Manuel Valls ha sido nombrado nuevo ministro de Ultramar del gobierno de François Bayrou, según ha revelado el primer ministro francés este lunes. Se trata de un ejecutivo continuista con respecto al del malogrado Michel Barnier, con pesos pesados de la derecha y del macronismo. Es su retorno a la política institucional, después de su paso como concejal del Ayuntamiento de Barcelona entre en junio de 2019 y agosto de 2021 —una etapa marcada por su apoyo a la investidura de Ada Colau, con el objetivo de evitar que el republicano Ernest Maragall llegara a ser alcalde.

Después de haber sido ministro del Interior entre 2012 y 2014, Valls fue el primer ministro francés entre 2014 y 2016 —bajo la presidencia del socialista François Hollande—. Sin embargo, una vez fuera de Matignon, sufrió una serie de batacazos electorales. En 2017 perdió las primarias para ser el candidato presidencial de los socialistas contra Benoît Hamon. Resignado, decidió dar apoyo a Emmanuel Macron y se integró dentro del grupo parlamentario de la República en Marcha. Un año más tarde, abandonó todos los cargos a Francia para ser el candidato de Ciudadanos en Barcelona. No solo no ganó, sino que quedó en cuarta posición. En 2021 dimitió y en 2022 se presentó a las elecciones legislativas francesas de 2022, en la circunscripción de los franceses residentes en el extranjero. Bajo las siglas del partido de Macron, Valls no fue capaz ni de superar la primera vuelta. Por todo ello, la prensa francesa se llegó a preguntar si era el político más burlado de la historia.

Valls y los independentistas de Nueva Caledonia

Ahora, el primer reto de Valls será la reconstrucción del destruido departamento de Mayotte, arrasado por un ciclón en el Índico. Asimismo, tendrá que hacer frente a la relación con territorios como Nueva Caledonia, donde este año hubo una grave crisis social y política que derivó en una serie de protestas independentistas: murieron seis personas y se declaró el estado de emergencia en toda la isla. Otros territorios son la Guayana Francesa, Guadalupe, Martinica, la Polinesia Francesa... Su elección es, supuestamente, un guiño al electorado socialista, aunque hace tiempo que se ha distanciado de este.

Bayrou también ha confirmado este lunes los otros nombres de su nuevo gobierno, como la ex primera ministra macronista Élisabeth Borne, que aprobó la polémica reforma de las pensiones del 2023 y que ahora será ministra de Educación; el exministro del Interior Gérarld Darmanin, peso pesado del ala conservadora del macronismo y nuevo ministro de Justicia; el empresario Éric Lombard, nuevo ministro de Economía; y el también exministro de Hollande François Rebsamen, nuevo titular de Política Territorial. Por otra parte, se mantienen algunos ministros del gobierno de Barnier: el ministro del Interior, Bruno Retailleau, próximo a la ultraderecha en temas como la inmigración; la de Cultura, Rachida Dati; el de Exteriores, Jean-Noël Barrot; el de Defensa, Sébastien Lecornu; la de Transición Ecológica, Agnès Pannier-Runacher; la de Trabajo, Catherin Vautrin; y la de Agricultura, Annie Genevard.

Bayrou, estabilidad complicada

En cambio, el primer ministro ha descartado a otro dirigente conservador que había sonado con fuerza para ocupar a Justicia, Xavier Bertrand, contra el que se oponía frontalmente la extrema derecha de Marine Le Pen —que volverá a ser clave para la estabilidad del gobierno, como con Barnier—. Cambia de manos la cartera de Deportes, que estará liderada por Marie Barsacq, quien se ocupó de gestionar el legado de París 2024. Finalmente, se incorpora el derechista corso Laurent Marcangeli, que se hará cargo de la Función Pública.

La cuestión es que la estabilidad del ejecutivo de Bayrou parece tan complicada como la del de Barnier. Incluso si logra superar la prueba de fuego: el discurso de política general del próximo 14 de enero.