“Estamos en guerra”, declaró François Hollande dos días después de los atentados en París. Los bombardeos franceses sobre Raqqa, capital de ISIS, ya habían empezado. Cuatro meses más tarde, nada se ha resuelto, como demuestran los atentados en Bruselas. “La guerra” de Hollande no está en Raqqa. Está en casa. Los yihadistas que han atentado en el corazón de las capitales europeas son nacidos, criados y radicalizados en Europa. Molenbeek, Lunel o Luton, ‘factorías’ de yihadistas, son ciudades de Bélgica, Francia y Gran Bretaña.
¿Qué falla en Europa? ¿Por qué los terroristas actúan con tanta facilidad en el centro de sus capitales en atentados tan sofisticados por sus recursos y organización?
1. Descoordinación contraterrorista
Las fuerzas de seguridad y de inteligencia de los países de la la UE no comparten del todo la información de la que disponen sobre los radicalizados que van o vuelven de las guerras yihadistas del Oriente Próximo y de sus movimientos. En enero del 2015, tras los atentados de Charlie Hebdo se inició una colaboración, pero ya hace meses que está al ralentí.
Francia, en noviembre pasado, según el ministro del Interior, Bertrand Cazeneuve, tenía registrados 3.800 radicales sospechosos, 2.000 involucrados en células yihadistas y 571 combatientes de ISIS, de los que 141 han muerto y 246 han vuelto. Entre estos están los terroristas.
Esta información, sin embargo, no corre entre las policías europeas, ni está centralizada. En algunos casos por considerarlo asunto de “seguridad nacional”, área privada de los estados; en otros, por desconfianza entre cuerpos y agencias. Así se complica identificar las redes yihadistas (con quién contactan, quién les vende armas, por ejemplo) y patrones de conducta de los terroristas que ayudarían a prevenir atentados.
Europa tiene las fronteras abiertas, pero la información contraterrorista no.
2. Legislación inadaptada
El terrorismo y sus abogados se aprovechan de la desactualización y de las contradicciones entre legislaciones europeas. En Bruselas, por ejemplo, la policía no puede detener ni hacer redadas entre las 21.00 y las 5.00 horas, salvo incendio o delito flagrante. Así escapó Salah Abdeslam una vez. Lo mismo pasa con las persecuciones en caliente entre fronteras y con las leyes de extradición y el proceso judicial antiterrorista: cada país tiene el suyo, a veces contradictorios entre sí.
Aquí entra en juego el equilibrio entre seguridad y libertad. El Parlamento Europeo ha tardado siete años en aprobar el llamado Registro de Datos de Pasajeros (PNR), que obliga a recoger y almacenar de forma sistemática hasta 42 datos diferentes de cada uno de los pasajeros de vuelos internacionales. Ahora no hay 28 sistemas de datos diferentes, sino uno y compartido. Sin embargo, no se han acabado las discusiones sobre las garantías sobre la privacidad de estos datos o si su recolección se opone a los principios fundamentales de los tratados europeos.
3. Vigilancia sobre el terreno
La comunicación online es cada vez más impenetrable y los sistemas de encriptación más sólidos. En general, sin embargo, los terroristas pasan a negro y salen de la red meses antes de los atentados. La red, sin embargo, no es problema. Sólo Twitter, por su cuenta, desactivó 125.000 perfiles vinculados a la captación y adoctrinamiento yihadista a finales del año pasado. Ahora bien, si bien es cierto que las redes son clave para la captación, los terroristas no nacen ni se organizan en la red. Lo hacen cara a cara, en sus barrios, en la vida real.
Las redes están bien vigiladas, los barrios de donde salen los yihadistas no.
"No controlamos la situación en Molenbeek”, reconoció el ministro del Interior belga, Jan Jambon, cuando se supo que de este barrio de Bruselas salieron los terroristas de París. Eso mismo se puede decir de algunas banlieues francesas y de ciertas comunidades radicales británicas o de las prisiones, donde suelen radicalizarse los yihadistas.
Hay otras áreas descontroladas. Europa tiene 70.000 kilómetros de costa y decenas de grandes puertos donde es frecuente el contrabando, la falsificación de albaranes de carga y descarga, las paradas lejos de la costa sin control ni registro y los viajes inexplicables e indocumentados. Sólo en el pasado mes de enero, 540 de los mercantes entrados a puertos europeos pasaron por aguas de Siria y Líbano por motivos que no están claros en sus registros de ruta, según Windward, una empresa israelí de seguridad.
4. No sabemos quiénes son
Hay cerca de 2.000 europeos que han combatido o combaten con ISIS. Todos con pasaporte de la UE. Muchos vuelven o volverán transformados en yihadistas. En el Reino Unido se les retira el pasaporte. En Francia, la nacionalidad. Estos castigos tienen un efecto relativo en gente que, antes de marcharse a Siria o Irak a combatir, queman sus pasaportes color burdeos.
De entrada, no se sabe bien quién y cómo son. Dúnia Bouzar, del Centro de Prevención contra las Derivas Sectarias Relacionadas con el Islam (CPDSI), habla de jóvenes entre 15 y 21 años de clase media y familia atea y sólo el 5% de ellos con pequeños delitos. En cambio, el Kings’ College asegura que la mayoría son parados o semi-mileuristas, la mayoría con antecedentes criminales, una historia personal problemática y crecidos en entornos familiares conflictivos.
Conocer los guetos y el entorno de donde salen estos yihadistas es ciencia básica para aplicar políticas eficaces de integración. La guerra de Hollande no estaba en Raqqa, sino al lado de su casa, que es la tuya.