"Hoy, en Londres, a un hombre le han puesto un sombrero". Así arrancaba este sábado la crónica de la coronación de Carlos III de The Economist, quizás la revista más influyente del mundo y tan o más típicamente británica que el rugby, el té de la tarde o no decir lo que piensas. "La coronación de Carlos III a duras penas es noticia y, curiosamente, fascina a todo el mundo", sigue la crónica, que lo explica así: "Es probable que cualquier ceremonia que involucre a personas con títulos como Rouge Dragon Pursuivant [Mantenedor del Dragón Rojo] y exija accesorios como la Piedra del Destino despierte el interés de todo el mundo excepto entre los republicanos más serios".
La socarronería de esta pieza contrasta con la lisonja melosa y pedante de las portadas de Barcelona y Madrid. La Vanguardia y La Razón incluso hablan de una "nueva era", que ya es decir —Carlos tiene 74 años y su mujer, Camila, 75. ABC titula "Un reinado con nuevos desafíos", que consisten en "adaptar la institución a los nuevos tiempos". Pues vaya. El Mundo pinta a Carlos III como "rey de la prudencia y la misericordia". Son expresiones vacías que no quieren decir nada. Pura cortesía. Aire caliente. Ara, en cambio, lo escribe a cuchillo en un subtítulo ("una ceremonia medieval [que] se convierte en un espectáculo global") y en la crónica de su corresponsal ("Carlos III muestra al mundo que el Reino Unido es un gran decorado").
En fin. A pesar de la larga preparación del heredero, que ha dispuesto de una maestra tan aplicada como Isabel II, su madre, nadie sabe realmente qué significará el reinado de Carlos III. En algunos capítulos de la serie The Crown se menciona La Constitución inglesa, un texto de Walter Bagehot (por cierto, director de The Economist entre 1861 y 1877) que es el que más se acerca a un manual de monarcas. Aconseja a los reyes que sean decorativos, que protejan su intimidad y que nunca abandonen su posición de neutralidad constitucional. Ahora mismo, Carlos quizás suspendería un examen de los dos últimos puntos (y no sería el único). Más allá de los oropeles y las lentejuelas del show medieval de la cerimonia de Westminster, la situación de la corona es más bien de incertidumbre. No es eso lo que transmiten los diarios de este domingo. Robando la idea a Quim Aranda, también las portadas demuestran que son un gran decorado.
N del A. Rouge Dragon Pursuivant of Arms in Ordinary es uno de los doce oficiales de armas del Rey que le sirven de guardia de honor en algunos actos oficiales, como la coronación o la ceremonia anual de apertura del Parlamento. Su trabajo es caminar unos cuantos metros delante del monarca. El Dragón Rojo es el símbolo de Gales. Desde 2019, el Pursuivant es Adam Tuck, un publicitario de 39 años. La Piedra del Destino o Piedra de Scone (en gaélico escocés clach-na-cinneamhain, clach Sgàin o Lia Fàil), es una losa de 150 kilos de color gris sobre la cual eran coronados los reyes de Escocia en la abadía de Scone. En 1296, Eduardo I de Inglaterra se la llevó a Londres como botín de guerra y la puso en la abadía de Westminster, en una silla especial de madera sobre la cual, desde entonces, han sido coronados todos los reyes ingleses y británicos, excepto María II. A los escoceses no se hace gracia, claro. El último intento de recuperar la piedra lo protagonizó en 1950 un grupo de estudiantes encabezados por el nacionalista Ian Hamilton. Consiguieron esconderla unos meses. Hamilton murió en octubre de 2022. The Economist le dedicó su Obituary, en la última página de la revista.