Casi un año después de la salida de las fuerzas occidentales de Afganistán, el país se encuentra consumido en una profunda crisis económica y humanitaria. A pesar del estricto régimen que los talibanes mantienen sobre la población, el hambre y la desesperación han reactivado una industria que siempre ha resultado lucrativa en la región: los laboratorios de drogas. En un reportaje publicado este domingo por el Washington Post, los periodistas han tenido acceso a algunas de las plantas, situadas a plena vista en las zonas desérticas del país, donde centenares de afganos trabajan en la producción de metanfetamina con el consentimiento tácito de los talibanes. Si bien Afganistán es el principal exportador de opio a escala mundial, esta expansión preocupa las autoridades sanitarias de todo el mundo. He ahí cómo muelen la planta de donde se extrae la metanfetamina:
'Startups' de droga
La exportación de droga es un negocio lucrativo en un país con un sistema económico totalmente colapsado, y la metanfetamina supone una nueva oportunidad para Afganistán, que no ha hecho más que crecer en los últimos seis años. Según aseguran los testimonios en el reportaje, cada productor afgano mueve docenas de kilos de cristales a la semana. Los fabricantes reciben de beneficio unos 240 euros por medio kilo de metanfetamina. Pero el negocio de verdad se encuentra más allá de la frontera: al mercado negro de Europa, esta misma bolsa de cristales se venderá por decenas de miles de euros. El proceso en el laboratorio situado a unas cinco horas de Kandahar, tal como lo ha podido capturar el Washington Post, es el siguiente: primero, muelen la planta ephedra, que crece salvaje en el país, hasta que obtienen un polvo; después, la mezclan con varias sustancias químicas, entre ellas petróleo; finalmente, solamente lo tienen que hervir y dejarlo secar al sol, hasta que quedan unas escamas perladas. Por las imágenes, no parece que ninguno de los chicos que trabajan superen los 18 años. Alguno de ellos no debe tener ni 13.
Supervivencia
Los talibanes, conscientes del hambre que plaga el país a consecuencia del aislamiento internacional del país, no hacen nada para parar este negocio en expansión en el Afganistán rural. Hace unas semanas, el gobierno decretó una prohibición contra la producción y el tráfico de drogas, pero eso no parece preocupar los que se benefician. "La única razón por la cual estamos en este negocio es porque no hay otros trabajos", explica uno de los fabricantes al medio mencionado. "Por descontado, si la economía empeora, más gente empezará a producir". Los afganos no son inmunes a la droga, y la crisis no hace más que empujar a las personas al consumo. En el oeste de Kabul, centenares de adictos se recogen bajo un puente para vender, comprar, y consumir drogas, mientras que los centros de rehabilitación no dan abasto. Aparte de producirlo, Afganistán es también uno de los principales consumidores de opio. Este 2022, el crudo invierno y las pérdidas agrícolas dejaron a más de 20.000 afganos en el nordeste del país en situación de hambre, informó el Programa Mundial de Alimentos de la ONU.