En la garganta del Alto Atlas, siempre hay una tragedia peor un poco más allá, una aldea más aislada, más pobre y más golpeada por el terremoto después de unos kilómetros de carreteras estrechas, tortuosas y llenas de piedras caídas por el terremoto que dificultan el acceso y la llegada de ayuda humanitaria. Y cuando llegas, la tragedia es verdad, te lo explican los vecinos, en un baile infinito de decenas de muertos por cada aldea que acaba sumando los 1.600 muertos en la provincia de Al-Haouz sobre el total de casi 3.000 hasta ahora contabilizado en la zona. En una de estas aldeas, o douars, como ellos dicen, además de lamentar 17 muertos entre sus 200 habitantes, han visto caer una de las mezquitas más emblemáticas de Marruecos, la de Tinmal, del año 1153, ahora reducida a escombros.
Ante ella, los niños corren y juegan por el campamento donde viven los supervivientes y las mujeres cocinan un cuscús de verduras. Antes de poder ver cómo ha quedado la mezquita, un joven coge del brazo al periodista y a sus acompañantes. Sin saber quién somos, de dónde venimos ni qué hacemos aquí y, nos ofrece sentarnos a comer el cuscús y no está mucho por la labor de aceptar un no por respuesta. "Es nuestra cultura", dice Younes, el joven que nos ha invitado.
Una pérdida "terrible"
Idriss, joven de 30 años que nos ha llevado a la mezquita desde un poblado próximo, define como "terrible" la pérdida de la mezquita. "Es como si nos hubieran borrado de la historia, porque en Marruecos nos conocían por esta mezquita. Cada año venían 1.000 turistas a verla. Hay un hotel, pero quedó destruido con el terremoto. A pesar de que tal como somos los bereberes, si alguien venía de visita lo invitaban a dormir".
Una mezquita patrimonio de la UNESCO
La mezquita de Tinmel es del año 1153 y dio pie al inicio del imperio más grande del Magreb. Se trata de los almohades, que dominaron el Norte del África y el sur de la Península Ibérica, el Al-Ándalus, entre los años 1147 y 1269. Es patrimonio de la UNESCO y era junto con la de Casablanca la única mezquita abierta a no creyentes de Marruecos. Ahora, una de sus paredes ha caído al suelo y muestra un interior totalmente destruido, con el minarete también hundido y el resto de muros llenos de resquicios y agujeros.
A escasos 20 metros de la mezquita se ha criado Younes, que tiene 28 años y ahora vive en Casablanca, donde trabaja en marketing, ha crecido en este pequeño poblado a los pies de la mezquita. Partió de Casablanca el sábado por la mañana, el día siguiente del terremoto, en una ruta que lo llevó cinco horas hasta Marrakech y después 15 más por las montañas, ruta que hizo, ya que las excavadoras estaban abriendo la carretera, llena de piedras caídas de la vertiente de las montañas.
Younes es uno de estos jóvenes que se marchó de las montañas a la ciudad buscando un futuro mejor y que ahora ha detenido su vida para dormir al raso con su familia. Al llegar, como pasó en todas estas aldeas, se dedicó al rescate de vecinos y vecinas muertos durante dos días. Pero a pocos kilómetros de allí, explica, en otra aldea solo sobrevivieron 4 de los 300 habitantes que había. De nuevo, fueron los vecinos quienes rescataron los cuerpos y unos días después llegaron las autoridades, que han tenido problemas para hacer llegar ambulancias, tiendas y ayuda a este lugar histórico y remoto.