Petróleo y derivados son la principal exportación de Rusia. Casi la mitad de esas exportaciones van a parar a países europeos, según datos de 2021. Los Estados Unidos, en cambio, representan sólo el 8% de las exportaciones rusas de crudo y refinado. Su cancelación, pues, no hará mucho daño a la economía estadounidense —ni, de momento, a la rusa. El Reino Unido, también ha decidido hacer como EE.UU. Tampoco sufrirá tanto porque sólo entre el 5% y el 8% del petróleo y menos del 4% del gas que importa proviene de Rusia. El Reino Unido supone menos del 2% de las exportaciones rusas de hidrocarburos. Nada. A primera vista, se hace pues extraño por qué tantos diarios abren portada y titulan con intensidad el anuncio del presidente Joe Biden y del primer ministro Boris Johnson de castigar a Rusia con la prohibición de importar combustibles si no hace tanta pupa a los invasores de Ucrania. ABC, por ejemplo, desinforma y hace mucho el rídiculo al decir que la Unión Europea queda "señalada" —como cobarde o pasiva, se entiende— por la iniciativa de ambos países anglosajones. A ver. No es por falta de narices. Europa recibe casi la mitad de las exportaciones de hidrocarburos rusos y es el principal cliente de su gas. Si los miembros de la UE cortan esas importaciones le hacen un cráter colosal a la economía rusa, sí, pero también a la propia, especialmente a la alemana y la holandesa, que no son dos rincones. Por eso Europa tiene que ir con pies de plomo y ya hace bastante comprometiéndose a reducir en dos tercios la dependencia energética de Rusia para el final del 2022.
Es decir, sí se entiende por qué la determinación de los EE.UU. y el Reino Unido abre portadas, pero no por los motivos que explica con tanto infantilismo chulete ABC, diario que —dicho sea de paso— lleva la portada más rancia del día ("Mujeres y niños primero", titula, qué patético) y candidata seria a serlo de todo el año. La decisión de los, digámoslo ya, aliados, indica que han resuelto con firmeza castigar a Putin donde más le duele: cortar las fuentes de ingresos que le permiten pagar la invasión de Ucrania, y cerrarle el grifo de las principales cañerías del sistema financiero global de manera que no pueda acceder a otros fondos. La fuerte dependencia de Rusia de las exportaciones de energía la hace muy vulnerable a estas iniciativas. Los ingresos por ventas de petróleo crudo, productos derivados y gas natural representan casi la mitad del presupuesto federal. Estos años, Putin no se ha afanado bastante para diversificar la economía de su país y es relativamente sencillo desconectarse de ella. Lo tendrá muy crudo cuando casi nadie quiera hacer negocios con él. Por eso los diarios competentes, este miércoles, abren portada con el veto de Biden y Johnson a la energía rusa. Ara no está muy acertado, por simplista, en el subtítulo donde dice que la UE "no se apunta a la medida". El País y La Razón, mejor, explican que la gran dependencia energética rusa de Europa pide otro ritmo en la desconexión. No es que la UE arrastre los pies o "no se apunte".
¿Por qué La Vanguardia parece preocupada por una inquietud esotérica como la industria siderúrgica? Pues porque el peso de la industria del acero en la economía de la UE es indiscutible. Entre los 20 mayores productores de acero del mundo figuran Alemania, Italia, Francia, Polonia, Austria y España. En la siderurgia europea trabajan más de 360.000 personas en más de 500 plantas de 23 estados de la UE. Produce cerca de 180 millones de toneladas anuales, el 11% de la producción mundial. Sólo la supera China. Típicamente, la debilidad de este sector es señal de un enfriamiento de la economía, con efectos sobre el resto de actividades. No es ningún título esotérico, sino un aviso de que vienen mal dadas. Que el diario no tenga maña para explicarlo es otra cosa. Pero es una noticia importante.