Game over para Boris Johnson. Acorralado por todos los lados, los miembros del Partido Conservador, incluso algunos de sus colegas más fieles, han forzado su dimisión como líder de los tories y, cuando se encuentre un sustituto, también como primer ministro del Reino Unido. Para los movimientos soberanistas, este punto de flaqueza en el gobierno de Londres supone una oportunidad para avanzar en sus intereses. En el caso de los escoceses que quieren la independencia, ya preparan un segundo referéndum de autodeterminación para el 2023, el cual Johnson ha rechazado, pero que tienen la intención de sacar adelante, incluso sin el aval del gobierno central. Por su parte, los partidarios de la reunificación de Irlanda han ganado por primera vez en la historia las elecciones de Irlanda del Norte, hecho que plantea un futuro incierto para este país.
No hay ninguna duda que el auge en el apoyo para el soberanismo deriva, en gran parte, de las consecuencias del acuerdo del Brexit que Johnson firmó. Estos son los frentes que Johnson ha abierto en su corta carrera al frente del Ejecutivo británico y que deja sin resolver con su salida. La aventura en la cual se adentró y abanderó con el Brexit, y que le aseguró la mayoría parlamentaria al prometer terminarlo de una vez por todas, ha reabierto viejas heridas en los países que conforman el Reino Unido. Heridas que su sustituto tendrá que suturar ante el riesgo de una ruptura irreversible.
Brexit significa Brexit
Los escándalos políticos se han ido amontonando para Johnson. Aparte de las habituales salidas de tono del mandatario, la lista inacabable incluye hechos graves como condenas por pedofilia, fiestas alcoholizadas en plena pandemia, mentiras en la cámara de los comunes, porno en pleno parlamentario, cocaína, corrupción, una moción de confianza, machismo y acoso a diputadas. Finalmente, sin embargo, la gota que ha hecho tirar el vaso de la legislatura más escandalosa de los tories ha sido el destape de un caso de acoso sexual de un miembro del partido, Chris Pincher, contra dos diputados, acusaciones de las cuales Johnson supuestamente estaba al caso cuando lo nombró vicejefe de la bancada conservadora. Escándalos aparte, Johnson se encontraba con el agua hasta el cuello a raíz de una profunda insatisfacción de la sociedad británica con su mandato, más concretamente por la crisis del coste de la vida. Aquellas partes de la Unión que ya renegaban del Brexit, como Escocia e Irlanda del Norte, se encuentran más animadas que nunca para hacer realidad sus objetivos.
El héroe inesperado de la reunificación
El primer reto para el sucesor de Johnson será tratar el problema del Brexit desde la raíz. Esta semana, fuentes de la UE han declarado a The Guardian que la relación con el Reino Unido en estos momentos es insostenible: "Es muy difícil ver cómo las cosas podrían ser peores que las que tenían con Boris Johnson. La confianza se ha erosionado casi hasta el punto que es inexistente". En Europa, tenían la sensación que Johnson "está dispuesto a quemar todas las relaciones internacionales para obtener un beneficio político a corto plazo". Eso es el que se desprende de la pugna entre Londres y Bruselas por el protocolo del Brexit sobre Irlanda del Norte, según la cual los unionistas reclaman que se los trate de la misma manera que el resto de los británicos, mientras que los partidarios de la reunificación exigen que se respete el acuerdo de paz del Viernes Santo y no se impongan fronteras físicas que dividan la isla. Por su parte, y ante la reiterada negativa del Bruselas a renegociar el tratado que él mismo firmó, Johnson ha decidido no aplicar el protocolo de manera unilateral, exponiéndose a los procesos sancionadores de la UE.
De todas las maneras, esta decisión deja muy descontenta la otra mitad de la población, y sigue sin poner solución a un problema que, se mire como se trate, parecía relativamente superado antes del Brexit. Las discrepancias por el Brexit entre Londres y los unionistas norirlandeses han llegado hasta tal extremo que ha provocado la caída del gobierno, y la subsecuente victoria histórica de Sinn Féin. Su presidenta, Mary Lou McDonald, ha tildado la legislatura de Johnson ha sido "totalmente negativa" para el país, y lo ha despedido diciéndole que "no se le echará de menos". A pesar de estos avances en el nacionalismo irlandés, los unionistas se niegan a formar gobierno hasta que Londres no resuelvan el protocolo del Brexit, enrocándolos a todos ellos en una situación insostenible.
Escocia lo volverá a hacer
En uno de sus últimos actos al frente del Partido Conservador, Johnson rechazó la celebración de un segundo referéndum de autodeterminación en Escocia a finales del 2023, tal como su homóloga escocesa, Nicola Sturgeon, le había exigido. Por carta, el primer ministro argumentó que ahora "no es el momento" de consultas, haciéndose eco de las palabras de su predecesora, Theresa May. A pesar del "alivio" que ha supuesto la dimisión de Johnson, Sturgeon ha argumentado en un mensaje en Twitter que "el déficit democrático inherente a Westminster no se soluciona con un cambio de primer ministro. Los problemas van mucho más allá de un solo individuo. El sistema de Westminster está roto", ha concluido. En cuanto al referéndum, Sturgeon ha defendido que saldrá adelante, aunque sea sin el consentimiento de Londres, y aunque sea de manera "consultiva". "La democracia escocesa no será prisionera de este ni de ningún otro primer ministro", remachó.