Nicolas Tomás (Barcelona, 1992) acaba de publicar El gall ferit (Saldonar), un retrato de la desazón de los franceses, 224 páginas de reportaje fruto de cuatro años de ir arriba y abajo por las periferias de Francia —más de 3.500 kilómetros, dieciséis por página. El libro es un rompecabezas de 16 escenas y una conclusión que radiografían las fallas políticas y económicas, sociales y religiosas, raciales e identitarias que perfilan la malaise française, el malestar francés. En primer plano aparece la sombra de la extrema derecha. De fondo, la degradación de un Estado centralista y condescendiente que ha adquirido vida propia fuera del control de los ciudadanos. También el fracaso de las élites que lo han gestionado —políticos y énarques, empresarios y directivos, intelectuales, y periodistas. El gall ferit vale la pena. Pinta la Francia oculta por las lumières de París, siempre deslumbrante, con información de primera mano y personas de carne y hueso desaparecidas de estudios y encuestas. Lo hace sin dictar sentencia, dejando aire y espacio al lector. Tiene un cierto regusto amargo, quizás porque la mayoría de viñetas son descarnadas, desoladoras, algo que tenía mal remedio si se trataba de mostrar un país herido, la república de los olvidados. Hay, por supuesto, momentos luminosos, como el encuentro con Ali Charrihi, hijo de la primera víctima del atentado de Niza de 2016, que dice: "Si haces el mal, siempre perderás. Si haces el bien, quizás el camino será más largo, pero acabarás ganando". Es, en fin, el libro de un periodista comme il faut. El volumen merecería referenciar los documentos y declaraciones, un índice onomástico y un buen mapa.

Tomás, que tiene la nacionalidad francesa —por eso su nombre de pila en francés—, es el delegado de ElNacional.cat en Madrid. La entrevista se hace por teléfono, en medio del trasiego del día después de las elecciones regionales de Castilla y León.

"Haré de todo para que no tengan ninguna opción de votar por los extremos", dijo Emmanuel Macron al tomar posesión de la presidencia de Francia. ¿Lo ha conseguido?
Macron ha creado un relato más efectista que efectivo. Al aparecer en la escena política promovía un relato diferente. Por ejemplo, una narrativa muy europeísta en el país que el 2005 hizo fracasar la constitución europea [el 55% de los franceses votaron en referéndum contra el tratado constitucional de la UE]. Las grandes reformas de Macron han chocado con la oposición fuertísima de los chalecos amarillos o de las banlieues [los suburbios]. Otras ha sido incapaz de llevarlas a cabo. En Córcega prometió diálogo con las autoridades locales y ni siquiera ha sabido reconocer un elemento básico como la especificidad de la región. Mientras tanto, el nacionalismo corso no para de mejorar sus resultados electorales. Muchos creían que Macron era aire nuevo y ahora lo ven como el mal menor.

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Portada de El gall ferit, de Nicolas Tomás

Es una gran diferencia.
A la gente que lo pasa mal no le basta con el mal menor. No se conforma. Por eso aparecen fenómenos tan radicales como Èric Zemmour, un candidato con un discurso a la derecha de la extrema derecha de la Agrupación Nacional (RN) de Marine Le Pen. El país ha cambiado mucho. Si sumas los pronósticos de las encuestas y te fijas en las cifras de los candidatos de los extremos, los tres candidatos ultras suman más que los siete de la izquierda. La extrema derecha reúne un tercio de los votantes, mientras que las siete opciones a la izquierda de Macron suman el 28%.

Señal de un país polarizado.
Sí. La izquierda está en horas bajas y pierde votos hacia la extrema derecha. Los obreros industriales de Lorena, por ejemplo, eran el feudo tradicional del Partido Comunista y ahora votan mayoritariamente a RN.

Pero RN no gana nunca.
La gran victoria de la extrema derecha en Francia es marcar la agenda y los debates públicos con sus temas: si las escuelas deben preparar comida halal para los alumnos musulmanes, si se puede vestir el hiyab en público, etcétera.

El Estado ineficiente y centralista tiene gran parte de la culpa del mal momento actual de Francia

¿No te parece curioso que alguien piense que resolver estas incidencias puede enderezar un país o su situación personal? Y que pase en Francia.
El populismo es la metástasis, no la enfermedad. El problema viene de muy atrás. En Francia ha fallado todo un sistema. El Estado omnipresente ha querido ocupar espacios decisivos en la sociedad pero ha sido ineficaz y no ha llegado a los barrios, a los pueblos, a una industria que se muere. El Estado ineficiente y centralista tiene gran parte de la culpa del mal momento actual. Fuera de Francia, la gente no sabe, por ejemplo, que los prefectos —el equivalente a los delegados del Gobierno— son elegidos desde París y tienen más poder que los gobiernos regionales. Es decir, quien manda en el territorio es alguien impuesto desde París. Y el Estado lo controlan siempre los mismos: las grandes empresas, las élites intelectuales, los altos funcionarios que provienen de la Escuela Nacional de la Administración (ENA).

Macron ha cerrado la ENA.
Le ha puesto otro nombre. Puro gatopardismo: si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie.

¿Quién ha 'matado' a la V República francesa?
Lo ha matado gente como Manuel Valls [primer ministro entre 2014 y 2016]. Nadie ha hecho más por la extrema derecha que él. Cuando era ministro del Interior les compró el pack entero —el discurso y las políticas— y así la legitimó. Mientras el presidente François Hollande y el partido socialista hacían campaña del miedo y decían "¡que viene la extrema derecha!", él, el primer ministro, hacía de extrema derecha. Si eso lo hubiera hecho la derecha parecería más comprensible. Hoy nadie se extraña de que Valérie Pécresse, candidata de los Republicanos [el partido conservador], compre el discurso de la extrema derecha y hable de la Gran Sustitución, la teoría que hay un plan para minorizar a los franceses blancos y cristianos para favorecer a los de otros orígenes, muchos de los cuales son franceses de segunda o tercera generación, por cierto. Y la presentaban como la derecha moderada y liberal que podía hacer daño a Macron. Pero... ¿Valls? Era ministro por el Partido Socialista con un presidente socialista que llegó al poder con la promesa, entre otros, de ampliar el derecho de voto de los migrantes y acabó expulsando del país a los gitanos roma y otras minorías.

Como ciudad global, cosmopolita y progre, París es más comparable a Barcelona, con quien comparte contextos históricos parecidos

¿Es comparable RN con Vox?
A ver, RN tiene más de medio siglo de existencia. No sé si el fenómeno de la extrema derecha francesa puede trasladarse a España. Quizás tras las elecciones en Castilla y León [del 13 de febrero del 2022] empieza a cambiar el paradigma. Hará falta analizar los datos y verificar, por ejemplo, si el voto rural ha ido a Vox. En Francia, RN es el primer partido de los obreros después de la abstención. En España no, aunque no se puede descartar. Me cuesta encontrar el paralelismo. En Madrid, por ejemplo, votan a Vox en los barrios más ricos y en Francia votan a RN familias desfavorecidas. Le Pen se impone en los segmentos de la sociedad de rentas más bajas y peor nivel educativo. Si comparamos las capitales, París tiene un sustrato más progresista. Como ciudad global, cosmopolita y progre, París es más comparable a Barcelona, con quien comparte contextos históricos parecidos.

La extrema derecha española aprende de la francesa, sin embargo.
La extrema derecha española ya existía en grupúsculos ultras marginales o abrigada en el PP. El salto que ha dado con Vox bebe, sobre todo, de las estrategias de Marine Le Pen, a quien los promotores de Vox ya visitaban antes de lograr buenos resultados electorales. De ella han aprendido a librarse de las propuestas y actitudes más casposas y a pronunciar un discurso más moderno, que culpa a otros chivos expiatorios de las desgracias de la patria, sobre todo a la migración, pero también a la tiranía de Bruselas, al feminismo. Por otra parte, RN ha tenido más éxito en Francia porque ha conseguido interpelar a los trabajadores, mientras que Vox, en España, no tanto. Cada país tiene sus dinámicas. Simplificando, Francia liberó París de los nazis y España sufrió 40 años de nacionalcatolicismo. Eso tiene consecuencias.

Los franceses son famosos por sublevarse y poner al país patas arriba: 1789, 1830, 1848, la Comuna... hasta mayo de 1968. Sin embargo, las últimas revueltas no parece que tengan mucho efecto en la malaise française.
No creo que los franceses hayan perdido capacidad de rebelión. Ahora no cortan la cabeza al rey, pero la revuelta de los chalecos amarillos ha dejado algunos muertos, no lo olvidemos. También ha cambiado el signo de las revueltas. La extrema derecha actual sabe capitalizarlas en beneficio propio, quizás porque no ha tocado poder y aún no se la ve como parte del sistema. La malaise es el discurso que vende Zemmour. La supuesta decadencia de Francia es real al menos en el concierto internacional. Ahora, unida a este argumento te cuela su mierda de la Gran Sustitución.

Zemmour [uno de los líderes de la extrema derecha] y los reclutadores yihadistas son figuras similares: crecen promoviendo la radicalización y el repliegue en la propia comunidad

¿No es eso lo mismo que pasa con el islamismo? En el libro dices que arraiga en discursos comunitaristas (mi comunidad es la mejor), identitaristas (soy musulmán, no francés) y victimistas (somos víctimas de la Francia colonizadora). ¿No es la misma mecánica mental que la extrema derecha?
Zemmour y los reclutadores yihadistas son figuras similares, que crecen promoviendo la radicalización y el repliegue en la propia comunidad. Repliegue y no integración. Buscan el enfrentamiento de las comunidades. Y no digo que no existan esas comunidades, sino que tienen que poder convivir.

El libro presenta una serie de viñetas o escenas, como las piezas de un rompecabezas. La imagen que componen es desoladora. No muy halagüeña, cuando menos. ¿Tiene solución, Francia?
Claro que la tiene. Reclama valentía política y hacer cosas que no se han hecho hasta ahora. No basta con los frentes republicanos contra la extrema derecha. Hay que ofrecer resultados reales: entrar en los barrios, políticas de integración, revisar las instituciones. La policía, por ejemplo, donde el racismo es parecido al que conocemos de las policías de los Estados Unidos. También hay que reindustrializar el país. A muchos obreros los han dejado en la estacada porque sus empresas se han deslocalizado al extranjero. Hacen falta salidas reales a esa parte de Francia que está muriendo. Invertir e invertir bien. A veces no son necesarias grandes inversiones sino operaciones estratégicas para recoser el país.

¿Están los franceses dispuestos a aceptar sacrificios?
No quiero ser muy pesimista. Algunas cosas tendrán que estallar. Francia es un país de sustrato conservador. A las revoluciones icónicas francesas, desde la de 1789 hasta la de 1968, también les siguen momentos más reaccionarios. Quizás los chalecos amarillos indican un momento de cambio más profundo. Quizás el país tiene que estallar para que remonte. Quizás hace falta una VI República, una refundación como la de Chile, donde las revueltas contra la subida del billete del transporte público han acabado en una asamblea constituyente que ha enterrado la constitución de Pinochet.