Todas las portadas abren con el atentado terrorista en el auditorio de un centro comercial de la ciudad de Krasnogorsk, un suburbio de Moscú. En el momento de publicar esta pieza hay al menos 40 muertos y 115 heridos, de los cuales 60 graves. Estado Islámico se ha atribuido el ataque. En el auditorio se celebraba un concierto de rock del que se habían agotado las entradas: se calcula que los asistentes rondaban las 6.200 personas. Un mínimo de tres atacantes han disparado con armas automáticas contra el público y después se ha producido una explosión: en el incendio posterior ha ardido un tercio del edificio. Los Estados Unidos ya habían avisado el 7 de marzo de que Estado Islámico-Khorasan (Isis-K), la rama con sede en Afganistán, preparaba un ataque en Moscú, según The New York Times. El grupo terrorista acusa al Kremlin de tener sangre musulmana en las manos, en alusión a las intervenciones militares de Moscú en Afganistán, Chechenia y Siria. El gobierno ucraniano —que combate la invasión rusa desde febrero del 2022— ya ha dicho que no tiene nada que ver. Es el atentado más grave cometido en territorio ruso desde hace veinte años. No se equivocan las portadas, pues, al valorarlo como noticia principal. Desafinan las de La Razón y El Punt Avui. El diario del Grupo Planeta abre con Puigdemont —no pueden quitárselo de la cabeza—. El diario gerundense con un reportaje sobre la carencia de una ley electoral propia en Catalunya. Vamos.
La Vanguardia y El Mundo son los únicos diarios que publican —y grande— una foto de al menos dos terroristas asesinando a tiros a un grupo de personas en un espacio que parece el acceso al auditorio. Son imágenes de una cámara de seguridad. Son terroríficas y su publicación también, porque es lo que los terroristas buscan: extender el miedo, apalancar su capacidad de chantaje. Ara y El País ofrecen imágenes del incendio en el centro comercial. Es la misma foto de la agencia británica Reuters. La única diferencia es que el diario madrileño la da entera y el catalán cierra un poco el plano. No se ve a los terroristas ni a los cadáveres, solo llamas y ambulancias. ABC ha jugado la foto a que navega entre la primera y la segunda, como la que ilustra esta pieza: se ven, de lejos y a oscuras, los cadáveres de algunas de las víctimas, rodeadas de civiles y de uniformados entre un camión militar y una ambulancia. Es menos espantosa que el fotograma de la cámara de seguridad, pero más agresiva que la imagen de los edificios en llamas.
¿Tiene algún sentido elegir la fotografía de los terroristas en el acto de matar? ¿Qué añade a la información sobre el atentado? Muchas veces se olvida que las fotos tienen el peso añadido de ser un puñetazo, que no se pueden suavizar. No puedes borrar los cadáveres ni los terroristas de la imagen capturada de los vídeos de seguridad. Tampoco puedes borrarla del cerebro, en el sentido que no puedes "desver" la foto ya vista, aunque la herida que deja en la memoria se cierre. En un texto pueden utilizarse unas u otras palabras, puede dársele un tono más visceral o más frío. Se puede matizar. El texto deja espacio para tener más cuidado, más precisión. Permite ofrecer más contexto. La foto no, la foto es tal cual. La publicas o no la publicas, no hay término medio. Es uno de los debates que nos dejan las portadas de este sábado.