Un día más, el peso de las portadas impresas corresponde a las fotografías, único contenido que puede presentar alguna novedad, algún gancho. Con la, digamos, humillación añadida que todas vienen de agencias de noticias y no de los periodistas de los diarios. Este sábado, La Vanguardia, El País, El Periódico y la mitad de Ara escogen imágenes de civiles huyendo o asustados, algunos con niños a cuestas o con el fondo de los destrozos de las bombas y misiles rusos. Quizás mejor esas imágenes más devastadoras —aunque también den más miedo— que otras como esa de la docena de soldados de la Guardia Nacional de Ucrania que toman posiciones cuerpo a tierra sobre una autopista de acceso a Kiev, una imagen poco marcial —no se les ve muy aguerridos y todo hace pensar que la batalla será más bien escasa. Esta la llevan la otra mitad de Ara, ABC y La Razón. También puedes optar por la photo de guerre de Agence France Presse que publica El Mundo: un soldado ruso con uniforme ucraniano muerto bajo un camión. La imagen es neta, sin sangre ni destrozos angustiosos, sea dicho con respeto. Eso sí, a primera vista piensas que es un militar durmiendo al lado de un vehículo tras su turno en el frente o algo. Que no es Muerte de un miliciano, de Robert Capa, vaya. Cabe decir, ya que estamos, que entre las fotos de civiles tampoco hemos visto ninguna como las de Agustí Centelles, como aquella donde se ve a la madre del periodista Josep Pernau llorando al lado del cadáver del marido en una calle de Lleida el día siguiente del bombardeo del 2 de noviembre de 1937. (Digamos aquí que ojalá no haya).

Los diarios impresos no pueden aportar la última hora como hacen las teles y, sobre todo, los digitales. La información de los papeles es vieja y, como se lo saben, escriben los títulos de manera que cumplan seis o siete horas más tarde, cuando piquen el ojo de sus lectores. Vendría a ser como esperar que la comida siga caliente siete horas después de calentar el plato. A ver, si haces eso destruyes la comida o tu estómago. Además, es difícil pensar que los compradores de los papeles no han visto los telediarios la noche anterior, o incluso que no escuchan la radio cuando se levantan. ¿Qué explica realmente un título como "La batalla de Kiev" o "El asedio de Kiev"? Nada y menos. Quizás cuando leamos los diarios este sábado por la mañana, Kiev estará perdida o medio arrasada. O resistirá y pondrá en problemas a los portadistas porque, ¿qué harán? ¿Escribir "Batalla [o asedio] de Kiev. Segundo día"? ¿O una llamarada épica tipo "Kiev resiste"? Cuatro de las ocho portadas que aquí se comentan han escogido el término "batalla", quizás porque se hacen la ilusión que la Guardia Nacional de Ucrania será capaz de parar o frenar al ejército de Rusia (o debemos decir de Putin?). Que no sólo plantará cara sino que podrá sostener una acción bélica y batirse durante bastante tiempo para considerarlo una batalla de verdad. "Asedio", en cambio, sugiere más bien que el asediado es el perdedor e indica que el sitiador se quedará con la ciudad o el territorio por el qué se combate. Sea como sea, la impresión que dan hoy los diarios en el quiosco, con casi todos los fotos y títulos repetidos, es triste.

Hay diarios que no tiran la toalla y pretenden salvar el día. Adornan los títulos con arabescos y filigranas de cariz geopolítico, como queriendo hacerse los listillos. Problema: quedan como unos unos tarugos, unos zánganos, unos mastuerzos o todo a la ves. Peor todavía, todo el mundo lo ve. El Mundo, por ejemplo, dice en un título así de grande que Putin "toma Kiev para aplastar la democracia". ¡No me digas! Pensábamos que lo hacía para repartir dulces a las criaturas, flores a las mujeres y puros a los hombres, que es como uno se imagina los regalos que escogería un señoro como Vladímir Vladímirovich. ABC, en cambio, muy solemnemente y bajo la foto de los intrépidos soldados en la autopista, nos informa de que Putin "exige la rendición". Gracias por tanto, chavalotes.

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