El prokurdo Partido Democrático de los Pueblos (HDP) empieza a moverse en vista de las elecciones presidenciales turcas de 2019. Sus exmandos, Selahattin Demirtaş y Figen Yüksekdağ, permanecen en la cárceldesde noviembre de 2016 acusados de mantener vínculos con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), de la misma forma que muchos otros miembros y seguidores de esta formación. Bajo este contexto, la formación celebró un congreso extraordinario el pasado fin de semana, donde se escogieron los sucesores Sezai Temelli y Pervin Buldan. Con estos dos nombres se apuesta por la continuidad de mantener el ala izquierda y kurda al frente del partido, en detrimento de la islamista, también existente.
"El 2018 será el año en que el HDP contribuirá a luchar por la paz y la democracia en nuestro país", afirmó Temelli entre aplausos. En contra del discurso agresivo que caracteriza al AKP de Erdogan y al aliado ultranacionalista MHP, con acusaciones de golpismo y terrorismo, el partido prokurdo apuesta por lo contrario. "Estamos abiertos a la paz en nuestro país y fuera", reiteró por su parte Buldan, posición loable teniendo en cuenta que su marido fue asesinado, presuntamente, por paramilitares ultranacionalistas el año 1994. Ambos discursos pacificadores no han evitado que el gobierno abriera una investigación contra Pervin Buldan pocas horas después de su elección y el diputado Sirri Süreyya Önder por supuesta "propaganda terrorista" al manifestar en las redes sociales su posición contraria a la operación militar de Afrin.
Presos políticos
La represión del presidente Erdogan hacia el HDP se hizo patente el 4 de noviembre de 2016 con el encarcelamiento de Selahattin Demirtas i Figen Yüksekdağ, entonces líderes del partido prokurdo. Según denuncia la misma formación, cerca de 3.300 miembros han sido detenidos desde julio de 2015, momento en que el AKP de Erdogan decidió abortar el proceso de paz en las regiones kurdas del sureste de Turquía. "Ir a la cárcel nunca ha sido un problema para nosotros, de hecho Turquía ya es una cárcel al aire libre", dice Ferhat Öner, un simpatizante prokurdo que destaca que "todos los grandes líderes tienen que ir a la prisión alguna vez".
El mismo presidente Erdogan ya estuvo el año 1999, donde estuvo durando cuatro meses por leer un poema que, según un tribunal, consideraba islamista e incitaba a la violencia. Amnistía Internacional llevó a cabo una gran campaña a favor del dirigente, el mismo que ahora ha iniciado una persecución contra al presidente de la ONG, Taner Kiliç, en la cárceldesde el 6 de junio de 2017. El activista está acusado de mantener vínculos con FETÖ, organización de Fetullah Gülen, que según el gobierno turco instigó el intento de golpe de estado de 2016.
La acusación de mantener vínculos con el terrorismo se ha vuelto una costumbre a la hora de eliminar a los adversarios y también se extiende a otras formaciones políticas. Enis Berberoğlu, miembro del partido socialdemócrata CHP, ha sido sentenciado esta semana a cinco años de prisión por espionaje después de enviar el año 2015 unas imágenes comprometidas al diario Cumhurriet. En el vídeo se apreciaban vehículos de los servicios secretos turcos escoltando camiones que transportaban hacia Siria armamento bajo la etiqueta de ayuda humanitaria.
Afrin, un nuevo frente
La guerra en esta región era un tema que recorría el recinto Ankara Arena, estadio céntrico con capacidad para 10.400 personas que acogió la celebración. Según la organización, más de 30.000 se reunieron, llenando las gradas y los alrededores del recinto. "Nosotros esperábamos que Turquía diera la mano a nuestros hermanos de Afrin", afirma Öner. Venido desde la ciudad de Estambul para la ocasión, deja clara su posición: "Luchar allí es un error, este Estado reprime a los kurdos estén donde estén".
La llamada lucha de Erdogan contra el terrorismo en la región siria ya acumula más de 400 muertos, según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos. Aunque la ofensiva representa una masacre contra los kurdos sirios, el presidente Erdogan empieza a ver el coste real de la escalada bélica en forma de muertos en sus filas: la cifra ya sube a 34, según la misma ONG. "Sólo ha ido para ganar votos", afirma otro asistente, Serhat Dogu, que argumenta la necesidad que tiene Erdogan por abrir una guerra contra los kurdos como estrategia electoral. Esta "mano de hierro" ya ha provocado la muerte de 75 civiles. Mientras el partido prokurdo denuncia la operación y se muestra "pacífico" y "democratizador", sus simpatizantes lo tienen todavía más claro: "Hasta que no haya paz con los kurdos, no habrá democracia en Turquía".