A las 23.11 horas de este viernes se cumple una semana del peor terremoto de la historia del Marruecos, que ha dejado 2.950 muertos, 5.600 heridos y al menos 50.000 viviendas afectadas hasta ahora, según las últimas informaciones oficiales. Desde las carreteras más elevadas del Alto Atlas, donde se encuentran las provincias más afectadas, se ven los valles y vertientes llenos de manchas amarillas y azules, color de las tiendas repartidas por el gobierno que conforman los campamentos de damnificados que se extienden por todo el territorio.
Desde de cerca, en cada localidad se puede ver la destrucción y escombros que dejó el temblor, las dificultades para recibir la ayuda humanitaria, el dolor por las decenas de pérdidas en cada villa y la incertidumbre por el futuro y por si tendrán que dormir en tiendas cuando lleguen el invierno y las primeras nieves. Estas son algunas de las claves comprobadas sobre el terreno.
Aislamiento geográfico y edificios
Uno de los motivos que ha empeorado la tragedia en las montañas ha sido el aislamiento geográfico. Los centenares de villas dispersas por las montañas, algunas sin carreteras, vieron cómo el terremoto también cubría de piedras algunas de las vías, incluidas las principales. La cantidad y el aislamiento de estas villas y una respuesta lenta de las autoridades hicieron que las ambulancias y los equipos de rescate llegaran demasiado tarde.
Los relatos de vecinos en ElNacional desde villas como Ijoukak, Imi'n Tala o Amizmiz repiten estándares como que fueron ellos mismos quiénes sacaron y enterraron los cuerpos o que las ambulancias llegaron días después. "Mucha gente murió en el camino, porque está muy lejos y perdían mucha sangre, o antes no llegara la ambulancia", reconocían con un mensaje casi idéntico estudiantes de medicina del hospital de Marrakech y un conductor de ambulancias que preferían mantener el anonimato. Los hospitales de la montaña estaban llenos y eso obligaba a trasladar los menos graves a Marrakech, comprometiendo su salud.
Aunque muchos de los edificios destruidos en estas villas son de hormigón, son muchos los expertos que han apuntado que las casas de abono, habituales en estos poblados de mayoría bereber, han sido más débiles ante los temblores. Más allá del material, la principal muestra que la calidad y edad de los edificios ha sido una de las claves de la tragedia la encontramos en Marrakech, donde los barrios más viejos y empobrecidos, la Medina y sobre todo Mellah, han sufrido las mayores consecuencias mientras los barrios ricos están intactos. En las montañas del Alto Atlas los habitantes también son de mayoría pobre, de forma que la población vulnerable ha vuelto a ser la más afectada.
Primera respuesta de las autoridades y ayuda humanitaria
Más allá del aislamiento, son muchos los vecinos de la provincia de Al Haouz, la más afectada por el terremoto, que se muestran enfadados con las autoridades por haber tardado tanto en responder. Siete días después del seísmo, todavía buscaban dos cuerpos en la localidad destruida de Imin'Tala, que quedó cubierta por las rocas de la montaña el día del terremoto. La ayuda ya se hacía visible a la mayoría de las localidades, pero en algunas de las villas más aisladas todavía no contaban con tiendas, por lo cual los vecinos jóvenes o de edad medios trataban de proveerse en las localidades próximas donde sí que habían llegado.
En general, los vecinos culpaban al gobierno y no al rey, aunque varias fuentes anónimas reconocen que el monarca es una de las "líneas rojas" de la libertad de expresión en Marruecos. El rey Mohammed VI reaccionó a la catástrofe desde Francia, de donde volvió un día después de la catástrofe por la noche. No fue hasta miércoles que visitó a los heridos, cinco días después del terremoto. Muchos entrevistados por ElNacional.cat justifican la ausencia del rey porque "está enfermo" y apuntan que "el rey es bueno, pero el gobierno no tanto".
Con respecto a la ayuda humanitaria, tanto las autoridades como organizaciones de ayuda estatales como la CPO han ido ocupando las aldeas estos días, pero además se han sumado los particulares que, en coche, han repartido comida, agua, mantas y ropa por todo el territorio, hasta el punto de atascar más de una vez las carreteras.
La ayuda humanitaria, en cambio, no ha llegado de todas partes. Equipos de la Unidad Militar de Emergencias (UME) española estaban este viernes en Imin' Tala, ayudando las tareas para encontrar a dos cuerpos todavía no desenterrados de los escombros. Allí había también equipos del Qatar, y a poca distancia un destacamento del Reino Unido, los países de los cuales junto con Emiratos Árabes Marruecos aceptó ayuda. Vetó, en cambio, los equipos israelíes y sobre todo franceses. Un equipo de protección civil italiano retornó a su país para evitar un conflicto diplomático, tal como pudo constatar con el destacamento ElNacional.cat.
Futuro: vivienda, educación y economía
Después de las tiendas y la ayuda de emergencia, la principal pregunta en los campamentos entre las familias es cuando vuelvan a tener una vivienda y cuál será. Parte de la respuesta, al menos sobre el papel, la dio el rey el jueves, cuando anunció que dará unas primeras ayudas de 2.800 euros a las familias afectadas y después entre 7.000 y 13.000 para las reconstrucciones en función de si tienen una afectación total o parcial. Habrá que ver, además, si el gobierno garantiza que las nuevas casas sean a prueba de terremotos, tal como ha prometido, y si mejora las comunicaciones de las localidades de las montañas.
Más allá de la vivienda, hay otras cuestiones que preocupan y mucho a los vecinos, como la educación y la economía. Escuelas y comercios están destruidos en las montañas del Alto Atlas y, este viernes, el gobierno ha montado las primeras carpas para hacer de escuelas provisionalmente. El rey también ha reconocido a los huérfanos como hijos de la patria, con el fin de garantizar los derechos.
Con respecto a la economía, cuando queda un mes para la cumbre del Banco Central y el FMI en la ciudad de Marrakech, comerciantes, agricultores y constructores han perdido sus trabajos y muchos ganaderos también en los casos que sus animales han muerto. Además, el turismo, que representa un 11% de la economía marroquí y que tiene su centro neurálgico en Marrakech, puede sufrir un batacazo muy importante cuando todavía se recupera de la pandemia. Por ahora, la ciudad se va vaciando y los precios de los hoteles caen en picado, mientras los guías y hoteleros tienen mucho menos trabajo de lo que hace solo ocho días, cuando Marrakech vibraba con su bullicio habitual.