La semana pasada, Britney Spears, de 39 años, pedía al tribunal de Los Ángeles en un procedimiento solicitado extraordinariamente con urgencia que pusiera fin a la tutela a través de la cual su padre, Jamie Spears, controla tanto sus bienes como su persona. Fue la primera vez que Britney se pronunciaba sobre la situación, que ya hace 13 años que dura.

Britney habló el miércoles pasado durante más de veinte minutos, mediante la lectura de una carta en la cual expresó toda su frustración en relación a la situación vital que este tutelaje le está provocando, y se lamentó de haber fingido estar feliz durante todo este tiempo a pesar de estar traumatizada.

Fue en el 2008 que Jamie Spears fue nombrado tutor de la cantante raíz de la preocupación por sus diversos ingresos en el hospital a causa de su estado de salud mental y del abuso de sustancias. Había sido el año antes cuando Britney perdió la custodia de sus dos hijos después de su divorcio de Kevin Federline y que había empezado a tener actuaciones estrambóticas que fueron tratadas con mucha dureza y humillación por parte de la prensa. En el 2019, Britney explicaría ante un tribunal que fue obligada a permanecer en un centro de salud mental en contra de su voluntad, a pesar de ser mayor de edad al momento.

En todo caso, el nombramiento de su padre lo convirtió en el controlador absoluto de la vida y de la fortuna de unos 60 millones de dólares de Britney, a la vez que de todas las negociaciones y acuerdos financieros que esta implicara. De hecho, a pesar de la enorme cantidad de dinero que la estrella del pop ganaba, solo podía disfrutar de 2.000 dólares a la semana, y cualquier error por su parte tenía consecuencias realmente estrictas y coercitivas. Por otra parte, su padre obtenía unos 16.000 dólares en el mes para hacerle de tutor, aparte de recibir porcentajes de varios acuerdos que firmaba en nombre de su hija, y gracias al trabajo de esta.

Imatge4

Britney Spears y su padre, Jamie Spears

Una tutela encuentra su finalidad en la gestión de los asuntos financieros de una persona que ha sido considerada incapaz de gestionarlos por sí misma -cómo parece que pasa con la cantante- por lo cual se designa a otra persona que se encargará de hacerlo. Esta es determinada por un juez que otorga -en este caso al padre de Britney- una autorización para asumir gran parte de los poderes de la tutelada. Una parte importante de los derechos civiles de ella pasan a ser de su padre, considerando que la primera no tiene capacidad para tomar este tipo de decisiones.

No obstante, hay que tener en cuenta que el caso de la cantante contiene ciertos aspectos que cuestionan la normalidad de la situación, ya que el suyo no es un caso típico de tutela, que se plantea normalmente para personas en situaciones de demencia o discapacidades bastante desarrolladas. No se suele tratar de una persona exitosa en su trabajo -mucho menos hasta el punto que lo es el artista-, y de hacer todo tipo de actividades relacionadas con su profesión. Ella misma explicaba la semana pasada al juzgado que "no tendría que estar tutelada si puedo trabajar, proporcionar dinero y trabajar por mi misma y pagar a otras personas".

De hecho, solo un año después de ser incapacitada, ya aparecía como invitada a varios programas de televisión, sacó un disco que tuvo un éxito monumental e hizo una gira por casi un centenar de países.

Además, es importante puntualizar que Britney, en el 2008, no perdía necesariamente su derecho a ser partícipe de decisiones importantes en relación con sus propiedades y posesiones, ni tampoco su derecho a ser escuchada y tenida en cuenta en las acciones a llevar a cabo. De hecho, las tutelas tienen que dar prioridad a los deseos de los tutelados y tienen que formar parte del camino que los lleve a recuperar su independencia.

Imatge5

Movimiento #FreeBritney

No obstante, ella misma explicaba que ahora la tutela es una forma de control y de presión contra su persona y que ya llega a restringir cosas como con quién sale, poder ir a hacerse las uñas por su cuenta, escoger qué muebles pone en su casa, utilizar su tarjeta de crédito para comprar un café, recibir según qué visitas o conducir. También se ha visto obligada a trabajar contra su voluntad y no ha podido escoger a sus abogados ni a sus terapeutas, en más de no poder decidir si toma o no los medicamentos que le son recomendados.

Uno de los temas que más frustración transmite es el hecho de que la cantante no puede sacarse el DIU (Dispositivo Intrauterino), con el fin de evitar tener hijos aunque lo deseara. Esta forma de esterilización forzada a largo plazo es una de las cosas que hace más evidentes que su tutela puede considerarse una cuestión más sobre control, que sobre protección. Esta restricción de la libertad de reproducción parece ser una respuesta establecida demasiado frecuentemente en tutelas que responden a problemas de salud mental. De hecho, en los Estados Unidos, en más de la mitad de los estados, los tutores tienen permiso para infligir no solo control de la natalidad a sus tuteladas incapacidades, sino esterilizaciones permanentes.

Britney ya se planteaba que su progenitor no era el adecuado y que se tenía que acabar su papel como tutor en el 2014. De hecho, el año 2008, cuando la tutela se hizo efectiva, ella ya insistía en que no quería que fuera su padre quién llevara a cabo la función. También en el 2016 hizo algunas declaraciones explicando como de abusivo podía llegar a ser el control que Jamie Spears tiene sobre cada aspecto de su vida. Hay que puntualizar que frenó temporalmente el tutelaje de su hija el año 2019 por motivos de salud, trasladándolo a Jodi Montgomery, a un especialista en gestiones tutelares, pero sin haber dejado de tener el control sobre el dinero de la cantante.

Y eso que, según varios registros judiciales, entrevistas o intervenciones, la relación de la cantante con su padre, alcohólico en recuperación y acusado de abusos tanto físicos como verbales, ha sido muy complicada durante muchos años. De hecho, a día de hoy, el abogado de Britney dice que la estrella tiene miedo de su padre, que siempre ha sido un controlador y un obseso de su carrera, y que no tiene intención de volver a los escenarios si es él quién controla los ingresos que obtiene de sus actuaciones.

Britney no ha sido la única en advertir sobre actuaciones como mínimo cuestionables por parte de su padre. De hecho, Lynne Spears, la madre de la cantante, pidió una orden de alejamiento cuando se divorció de Jamie por miedo a que la reacción fuera violenta o como consecuencia de la ingesta de alcohol. También Lynne explica a sus memorias que el padre trataba mal a su hija, con episodios de abuso verbal y abandono. Además, el verano pasado, Jamie también protagonizó un incidente con el hijo de trece años de la cantante, que derivó en la prohibición que el abuelo vea a su nieto.

El hashtag #FreeBritney, a favor de poner fin a su tutela, es solo el título de un movimiento que aboga por la libertad del artista y que hace muchos meses que remueve las redes y moviliza a sus seguidores. Se suma a eso el documental que The New York Times ha publicado al respecto y el apoyo obtenido por parte de artistas como Justin Timberlake, su actual pareja Sam Asghari, la cantante Mariah Carey o el activista y actriz Rose McGowan.

Es curioso que todo el mundo haya podido hablar sobre Britney Spears públicamente, mientras que ella permaneció en silencio hasta la semana pasada, sometido a una tutela de que la trata como una niña pequeña que, a pesar de tener un éxito profesional incuestionable y estar en un momento excepcional para disfrutar de su vida adulta, se le está prohibiendo porque tiene privadas sus libertades.