El sentimiento de injusticia y rabia por la guerra de Ucrania ha sido común en todo el mundo: mucha gente, en gran parte desconocedora del conflicto histórico entre estos dos países, se ha puesto las manos a la cabeza con esta guerra del siglo XXI a las puertas de Europa. Esta sensación, sin embargo, se intensifica todavía más en aquellas personas que están en contra de la guerra, pero es su país quien ha invadido Ucrania. Son rusos que viven lejos de su país desde hace años y que luchan contra Putin desde la distancia, dando apoyo a los ucranianos en lo que consideran una batalla injusta. Incluso se han cambiado de bandera, eliminando la franja roja, el color de la sangre, del emblema ruso. Es el caso de la Uliana Yapparova, Olga Dolgova y Yulia Tarán, tres rusas que hace años se instalaron en Catalunya, donde vinieron para estudiar y trabajar lejos de su país, y que atienden a ElNacional.cat después de pasar lo que las tres han coincidido en describir como el peor año de su vida.
La inmensa mayoría de los rusos en Catalunya, contra la guerra
Las tres descartan volver a Rusia. Se marcharon en busca de un lugar mejor donde crecer como profesionales, y lo encontraron en Barcelona, donde durante este año de guerra se han sentido bienvenidas y no han sufrido ningún ataque por su país de origen. Dolgova y Tarán recuerdan, eso sí, el caso de una amiga en común, Ekaterina, que es propietaria de un restaurante de comida rusa y que durante los primeros días de guerra fue víctima de ataques, con pintadas en la fachada, llamadas y críticas negativas por internet.
A pesar de ser rusa, Ekaterina estaba en contra de la guerra y colocó una bandera ucraniana en el local, así como carteles contra la invasión. "Ahora le crece el negocio, porque la gente le agradece el gesto. Ser ruso antiguerra y anti Putin te da puntos, en Catalunya", reflexiona Tarán, que considera que la mayoría de personas rusas que viven en el país se oponen a la invasión, por el simple motivo que ahora es lo que toca: "Antes de la guerra, la norma era defender a Putin, a la gran Rusia, también aquí en Barcelona. Las organizaciones de cultura rusa hacían desfiles militares. Ahora todo ha cambiado. Evidentemente, ya no está de moda el putinismo ni el militarismo ruso".
La movilización parcial de septiembre supuso un antes y un después en la concepción de la guerra
A tantos kilómetros de casa, todo lo que rodea la guerra de Ucrania y la invasión del ejército de Vladímir Putin se ve con unos ojos diferentes. Eso ha provocado que, en algunos casos, los familiares que todavía viven en Rusia tuvieran un punto de vista opuesto, como la madre del Uliana Yapparova, que la considera, tal como explica ella misma, una traidora a la patria.
Aunque no era tan radical como la madre de Yapparova, la hermana de Olga Dolgova era de aquellas personas que estaban en contra de la guerra, pero no condenaban el régimen de Putin e, incluso, podían llegar a justificar la invasión, asegurando que era inevitable. Todo dio un giro de 180 grados, sin embargo, con la movilización parcial que Putin puso en marcha a finales de septiembre, cuando se produjo un éxodo de hombres que intentaban huir del país para no tener que ir al ejército: "Se puso de mi lado y me dijo que todo lo que yo hacía meses que le decía era cierto. Intentó convencer a su marido, pero al final no se han ido". Además, Dolgova es consciente de que marcharse de un día para el otro no es fácil, sobre todo si no conoces otros idiomas: "Su futuro es igual de incierto tanto dentro como fuera de Rusia, pero allí ya conocen la situación. Es difícil tomar una decisión como esta".
"Están manipulados por las mentiras, pero no los culpo"
En cambio, Yulia Tarán no tiene ningún familiar directo en Rusia, ya que su padre murió hace años y en 2019 decidió que su madre viniera a vivir también en Barcelona. Aun así, sabe que gente de su entorno, como amigos de la familia o antiguos compañeros de la universidad en San Petersburgo, están engañados por la propaganda del Kremlin: "Viven en una realidad paralela, están hipnotizados. Y cuando una persona está hipnotizada, no puedes hablar con ella. No son capaces de ver la realidad, pero yo no les culpo, son víctimas de su situación", resume.
Activismo a través de las redes sociales para atravesar fronteras y llegar a Rusia
Las tres se han convertido en una especie de líderes de opinión para su entorno en Catalunya, ya que las ven como fuentes fiables sobre lo que está pasando a la guerra y a su país de origen. Pero también a través de las redes sociales, donde las tres se han vuelto muy activas y comparten constantemente noticias, vídeos, imágenes... no tanto para que sus seguidores del país lo vean, sino para que lleguen hasta sus amigos a Rusia, que lo tienen más complicado para acceder a este tipo de información.
En este sentido, mientras Tarán y Dolgova han acudido a muchas manifestaciones desde el primer día de la guerra y han hablado constantemente con compañeros de trabajo o amigos catalanes del tema, Yapparova se ha centrado más en el activismo en las redes sociales, ya que reconoce que durante la guerra lo ha pasado muy mal y que ha vivido episodios depresivos. Por eso, pasa horas y horas delante del ordenador de su casa, colgando publicaciones en las redes sociales, donde acumula miles de seguidores. "Un día llegué a estar 21 horas sentada aquí delante", asegura, señalando el ordenador.
Acoger ucranianos que huyen de la guerra, una experiencia terapéutica
En el caso de Olga Dolgova, que vive en Sant Quirze del Vallès y llegó a Barcelona hace más de una década para estudiar un doctorado en genética en la Universidad Autónoma, durante los primeros meses de guerra llegó a acoger ucranianos en su casa, ya que, de alguna manera se sentía culpable. "Éramos plenamente conscientes de que estábamos viviendo una tragedia. Yo sentía rabia, porque desde tan lejos no puedes hacer mucha cosa, pero nos hemos manifestado, hemos enviado ayuda humanitaria, hemos recogido alimentos, hemos hecho de traductores, incluso hemos acogido a gente en casa".
Tarán, que estudió lenguas románicas y vino a vivir en Barcelona a finales de los años 90, es de aquellas rusas que el primer día de la invasión se manifestaron contra la guerra de Vladímir Putin: "Yo siempre había desconfiado de él, me fui de Rusia convencida de que estaba haciendo el correcto, ya que no me podía creer que tuviera un espía de presidente". Tarán siempre ha contado con el apoyo de sus amigos catalanes y destaca con una sonrisa que en todas las manifestaciones, aparte de las nuevas banderas blancas y azules rusas, también hay una senyera.
El privilegio de no tener miedo ante una guerra
Las tres activistas rusas desde la distancia coinciden a describir este año como uno de los peores de su vida, y también son conscientes de que lo han podido vivir desde una posición muy privilegiada. Por un lado, Olga Dolgova asegura que cualquier miedo que hubiera podido tener en el pasado desapareció con el inicio de la guerra: "No tiene sentido gastar nuestras energías en miedo. ¿Si yo temo a Putin desde Catalunya, que deben estar sintiendo en Rusia?", reflexiona la científica, que también bromea sobre el hecho de que, al menos, esta guerra habrá servido para que el mundo sepa colocar a Ucrania en el mapa.
Yulia Tarán también asegura que no tiene miedo, pero sabe que es privilegiada, ya que cuenta con el pasaporte español y no necesita "para nada" la nacionalidad rusa. "Me puedo manifestar siempre que no vaya a Rusia. Como mucho, me pueden poner veneno en el té", dice mientras sonríe, y reconoce que, si no tuviera la doble nacionalidad, "me callaría muchas más cosas".