A medida que han ido surgiendo imágenes y testimonios de Bucha, la ciudad ucraniana a 20 kilómetros de Kíiv, es más evidente que el presidente ruso, Vladímir Putin, ha repetido patrones que ya había puesto en marcha hace años en otros lugares. Si bien hasta ahora le había servido, el coste para su ejército que ha estado importante. La estimación del enemigo no ha acabado de ser acertada, según parece, sobre el papel. Pero estos ataques no son nuevos. Putin también atacó Grozni el año 1999.
Según el The Guardian, Putin podría estar mal asesorado. De hecho, constata que "sea por arrogancia o porque su círculo íntimo no fue franco con su líder sobre los límites de la capacidad rusa, tanto en Chechenia como en Ucrania, había una creencia abrumadora en la superioridad de las fuerzas ramajes del país". ¿Sin embargo, qué explica los horrores de un municipio como Bucha? Cuando los paracaidistas rusos llegaron al aeropuerto de Hostomel, en las afueras de Butxa, inicialmente desaparecieron. Todo el mundo creía que era porque estaban de camino en Kyiv para buscar una alternativa al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, que fuera más pro-Moscú. Después de unos días, sin embargo, reaparecieron con consecuencias fatales.
Grozni y otros precedentes
Lo que ha pasado a Bucha, no es nuevo. Moscú ya hizo algo similar a Grozni. De hecho, la ONU aseguró que Grozni fue la ciudad más destruida de la tierra el año 2003, donde murieron entre 5.000 y 8.000 civiles. Durante la batalla de Alepo, en el 2016, Rusia también recuperó diferentes áreas controladas por los rebeldes para el presidente de Siria, Bashar al-Ásad, a través de una campaña de bombardeos aéreos de un mes de duración, matando hombres, mujeres y niños.
Y Bucha es el último, pero también han pasado por aquí otras ciudades de Ucrania como Chernígov, Mariúpol y Járkov, que también han vivido un trato similar. Primero, un apagón de comunicaciones y después, corte de suministros básicos, electricidad, gas y agua. Posteriormente, tal como constata el The Guardian, bombardeo generalizado de objetivos civiles y oferta falsa de corredores humanitarios, rotura y derrumbamiento de infraestructuras, hospitales, refugios antiaéreos y escuelas.
Por otra parte, también se ha vuelto a poner de manifiesto que Rusia está involucrada en la deportación forzosa de personas de Mariúpol en la Federación Rusa. Un hecho que ya han denunciado varias organizaciones. La semana pasada, salía a la luz que hay numerosos informes de campamentos de filtración rusos para civiles ucranianos reubicados a la fuerza para ser asentados en regiones de la Federación Rusa. Uno de estos campos está funcionando a Dokuchaevsk, en la región del Donbás. Los agentes de Seguridad Federal rusa interrogan a los prisioneros por si tienen familiares en el ejército o a la policía. Un hecho que, aparte de la plataforma, también lo denuncia la Dirección de Inteligencia del Ministerio de Defensa de Ucrania. La intención, según constatan, es encontrar activistas ucranianos y personas que han servido al mismo ejército o fuerzas del orden. El informe afirma que los prisioneros no tienen atención médica ni reciben comer. Después de los interrogatorios, los ciudadanos son deportados en zonas remotas y aisladas de Rusia.
¿Qué pasará ahora?
El mismo artículo del The Guardian destaca que en Chechenia, Putin puso al frente en Ramzan Kadyrov, que desde entonces ha dado apoyo a las fuerzas rusas, tanto en Siria como en Ucrania. Y, por ahora, parece que se han normalizado las nuevas administraciones. Eso, según se puede leer en este mismo artículo, requiere cinismo y debilidad por parte de Occidente, es decir, girar la cabeza a otro lado. En el caso de Ucrania, sin embargo, no parece del todo claro como podría acabar. De momento, todo indica que Occidente se ha mostrado más solidario con Kyiv y ha impuesto sanciones contra Rusia.