 600 personas del kibutz salimos en autobús, dejando las casas y cogiendo las cosas que pudimos. Si antes del 7 de octubre se veían discusiones internas a nivel político, las energías se pusieron en la gente. Es horrible pensar que llegué a una situación de ser refugiada dentro de mi propio país que tuve que dejar mi casa cerrada sin saber cuándo iba a poder volver, que no sé si voy a poder volver, ni si voy a querer volver.

 Janet Cwaigenbaum
Janet Cwaigenbaum / Miquel Muñoz

¿Se fué todo el mundo?
En principio, fuimos todos desplazados. Tenemos un gran tambor lechero muy importante que fue terrible, los trabajadores tailandeses que vivían ahí no se querían ir porque decían se nos van a morir todas las vacas. Se quedaron allí los primeros días luego los sacaron en determinado momento empezaron a llegar escuadrones de soldados que recibieron información a través del teléfono de qué era lo que tenían que hacer para ordeñar las vacas una vez por día para que no se murieran. Luego empezaron a llegar voluntarios.

¿Habéis vuelto a la casa?
Hemos vuelto un par de veces para recoger algunas cosas de la casa. Hemos alquilado un apartamento a la ciudad de Bercheva, a 45 quilómetros más o menos de nuestro kibutz. Cogimos una lavadora y una secadora de nuestra casa. Yo sigo siendo la vocera del kibutz y sigo trabajando para mi kibutz todo el tiempo y en la campaña de solidaridad para juntar fondos. Nadie quiere volver sin la seguridad de que no seguiremos siendo atacados. Y la prueba está en que el Hamás sigue bombardeando, porque bombardearon la entrada de mi casa, y hay testimonios de eso. Y el Hamas sigue diciendo que la ONU se haga cargo de la población palestina, porque ellos... Ellos como grupo terrorista y como líderes en la franja de Gaza están ocupados por seguir la guerra y por esconderse en los túneles. ¿Cómo puedo volver a un lugar donde no sé si finalmente nos van a terminar explotando con un misil desde Irán? Ya ni siquiera desde la Franja de Gaza, ¿cómo puede ser que desde los hospitales donde han tenido de rehenes a las personas en lugar de atender a los palestinos lo que se haga es tener rehenes y seguir desde allí abajo tirando misiles. ¿Cuánta maldad puede haber en el mundo para no poder entender de que Hamás ha tomado de rehén a su propia población y a sabiendas de que Israel estaba por firmar y estaba firmando acuerdos de normalización con países árabes que tampoco los quieren a ellos? Esperemos que el mundo pueda ver que si no se termina con el Hamás hoy y si no tenemos una mirada atenta quizás todos nosotros en cualquier parte del mundo estaremos preocupados por nuestras vidas, quizás no tengamos 15 segundos.