Los habitantes de las naciones insulares preferirían luchar antes que huir o abandonar su casa, pero el aumento del nivel del mar ha provocado debates de todo tipo, también de legales apocalípticos sobre si un estado sigue siendo un estado si desaparece la tierra bajo el mar. El Foro de las Islas del Pacífico, que representa muchos de los países más vulnerables, ha invitado expertos jurídicos internacionales en considerar esta cuestión y ha empezado una campaña diplomática para garantizar que la condición de Estado político continúe incluso después de que el tejido físico de una nación esté sumergido. En el centro de esta discusión, está la certeza científica que los océanos seguirán aumentando al menos durante un siglo más y la sensación de injusticia que los más afectados se encuentran entre los menos responsables de la crisis climática. La Alianza de Pequeños Estados Insulares representa más de una cuarta parte de los países del mundo, pero es responsable de menos del 1% de las emisiones globales de carbono, la mayoría de las cuales provienen de los grandes países industrializados del norte global.

Eso ha bloqueado una expansión de los océanos del mundo que ya está en marcha y se acelerará a la segunda mitad de este siglo. Los mapas de las islas ya se están rediseñando lentamente y las costas están cada vez más amenazadas por las mareas ciclónicas. En cuestión de décadas, los archipiélagos podrían perder los atolones periféricos que definen las fronteras nacionales. Dentro de un siglo –si no antes– estados enteros podrían volverse inhabitables, cosa que generaría dudas sobre lo que pasará con sus ciudadanos, gobiernos y recursos.

Precisamente eso es el que analiza Christina Gerhardt en el libro el Atlas de las Futuras Islas Sumergidas (Menguantes, 2024). La abrumadora realidad del cambio climático que borrará las islas de los mapas. En este sentido, el libro explora el aumento del mar, que está modificando los paisajes. El texto del libro viene acompañado por mapas e investigaciones científicas que corroboran el cambio.

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Ahora bien, ¿qué se siente y cómo se percibe esta amenaza latente? Atlas de las Futuras Islas Sumergidas explora precisamente la vida de las comunidades de las islas y sus sensaciones ante esta situación de emergencia irreversible. El libro deja entrever, además, hechos curiosos. Como por ejemplo, que en verano del 2021 llovió por primera vez en Groenlandia en verano. No se sabe si alguna vez había llovido porque no había pluviómetros para medir. La población, mayoritariamente, es indígena. Solo el 12% tiene herencia europea. No es la única curiosidad que destaca el libro. También se habla de la isla de Nauru, que es el más pequeño del planeta. El primer dato ya es sorprendente, porque registró el PIB más alto del mundo, gracias al fosfato. La isla es ahora tierra yerma y sus aguas y aire están contaminados y son inservibles para la agricultura.

Detrás de las 250 páginas que tiene el atlas, se esconden auténticas historias interesantes que atrapan desde la primera la última. En más, hay que tener en cuenta que la subida del nivel del mar, también quiere decir que hará obsoletos todos los mapas que conocemos hasta ahora. Es, pues, una buena manera de descubrir un nuevo mundo.