Muere Celeste Caeiro, la mujer que dio nombre a la Revolución de los Claveles en Portugal, a los 91 años —cuando el pasado 25 de abril se celebró el 50 aniversario de la revuelta, que puso fin a la dictadura. La noticia la ha confirmado su nieta Carol en las redes sociales, donde ha dicho: "Para siempre mi abuela Celeste. Cuídame".
De madre española, Caeiro trabajaba en el guardarropa de un restaurante del centro de Lisboa, el Sifire, cuando se produjo el alzamiento. Tal como ella explicó en una entrevista a Efe en 2014, los dueños del restaurante querían hacer una fiesta el 25 de abril de 1974 para celebrar el primer aniversario del establecimiento y habían comprado flores. Cuándo llegó al trabajo, se encontró con la puerta cerrada y el gerente le dijo a ella y al resto de los trabajadores que no abrirían porque se estaba produciendo una revolución. También dijo que se llevaran las flores para que no se estropearan.
Para sempre a minha Avó Celeste ❤️
— Carol ���� (@carolinacfontel) November 15, 2024
Olha por mim 🤍 pic.twitter.com/koT9m6aSBQ
El inicio de la Revolución de los Claveles
Pero Caeiro no hizo caso de sus jefes y no se fue a casa, ya que quería saber qué pasaba. Cogió algunos claveles rojos y blancos y se desplazó en metro hasta la plaza del Rossio, justo al inicio del Largo don Carmo, donde los tanques de los sublevados esperaban nuevas órdenes —en una tensa espera desde la madrugada—. "Miré hacia ellos y le dije a un soldado: ¿qué es esto, qué hacen aquí?", narró. "Vamos hacia el Cuartel del Carmo, donde está Marcello Caetano, el presidente (el heredero del dictador António Salazar)", le respondió.
Hacia las 9.00 de la mañana, después de unas horas de guardia, el soldado le pidió un cigarrillo. Caeiro no fumaba y se sintió mal para no poder ayudarlo, así que le ofreció uno de los claveles que llevaba. "Cogí un clavel, el primero fue rojo, y él lo aceptó. Como soy tan chiquitina y él estaba sobre el tanque, tuvo que estirar el brazo. Cogió el clavel y lo puso en su fusil", relató. Inmediatamente, el resto de soldados imitaron a su compañero y pidieron a la mujer uno de los claveles que llevaba bajo el brazo, hasta que se acabaron. Horas más tarde, varias floristas se apresuraban para que a nadie le faltara un clavel contribuyendo a convertirlos en un icono de libertad. Ella, militante del Partido Comunista, no se esperaba que con este gesto pasara a los libros de Historia: pero sí, su acto dio nombre a una revolución recordada por la ausencia de derramamiento de sangre.