Si no has leído la crónica de los únicos periodistas internacionales que permanecen en Mariúpol, léela ahora. Son tres corresponsales de la agencia estadounidense Associated Press y hacen el recuento en palabras y fotografías del salvajismo inhumano con que el ejército de Rusia aplasta hace semanas este puerto del sureste de Ucrania, donde vivían casi medio millón de personas. Arranca así: "Todos los cuerpos de los niños yacen aquí, arrojados en esta estrecha trinchera excavada apresuradamente en la tierra helada de Mariúpol al son constante de los bombardeos". La publica La Vanguardia en su web. El País, en su portada impresa de este viernes, anuncia otra pieza titulada "Mariúpol ya no existe" de la periodista y escritora Margaryta Yakovenko, nacida en Ucrania y con familia en Mariúpol.

El mismo diario abre con una información crucial para el futuro de la guerra: la UE discute como cortar en seco la compra de gas a Rusia, cosa que dejaría Putin sin dinero para pagarse su guerra de devastación de Ucrania. La Vanguardia explica el motivo en su título principal: las tropas de la autócrata ruso no avanzan, están en punto muerto, de manera que combinan dos técnicas criminales: la medieval del acoso y la moderna de asesinar civiles vía bombardeos. El Punt Avui titula con un juicio muy sumario. "Criminales de guerra", dice. Mientras tanto, Ara vuelve a dar voz al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, que ayer se dirigió telemáticamente a los diputados del Bundestag alemán. Les dijo que no arrastren los pies, que espabilen, que mientras piensan si compran o no gas, petróleo y carbón en Rusia, miles de personas mueren.

La potencia industrial alemana y la calidad de su producción cuelga de los gasoductos que arrancan en Rusia. Zelenski lucha con sus discursos contra la mentalidad de personas muy poderosas. Uno de ellos es Siegfried Russwurm, presidente de la Confederación de la Industria Alemana (Bundesverband der Deutschen Industrie, BDI). Hace diez días, Herr Russwurm dijo que "las imágenes que nos llegan de Ucrania son horribles, pero en nuestras decisiones no podemos desconectar la racionalidad". Ya. Queda implicado que la "racionalidad", según Herr Russwurm, supone mantener los suministros que permiten a Putin financiar la invasión de Ucrania y el martirio de ciudades como Mariúpol y sus habitantes. Herr Russwurm está seguro de que vale la pena pagar el precio de sangre y destrucción de Ucrania y de los ucranianos. De "todos los cuerpos de los niños que se tumban aquí".

Esta "racionalidad" es quizás la misma detrás de la decisión de algunos diarios, que ya se han aburrido de abrir con la guerra y titulan su portada con la huelga del transporte. Casualmente, el Trío de la Bencina: El Mundo, ABC, La Razón. Para acusar el gobierno español —eso sí es importante y no la guerra criminal de Putin— y justificar el griterío de sus títulos, fabrican la fantasía del desabastecimiento, la paralización de la producción industrial y el apocalipsis económico para hoy a mediodía. Ciertamente, la huelga ha provocado el paro de varias plantas siderúrgicas y algunas industrias lácteas, además de afectar al suministro de productos frescos de los grandes mercados mayoristas y las lonjas de pescado. Gravísimo, oye. Qué dolor, tú. En fin. En Europa, esa "racionalidad" —la que invocan Russwurm y la que practican esos diarios— la conocemos muy bien y recordamos perfectamente sus consecuencias.

La Vanguardia

El País

Ara

El Punto Avui

El Periódico

El Mundo

ABC

La Razón