Hace meses que en el Sudán no deja de haber tensiones entre las escisiones militar y civil que, hasta este pasado lunes, habían estado gobernando en coalición. Aunque se trataba de un gobierno bastante inestable y en constante tensión, era la solución que hasta ahora se había encontrado para el gobierno del país después de que el expresidente Omar Al-Bashir fuera destituido hace un par de años. Pero la tensión fue más clara que nunca cuando los militares, todavía fieles a Al Bashir, llevaron a cabo un intento fallido de perpetrar un golpe de estado este septiembre.
Hace falta tener en cuenta que Al Bashir, hasta su destitución, había fomentado el mantenimiento de un importante imperio económico militar y de las fuerzas de seguridad del país, por|para lo cual toma sentido que sean los mismos quien|quién quieran evitar una transición hacia un gobierno civil. Hasta ahora, la escisión militar dentro del gobierno era la que retenía una reforma de las instituciones policiales y del ejército, además de obstruir la investigación de delitos de las fuerzas de seguridad y evitar cooperar en la indagación sobre el genocidio de Darfur.
Así pues, esta coalición que gobernaba nombrada Consejo Soberano fue disuelta el lunes por una de las partes. El ejército llevó a cabo un golpe de estado y declaró el estado de emergencia, después de que la semana pasada el primer ministro Abdalla Hamdok expresara la intención de convertir el gobierno en uno completamente civil, de cara a noviembre. Emocionados con la idea de una leve señal de transición hacia un modelo de país democrático en este país del nordeste de África, miles de manifestantes salieron a la calle con la intención de exigir el cumplimiento de esta transición hacia un gobierno civil.
Pero este lunes el ejército sudanés tomó el poder y detuvo a varios altos cargos del gobierno, incluido el primer ministro y su mujer, Muna Abdallah. Ahora se encuentran en lugar desconocido, después de haber renunciado a emitir una declaración a favor de la toma de posesión por parte del nuevo gobierno. Así pues, el general militar Abdel Fattah al-Burhan explicó en un discurso por televisión que un gobierno electo no sería una opción próximamente y suspendió varios artículos de la Constitución, anunciando que un nuevo gobierno tecnocrático asumiría el poder hasta el año 2023, fecha por la cual preveía las próximas elecciones
Antes, sin embargo, Hamdok había pedido -a través de publicaciones del Ministerio de Información y desde su arresto domiciliario previo al secuestro- a los sudaneses que se adhirieran a medios pacíficos de protesta con el fin de defender el movimiento pro democracia a través de una revolución. Eso provocó reuniones de decenas de miles de personas por todo el país con el fin de llevar a cabo manifestaciones, que se materializaron en barricadas, bloqueos del tráfico y encendidos de hogueras.
Los grupos revolucionarios civiles y sobre todo los movimientos que encabezan las protestas contra el legado de En el Bashir, han hecho un llamamiento a la desobediencia civil hasta que no se reabra una negociación con los civiles, les sea entregado el poder y los detenidos del Consejo Soberano sean liberados. De momento, estas demandas están recibiendo una respuesta extremadamente violenta por parte de las fuerzas de seguridad y paramilitares.
Hoy por hoy, estas han disparado y matado a siete personas y han herido unas 140 de las que habían salido a protestar a las calles, según afirmaban fuentes del Ministerio de Salud. Varios vídeos publicados en las redes sociales muestran cómo masas de manifestantes se dirigían hacia el cuartel general del ejército coreando cánticos de protesta. El Ministerio ha denunciado el uso de armamento y de gas lacrimógeno contra los conjuntos de manifestante en Jartum, la capital del país, por parte de las fuerzas paramilitares. Al mismo tiempo, el Sindicato de Doctores del país ha indicado que el ejército está impidiendo el acceso de los heridos en el banco de sangre. Además, los canales de noticias locales han advertido que se han cerrado los accesos a las carreteras y puentes que conectan la capital del país con el resto del Sudán, se han suspendido todos los vuelos en el aeropuerto y se ha apagado la conexión en internet.
Day and night!
— Nisreen Elsaim (@NisreenElsaim) October 26, 2021
to protect the revolution!
to protect our new born democracy!
لا لن نعود #الرده_مستحيلة #الردة_مستحيلة #الردة_مستحيله #لا_للانقلاب_العسكري #SUDAN_COUP pic.twitter.com/BlSbbHUW4n
No es fácil deducir los efectos que eso puede tener sobre el Sudán o los países de que lo rodean. Si el golpe de estado establece lo que pretende, puede significar varios pasos atrás, no solo para el mismo país, sino para otros como Mali o Guinea. Este golpe de estado puede servir de inspiración a fuerzas militares de estos países y animarlos a seguir los pasos del ejército sudanés. Hace falta tener en cuenta, en más, que el Sudán está por otra parte sometido a una enorme crisis económica que hace depender en su población de las ayudas extranjeras, que pueden peligrar en una situación como la que se prevé.
Hoy por hoy, los Estados Unidos han condenado el golpe de estado y han suspendido los 700 millones de dólares en asistencia bilateral al Sudán que proporcionaban, además de declarar que reconsiderará toda su relación con el Sudán. Lo han calificado de inaceptable y, junto con la Unión Europea, la ONU, La Unión Africana y el Reino Unido, han instado en las partes a volver a gobernar en dirección a una transición democrática. El representante especial de la ONU para el Sudán, Volker Perthes, ha dicho que las detenciones del primer ministro, funcionarios del gobierno y políticos son inaceptables y ha pedido a todas las partes que utilicen la máxima moderación y que vuelvan al diálogo con el fin de restablecer la orden constitucional.
Parece que el Sudán no se libra, desde el inicio del postcolonialismo, de las incesantes tomas de poder y golpes de estado militares.