Nueve hombres con el rostro serio aparecen reunidos detrás de unas pantallas en el centro de control de la red eléctrica nacional de Cuba, en una foto que el sábado el presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, publicó en su cuenta de X. Él aparece con las manos dobladas, casi como si rezara. La isla estaba entonces a oscuras; más de diez millones de cubanos no han podido ni siquiera asegurarse de tener alimentos frescos en la nevera durante el fin de semana. En la imagen publicada por el presidente también aparece, con uniforme militar, Ramiro Valdés, uno de los históricos dirigentes de la Revolución Cubana. El hombre, de 92 años, escucha también las explicaciones de un técnico con las manos detrás de la espalda. "Se trabaja fuerte y sin descanso para recuperar el sistema eléctrico, por prioridades, con el objetivo de conseguir la estabilidad", dice en su mensaje al presidente cubano.

CUBA
El presidente cubano Miguel Díaz-Canel y otros dirigentes del régimen. Foto: X

El rostro de Díaz-Canel refleja las dudas de una cúpula dirigente que empieza a chocar con las dificultades que los antiguos cabecillas del régimen —que todavía se afanan por salir en la foto en momentos delicados— no habían tenido medio siglo atrás: la obsolescencia de las infraestructuras toca las costuras del régimen castrista, que cuenta todavía con una tecnología soviética instalada en el país cuando la URSS patrocinaba el gobierno de Fidel Castro, instrumentalizando la isla en su pulso con los Estados Unidos y su lucha para obtener la hegemonía durante la Guerra Fría en el tablero mundial. El apagón que ha sufrido todo el país ha puesto en evidencia la debilidad del sistema eléctrico nacional y la precariedad sobre la cual construyen los cubanos su día a día, también de su economía.

La obsolescencia de las centrales termoeléctricas de la isla ha sido reconocida incluso por las autoridades, y la prensa del régimen no ha escondido la cuestión. Las intervenciones que se han hecho en algunas centrales no han conseguido recuperar toda la capacidad de producción energética que tenían. Lo que ha podido hacer hasta ahora el régimen ha sido mantener vivas las instalaciones que, en algunos casos, llevan 60 años de explotación. Además, se genera una dependencia del petróleo que las plantas eléctricas también utilizan. El petróleo del mismo país que se utiliza tiene tantas impurezas que todavía dificulta más el mantenimiento regular de las plantas, apuntan expertos consultados por el diario El Nuevo Herald de Miami.

La dependencia del petróleo de Venezuela

Otro problema es la dependencia del petróleo que llega de un aliado político en la región: el gobierno de Nicolás Maduro. Expertos en esta cuestión indican que la mayor parte de los 500.000 barriles que exporta cada día Venezuela van a parar a China para pagar préstamos que el gobierno de Maduro le debe al gigante asiático, y también a los Estados Unidos a través de la petrolera norteamericana Chevron, que tiene una licencia especial para operar en este país, a pesar de las sanciones. En este contexto, Cuba ha pasado de recibir 80.000 barriles de petróleo de Venezuela en 2020 a recibir 55.000 el año pasado, según datos publicados por la agencia Reuters. Según cálculos de expertos, Cuba necesita en torno a 120.000 barriles diarios para satisfacer la demanda interna y el país solo produce 40.000 al día. Para compensar el déficit, el país tiene que comprar petróleo en el mercado internacional.

Los dirigentes del país han acusado siempre a los Estados Unidos de entorpecer el desarrollo de la isla con la política de sanciones, mientras que economistas críticos con el modelo socialista que los viejos dirigentes de la isla quieren mantener de pie, señalan que el deterioro de las infraestructuras es una consecuencia de la falta de reformas comerciales, la limitación de inversiones extranjeras y la inexistencia de un sector privado.

Esto no es menor y se está convirtiendo en un problema para el régimen con sus aliados. Bajo el título "China is not Cuba's sugar daddy" el Financial Times publicaba hace pocos días un artículo en el que explica que aunque los chinos públicamente apoyan al gobierno cubano, en privado han urgido a las autoridades de la isla a abandonar la economía planificada y optar por un modelo como el del país asiático. Los comunistas chinos, dice el diario, están perplejos ante la desidia de los dirigentes cubanos por implementar un programa de reformas económicas que solucionen los problemas del modelo socialista.