Siete y cuarto en Bruselas. En el cruce del boulevard de Ypres y el de Ninième de Ligne, un hombre armado y vestido con un chaleco fluorescente, salta de un patinete, dispara a los transeúntes y persigue a los que se refugian en un edificio de oficinas. En un vídeo filmado por un vecino, se le ve abatir a un hombre dentro del edificio con un fusil tipo Kaláshnikov. Lo remata de un tiro en la cabeza. Inmediatamente, mata a otro. Son dos aficionados suecos. Su selección de fútbol jugaba contra Bélgica un partido de clasificación para la Eurocopa este lunes por la noche. Un tercer herido es un taxista que está "fuera de peligro", según las autoridades belgas. El asesino ha huido a bordo de su patinete gritando ¡Allahu Akbar! (¡Alá es grande!). Según las primeras investigaciones de la policía recogidas por el (buen) diario Le Soir, el presunto autor es Abdesalem L., un vecino de Bruselas de origen tunecino, de 45 años. Solo tres portadas recogen este atentado —La Vanguardia, Ara y El País— y por los pelos, en piezas pequeñas. Es la servidumbre de los diarios impresos: que tienen que cerrarse en algún momento, cada vez antes, y las bajas tiradas y las rotativas compartidas cada vez justifican menos retrasar el cierre o las segundas ediciones.
En el contexto actual, este atentado quizás merece más atención, más portada. Es el segundo en pocos días. El pasado 13 de octubre, un hombre que también gritaba ¡Allahu Akbar! mató a cuchilladas a un profesor e hirió a dos más en un instituto del norte de Francia. Cualquier islamista fanatizado residente en Europa puede sentirse llamado a hacer la guerra por su cuenta, como descubrieron Al Qaeda y Estado Islámico, los grupos terroristas más salvajes de ese entorno. Un fanático, radicalizado vía control remoto de las redes sociales y los servicios de mensajería, puede sentir que le ordenan matar. El mismo contexto de la guerra entre Hamás e Israel puede ser el desencadenante de ataques islamistas en todo el mundo. Además, en el caso de los suecos asesinados en Bruselas, hay una capa más de contexto. En los últimos meses, en Suecia, activistas antimusulmanes han quemado copias del Corán, poniendo al país y a sus compatriotas en el punto de mira del terrorismo islamista. "Suecia ha pasado a ser un objetivo prioritario para este tipo de ataque", dijo el ministro sueco de Justicia a mediados del pasado agosto. Quemar el Corán difícilmente ayuda a rebajar tensiones y a generar respeto —claro, la gente radicalizada viene en todos los colores y medidas: en Illinois, en los EE.UU., un hombre de 71 años ha asesinado a navajazos a un niño de seis acusándolo de ser musulmán. También ha herido a la madre. "¡Los musulmanes tenéis que morir!", gritaba el asaltante.
El Periódico presta atención al colapso de la línea R3 de Rodalies, en obras los tres meses que vienen —según Adif. Los usuarios deben viajar dos horas en autobús para recorrer 55 kilómetros. Siempre pueden consolarse pensando que en Gaza están mucho peor. El Punt Avui destaca las conclusiones del comité académico convocado por la Generalitat con el encargo de proponer alternativas al ejercicio de la autodeterminación. La conclusión de los profes es que debe abandonarse la unilateralidad y apostar por un referéndum acordado con el Estado español. Titula "A la escocesa". Si no fuera porque se acompaña de una foto del president Aragonès, podría confundirse con una incitación a la ingesta de güisqui o a la práctica de la gaita. El Trío de la Bencina vuelve al corral que le gusta: enfangar al Gobierno (en funciones). El Mundo vuelve a ganar el concurso del barro, esta vez con una "investigación" donde acreditan la declaración de un etarra que acusa a Arnaldo Otegi de darle instrucciones para un secuestro en 1983. Este debe ser un etarra bueno.