Uno de los lugares más populares de Kioto cierra sus puertas a los turistas. Se trata del distrito de Gion, popular porque es donde se concentran los locales tradicionales donde trabajan las geishas. Más que los locales en sí, los turistas paseaban por estas calles para ver a las geishas yendo a su trabajo. El gran problema radica en el comportamiento de estos turistas. Muchos ignoran los carteles donde se pide explícitamente que no se hagan fotografías a las geishas y, a veces, las increpan directamente. El Ayuntamiento, viendo que pidiendo buen comportamiento de forma amable no se conseguía nada, ha ido más lejos: el distrito queda cerrado para los turistas.
Todo empezó el pasado mes de diciembre, cuando un grupo de vecinos de este distrito exhortó al gobierno municipal a actuar, quejándose de que su barrio "no era un parque temático", según informa The Guardian. Ante las quejas de los vecinos, algunos de los cuales denunciaban que los turistas habían entrado en sus casas en busca de una buena foto, el consistorio ha tomado una decisión: se cierran las calles estrechas del barrio. "No queremos hacer eso, pero estamos desesperados", ha denunciado el consejero municipal, Isokazu Ota. Se espera que la medida entre en vigor el mes que viene, aunque por ahora no se ha detallado cómo se aplicará. Sin embargo, se ha adelantado que se dejará una vía abierta para el paso de los turistas en la zona, la calle principal: Hanamikoji.
Intentos fracasados
Ota y otros políticos han denunciado que algunos visitantes se comportan como paparazzis cuando visitan este barrio y ven a una geisha caminando por la calle. Los intentos anteriores de animar a los turistas a no acercarse a las mujeres, incluidos letreros y multas de hasta 10.000 yenes por fotografías no consensuadas, que equivaldrían a poco más de 50 euros, no han funcionado.
Kioto, la capital de Japón durante más de 1.000 años hasta 1868, no es el único destino japonés que lucha contra el exceso de turismo desde que se levantaron las restricciones de la covid-19 el abril pasado. Esta semana las autoridades de la prefectura de Yamanashi dijeron que empezarían a cobrar 2.000 yenes, unos 12 euros, por acceder al Monte Fuji. A pesar de estas primeras medidas para tratar de frenar la ingente ola de visitantes, el país se encuentra con un problema para conciliar la vida de los ciudadanos y la actividad turística. Un problema que suena familiar en muchas ciudades de todo el mundo que afrontan situaciones similares.
En el caso japonés, el número de visitantes extranjeros se disparó un 79,5% en enero desde el año anterior hasta unos 2,69 millones, alcanzando los niveles observados el mismo mes del 2019, antes de que la pandemia obligara al gobierno japonés a imponer restricciones de viaje.